El famoso director y autor teatral bonaerense dialoga con el Diario «Cine y Literatura» acerca de su obra «Encuentros breves con hombres repulsivos», que adaptada por él mismo desde un volumen de relatos del recordado narrador estadounidense, conmueve por estos días a la cartelera escénica local.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 27.7.2022
Mientras en Santiago de Chile una breve temporada de su montaje Encuentros breves con hombres repulsivos, se presenta con gran éxito de público, debates y controversias, en funciones que inclusive han contado con la presencia como espectador del Presidente de la República Gabriel Boric Font, en la sala Teatro Finis Terrae, su autor, el dramaturgo argentino Daniel Veronese permanece en Madrid, la capital de España: «montando Regreso al hogar, de Harold Pinter», según confiesa.
La obra, que se exhibe hasta el próximo domingo 31 de julio en la cartelera de la sala de la avenida Pocuro, en Providencia, está basada en el libro de cuentos homónimo del desaparecido escritor estadounidense David Foster Wallace (1962 – 2008), que leído en estos tiempos, podría entenderse tanto como una denuncia, o bien al modo de una discutida radiografía cotidiana en torno a la violencia de género que predominaría en las relaciones surgidas entre hombres y mujeres en la sociedad norteamericana contemporánea.
Veronese (Buenos Aires, 1955) es uno de los autores teatrales de mayor renombre al otro lado de la Cordillera (y del circuito sudamericano, en verdad), y su repertorio como director incluye desde montajes de creadores clásicos como Chéjov (sus traslaciones de Tío Vania y de Las tres hermanas, le han merecido elogiosas críticas), de Tennessee Williams y del mismo Pinter, quien lo tiene hoy ocupado en Madrid, hasta de vanguardistas versiones de piezas concebidas por él mismo.
Entre los galardones obtenidos a lo largo de su trayectoria, destacan el Premio Konex de Platino (2004) y el Premio Max Iberoamericano (2013). Y si bien reconoce que al momento de recibir la propuesta de la Fundación Teatro a Mil para presentar Encuentros breves con hombres repulsivos en Chile, desconocía quienes eran los actores nacionales Francisco Reyes Morandé y Marcelo Alonso, luego de haber colaborado con ellos está satisfecho de los resultados dramáticos e interpretativos obtenidos de su trabajo en conjunto.
Asimismo, Veronese defiende a Foster Wallace como un artista que al contrario de normalizar o de hacer una apología de la violencia de género hacia las mujeres en sus obras literarias, fue uno de los primeros narradores en alumbrar y confrontar a una comunidad como la estadounidense que, pese a su aparente discurso progresista, normalizaba y protegía a estas condenables conductas, hoy rechazadas y sancionadas mayoritariamente por las legislaciones locales e internacionales, en la esfera de la civilización occidental.
«Foster denuncia algo que empezó a salir a la luz con más frecuencia en los últimos años», advierte enfático Daniel Veronese.
«Nunca terminé de leer La broma infinita«
—¿Por qué tu interés artístico en la obra de David Foster Wallace? ¿Cómo nació? ¿A qué se debe?
—Nació unos años con un ejemplar de La broma infinita (que nunca terminé de leer). Tiempo después, en Madrid, me encuentro en una librería con un libro titulado: Entrevistas breves con hombres repulsivos. Me fascinó el título. Lo compré y ni bien lo leí entendí que debía hacer algo con eso.
—¿Una breve definición de las principales características narrativas y estéticas de David Foster Wallace como escritor de ficciones?
—Su inteligencia para ponernos incómodos, juega (jugaba) con nosotros, pero con mucho respeto y altura. Su incontinencia lingüística. La ironía, el sarcasmo, la insurrección del lenguaje. Hay algo en él que me resulta empático.
Dijo alguien que la buena literatura es la que nos sacude cuando estamos demasiado cómodos y nos consuela y acompaña cuando necesitamos apoyo y protección. Creo que eso es él.
