La traductora nacional del volumen «El misterio de la creación artística. La conferencia en Buenos Aires, perfiles y despedidas» (La Pollera, 2022), un libro debido al famoso escritor austríaco especialista en las biografías de célebres personajes de la política y la cultura universales, nos introduce en este diálogo, en las páginas que confiesan la cultura profunda y cosmopolita, propias y características del autor centroeuropeo que tuvo un trágico final.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 27.9.2022
El misterio de la creación artística. La conferencia en Buenos Aires, perfiles y despedidas, en traducción de Pola Iriarte, volumen a cargo de La Pollera Editores, es una oportunidad única para conocer a uno de los escritores más sensibles de la literatura universal: Stefan Zweig (1881 – 1942).
En primer lugar, cabe destacar el meritorio, necesario y justo reconocimiento a la traductora, quien figura en la portada de la publicación, cosa rara en libros traducidos y que, espero, se transforme en norma. Adicionalmente, se le concede a la traductora una necesaria nota, donde comparte el desafío de emprender la traducción de tan ambicioso y diverso texto. ¡Qué duda cabe! La traducción es un arte.
Con la tremenda inteligencia de Zweig, una sensibilidad que es lucidez y perpetua epifanía, accedemos a su faceta de lector, que despliega en una serie de homenajes a otros artistas tan variados como Charles Dickens, Arturo Toscanini, Gustav Mahler o Sigmund Freud, en un fascinante cruce de disciplinas que le permite confirmar el valor de la creación artística de modo transversal.
«¿Cómo crea el verdadero artista? ¿Cómo se produce ese milagro en nuestro mundo sin Dios?», se pregunta y nos interpela Stefan Zweig, aquel judío errante que terminó sus días de manera dramática en Brasil (se suicidó junto a su esposa).
«Los idiomas son organismos vivos que mutan con el tiempo»
—Explicas en tu nota que: «Zweig utiliza en estos textos un lenguaje que sin ser rebuscado… es bastante sofisticado y, más de un siglo de historia mediante, en muchos casos en desuso, por lo menos a nivel del habla cotidiana». ¿Cómo desarrollaste la traducción de este abismo histórico, considerando que algunos textos datan de 1902? En el caso de Dickens, por ejemplo, es necesario comprender el formato en el que sus escritos eran difundidos, «a través de fascículos azules mensuales de las novelas, que hoy lucen amarillentos… transformados en tesoros de bibliófilos», leemos en el texto dedicado a Charles Dickens, de 1919. En este texto, el más extenso del volumen, vemos el poder que tenía la literatura en su época: «Las lágrimas hicieron brillar millones de ojos que leían sus libros…», o «cuando apareció Oliver Twist, el gobierno mejoró los hospicios para pobres y controló las escuelas privadas». ¿Puede hoy la literatura alcanzar esta estatura social?
—Uy, qué pregunta. A lo primero, debo decir que una traducción es en muchos casos también un ejercicio de investigación y esto es una de las cosas que a mí me resulta más fascinante. Los idiomas son organismos vivos que mutan con el tiempo y en el trascurso de cien años hay palabras que desparecen o que cambian su significado.
O al revés, conceptos que hoy son completamente cotidianos, no puedes usarlos para traducir textos de otras épocas históricas, porque, aunque el significado sea pertinente, el vocablo deriva de cosas que ocurrieron o se inventaron después de escritos esos textos.
Y más allá de lo propiamente lingüístico, muchas veces es necesario tener antecedentes históricos externos a la historia que estás traduciendo para poder entenderla a cabalidad. Todo eso a mí me entretiene mucho, es un ejercicio muy placentero, aunque a veces también frustrante, cuando sientes que hay cabos que quedan sueltos, que no encontraste la palabra o la metáfora o el registro exacto.
En cuanto al poder de la literatura…, difícil imaginar hoy un fenómeno literario que incidiera de tal manera a nivel social e impensable que el público haga cola toda una noche frente a una boletería para escuchar leer a un escritor.
Pero hay que situar todo ello en un momento en que la literatura cumplía roles muy distintos y diversos: no había radio, ni cine y ni hablar de tele, internet, redes sociales. En ese contexto se entiende mejor que los libros o los fascículos cumplieran un rol de difusión de la realidad y que los escritores pudieran llegar a ser una suerte de rock stars.
«Son como fotografías tomadas por un fotógrafo extremadamente sensible»
—Es imposible apreciar la total dimensión de estos textos sin un repaso histórico, marcado por la Primera Guerra Mundial y, luego, la Segunda Guerra. El marco histórico es fundamental para valorar los vaivenes por los que pasó el autor, así como muchos otros artistas exiliados o asesinados. ¿Qué valor cobra este revival hoy?
