[Columna] La insoportable levedad del pensamiento chileno

El intelectual nacional es ligero, fragmentado e inmóvil, y en el país no se perfilan bien las fuerzas colectivas de nuestra época: hay divorcio de alma y cuerpo que responde a una crisis profunda de la reflexión meditada, pues en efecto, la blandura es virtuosa aplicada en la coquetería, pero nunca en las abstracciones mentales.

Por Omar Pérez Santiago

Publicado el 31.3.2022

Era un día maravilloso. Un cielo tan claro, tan tranquilo que nada vaticinaba que la caravana de la talentosa ministra Izkia Siches fuese emboscada en un camino rural de Temucuicui.

Hubo disparos al aire.

Crac-crac-crac.

Fue una pesadilla para la ministra, una morena de acción.

¿Cómo fue posible que una ministra inteligente, una doctora que sabe tanto de la vida, se haya visto emboscada en un camino rural?

La respuesta parece ser compleja o conmovedora, y lo es.

No es un problema del gobierno de Boric. Es una mala herencia.

El pensamiento intelectual chileno es ligero, fragmentado e inmóvil. En Chile no se perfilan bien las fuerzas colectivas de nuestra época. Hay divorcio de alma y cuerpo que responde a una crisis profunda del pensamiento. La levedad es virtuosa en la coquetería, no en el pensamiento.

 

Levedad

No hay densidad cultural en los análisis de las representaciones colectivas. Predominan las notas sin carácter para los noticieros. O los llamados «análisis de agenda» en podcasts, donde dicen esto y lo otro, fugaz. (Así debe ser el gimo de las almas muertas que habría en el Purgatorio). Y nuestro acervo artístico está inmóvil. Eso nos retrasa.

 

Paradoja

Cuantos más datos obran en nuestro poder, mejor entendemos la historia. La acumulación de conocimiento útil altera el curso de la historia. Le pone ritmo y genera cambios. Al entender qué está ocurriendo, aceleramos. Es lo que Yuval Noah Harari llama la: «paradoja del conocimiento histórico».

El conocimiento cambia el comportamiento y genera una transformación en el vivir, y un entendimiento entre generaciones y su época. De hecho, configura una época. Les pone nombre a las cosas nuevas.

 

Mentalidades

En Chile no hay precisión de la mentalidad, aquello que uno tiene en común con otra persona. La historia de las mentalidades o de los pensamientos comunes, es siempre colectiva e impersonal. Es la percepción de los hechos que tiene un ser común. Las categorías intelectuales o afectivas o simbólicas compartidas por todos los ciudadanos de una misma época. Así se consensuan las fuerzas colectivas amplias que vivimos en una época.

 

Visión

Esto es re importante hoy. No se ve la realidad. A pocos les importa la vida real ni las nuevas líneas de investigación sobre los grupos intelectuales, las mentalidades y las emociones latinoamericanas, como las del argentino Martin Bergel.

No se discuten las nuevas categorías interpretativas que construyen comprensiones inéditas y frescas de problemas antiguos. Y repetimos los mismos comportamientos en una rueda eterna.

Según la historia intelectual, Chile habría tenido dos épocas brillantes en el siglo XX.

Primero. Los años 30 y 40 fue la inauguración de una modernidad, la crisis de la oligarquía, el nacimiento del proceso de substitución de importaciones y la era del nacionalismo popular. Se produce un cambio de modelo desde el desarrollo hacia afuera a un desarrollo hacia adentro.

Las editoriales se expanden. La participación dinámica de las clases medias y sectores obreros iba como el viento. Surge la llamada generación del 38: intelectuales y artistas de raigambres modestas, de clase media, buscan una identidad nacional. Es un orden mesocrático que valoriza las costumbres populares.

Segundo. En los años 60 el modelo se rompió como un cristal. ¡Crack! Las escuelas de sociología de las universidades de Chile, Católica, y de Concepción impulsaron como una tempestad a la joven intelectualidad chilena.

Se creó un poderoso y legitimado movimiento de renovación intelectual. La música, el teatro, el boom literario latinoamericano (en fin, tanta cosa), no eran outsider al poder. No eran unos patipelaos. Definieron las mentalidades de una era.

 

Ruinas

Ese movimiento intelectual y artístico fue un Boeing que se estrelló en el muro de la represión militar. Un crimen social que dejó cadáveres, ruinas y desolación. Y las nuevas generaciones intelectuales han tenido dificultades estructurales. Son universidades fantasmas, centros de estudios de mercado de mala calidad y escuelas donde la plata manda.

Así se instaló una crisis de imaginación que permea todo. No hay cariño por los intelectuales, los literatos y por la gente de imaginación. En Chile, encadenado a su sombra, hay un problema ético central: la heredada crisis del pensamiento y la educación, una negra nube que oscurece el sol, y que impide entendernos.

 

Desafío

En este instante presente la historia plantea una necesidad, un desafío: articular institucionalmente las culturas dispersas o emergentes. Darles poder.

 

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Omar Pérez Santiago es un escritor y cronista chileno que egresó de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de Chile, y el cual luego estudió historia económica en la Universidad de Lund (Suecia).

Sus últimos libros publicados son: Julia, la belleza y el sentido de la vida (novela), El pezón de Sei Shonagon (novela), Caricias, poemas de amor de Michael Strunge (traducción), Allende, el retorno (novela), Introducción para inquietos, de Tomas Tranströmer (traducción, 2011), Nefilim en Alhué y otros relatos sobre la muerte (cuentos, 2011), Breve historia del cómic en Chile (2007) y Escritores de la guerra. Vigencia de una generación de narradores chilenos (ensayo, 2007).

 

Omar Pérez Santiago

 

 

Imagen destacada: Izkia Siches y Gabriel Boric en 2011.