«Supe enseguida que el montaje debía ser muy simple»
—¿Cuál fue la mayor dificultad creativa que se te presentó en el proceso de traslación desde los veintitrés cuentos que conforman Entrevistas breves con hombres repulsivos hacia la dramaturgia de ocho encuentros que ofrece el montaje teatral dirigido por ti?
—De verdad, ninguna dificultad, solo me llevó algo de trabajo.
De entrada me centré en esos capítulos que le dan el nombre al libro y ni bien los iba leyendo fui decidiendo cual eran más apropiados para el teatro. También supe enseguida que el montaje debía ser muy simple. Algo parecido me ocurrió con La persona deprimida, producto del mismo libro.
«Iluminar algo es denunciar»
—¿Crees que ha medida que transcurre el tiempo desde su muerte (2008), la obra de David Foster Wallace, adquiere el matiz de lo políticamente incorrecto? Lo digo por la misoginia que se rastrea en los cuentos de Entrevistas breves con hombres repulsivos.
—En Hombres repulsivos…, Wallace habla (es lo que yo entiendo y puedo equivocarme) sobre actitudes misóginas repulsivas de nuestra sociedad, sobre todo de la parte masculina. Denuncia algo que empezó a salir a la luz con más frecuencia en los últimos años: lo tóxico de características que fueron aceptadas desde siempre como algo natural, y que ahora empiezan a ser señaladas.
Iluminar algo es denunciar, de ninguna manera es aceptar esa normalidad con la que convivimos desde siempre. Nunca leí en este material un elemento de misoginia, como vos me decís más arriba, todo lo contario. Y me preocuparía mucho que se pueda llegar a leer así.
Un extrañamiento y a la vez una cercanía
—¿Cuál es el principal concepto representativo que hay detrás de la utilización de una mesa, y no de un sofá, por ejemplo, en la puesta en escena del montaje que nos ocupa?
—Lo que hay en escena me alcanza para desarrollar las situaciones que pretendo exponer. Una mesa es una mesa y un sofá es un sofá, son elementos distintos. Nunca necesité un sofá.
Una mesa me permite un encuentro con algo habitual sin cerrarme a ningún espacio preciso, ni incluso cotidiano. Ese contexto me permite un extrañamiento y a la vez una cercanía, algo que otro espacio no me lo daría.
«Trabajé muy bien con Reyes y Alonso»
—A tu entender, ¿cuáles son las principales virtudes interpretativas que dos actores como Francisco Reyes y Marcelo Alonso, le aportan a la dramaturgia y a la régie de Encuentros breves con hombres repulsivos?
—Son dos excelentes actores que, debo reconocer, no conocía antes de nuestro trabajo. Trabajé muy bien con ellos, dada su ductilidad, su prestación al trabajo y su interés.
Son dos colores distintos y complementarios. Podían no haberlo sido, pero también confié en la producción que los eligió para este material. Y además fue un placer conocerlos personalmente. Un plus que hace que el trabajo se realice con más facilidad.
«Dirigir o escribir teatro debe abrir puertas»
—¿Qué respuestas buscabas con la realización de este montaje?
—No busco respuestas en el teatro. El escenario no es lugar para que el creador plantee respuestas. Cuando eso pasa, suelo sentirme engañado. Se trata solo de una obra de teatro, un asomarse a un mundo desconocido.
Dirigir o escribir teatro debe abrir puertas, abrir espacios de pensamientos, plantear preguntas para que el espectador, si lo desea, encuentre sus propias respuestas. Por lo menos así trabajo yo.
—¿Vienen más adaptaciones de Foster Wallace en tu bitácora profesional, próximamente?
—Querría pero por ahora me es difícil encontrar otros textos de Wallace proclives a la versión teatral. Sigo buscando, pero creo que me encontré con dos raras avis, (Hombres repulsivos y Persona deprimida).
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—[Crítica] «Encuentros breves con hombres repulsivos»: Una broma infinita pero entrañable.
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Crédito de la imagen destacada: Giampaolo Samà.