—Pienso que aquel lugar común de que la historia es imprescindible para entender el presente es la clave para contestar a tu pregunta. Entender la historia de la primera mitad del siglo pasado en Europa es fundamental también para entender nuestra historia reciente en América Latina en general y en Chile en particular.
Y la gracia es que estos textos de Zweig son clases de historia maravillosas, entretenidas, conmovedoras, dolorosas, textos que fueron escritos para dar cuenta in situ de las circunstancias que estaban gravitando sobre el autor y sobre la época y, por lo mismo, son tremendamente auténticos y sinceros.
No hay pose, no hay interpretación a partir de cosas que ocurrieron después. Son como fotografías tomadas por un fotógrafo extremadamente sensible, que en su conjunto componen un puzzle muy interesante, pero en el cual eventualmente algunas piezas no calzan a la perfección o hay alguna contradicción menor, o algún color no es exactamente idéntico con el de la pieza del lado.
Un proceso solitario
—»Espero que Zweig, a quien a veces sentí mirando por sobre mi hombro con sus anteojos redondos… esté contento con el resultado», concluyes en tu presentación. Aquí hay una complicidad con el autor, una cercanía afectiva. ¿Qué identificaciones te permitieron acercarte más a su espíritu? Adicionalmente, explicas lo complejo que es el proceso de traducción y agradeces: «Por suerte conté… con la invaluable ayuda de mi pareja y también traductor… nativo en el idioma, que… disminuyó mis aprensiones…». Compartes este factor emocional que complementa y robustece tu trabajo. ¿De qué modo se enriquece la traducción (que suele ser más solitaria) con la posibilidad de un diálogo generoso?
—En el acto de traducir textos largos: una novela, un libro de cuentos o una selección de textos, como en este caso, inevitablemente termina una identificándose con el o la autora.
Algo parecido ocurre cuando interpretas a una persona a la que acompañas por varios días, al final eres medio esa persona y ella tú. Esa es también para mí una de las cosas bellas de este trabajo.
En el caso de Zweig, yo ya había traducido una de sus novelas, que fue publicada por LOM bajo el título de La partida de ajedrez, pero la escritura de ficción es muy diferente de la escritura de estos textos donde se mezcla la crónica, los discursos, las semblanzas, de manera que cuando inicié el trabajo, Zweig era un relativo desconocido y nos fuimos conociendo en la medida que lo traducía, bueno en realidad, yo lo iba conociendo a él.
Traduces una semblanza, por ejemplo, y en un discurso fúnebre más adelante te encuentras con una frase que te permite entender mejor algún detalle de esa semblanza y entonces vuelves a ella.
Ahora, efectivamente, como tú dices, todo este proceso es un proceso bien solitario. Yo tengo la gran suerte de que mi pareja es también traductor en la misma combinación de idiomas que yo, pero al revés.
Entonces, aparte de consultas puntuales, siempre hay un momento de mi trabajo que es una contralectura del capítulo o del texto según sea el caso, que me permite tener un feedback y disminuir la posibilidad de haber entendido algo mal, que siempre puede ocurrir por muy bien que manejes el idioma de salida.
Mis primeros trabajos como traductora literaria los hice de hecho junto con Sven en traducciones a cuatro manos. Y ahora, después de mucho tiempo, estamos trabajando nuevamente en un proyecto juntos: El cantar de los Nibelungos.
Esta colaboración, dicho sea de paso, no siempre fue fácil. Ahora estamos muy afiatados para colaborarnos en diferentes fórmulas, pero demoró un rato hasta domeñar los egos, ajustar las modalidades de trabajo, entender las fortalezas y debilidades de cada uno.
«La presencia judía era muy alta dentro de la burguesía intelectual centroeuropea»
—Varios de los textos aluden al carácter artístico asociado a la tradición judía. En el texto dedicado a Joseph Roth, leemos: «… desde Hitler, la literatura dentro de Alemania ha sufrido la más lamentable de las derrotas de la historia y está a punto de desaparecer del mapa». Zweig dedica también homenajes a otros judíos, como Marcel Proust o Sigmund Freud («Su aporte, ese grandioso descubrimiento del alma…»). ¿Qué denominadores hallas en estos cruces referenciales?
—No sé si entiendo exactamente a qué te refieres. Pero si estamos hablando del cruce entre el ser judío y el arte en muchos de los personajes retratados, es necesario pensar que, aparte del hecho ya bastante significativo de que el propio Zweig haya sido judío, la presencia judía era muy alta dentro de la burguesía intelectual centroeuropea.
Así, si pensamos en la Europa germanohablante del siglo XIX y la primera mitad del XX, encontramos un montón de nombres claves para el desarrollo político, filosófico, científico y artístico de mujeres y hombres judías y judíos: Marx, Rosa de Luxemburgo, Chagall, Modigliani, Mendelssohn, Mahler, Kafka, Arendt, el mismo Freud… la lista es enorme.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Pola Iriarte.