Este híbrido y estéticamente arriesgado poemario del autor nacional Osvaldo Antilef Araya está lleno de imágenes, cuadros y personajes que pasan uno tras otros, donde deidades y creencias son parte de un hermoso y sugerente libro.
Por Cristián Brito Villalobos
Publicado el 4.10.2022
La ciudad de Wiraqocha del autor antofagastino Osvaldo Antilef Araya se trata de un texto con un amplio espectro de emociones y técnicas literarias en donde se suceden versos de amor, endecasílabos, verso libre y narrativa. ¿Es esto un poemario?, ¿es acaso una novela en clave?
El hablante lírico en un momento se encuentra de frente con un chasqui de otra dimensión y comienza la persecución a través de un mundo andino y fantástico. «Pero no todo es perdido, aún nos queda este canto», dicen los versos con que comienza el volumen.
De esta forma, el final es un grito, una confesión. Mama Quilla está indignada, un viaje, una huida, personajes mitológicos que cobran vida, dioses para los cuales somos insignificantes, porque, como expresa el poeta: «Pachamama nos mira de reojo», pero, aun así, se trata de un himno a la libertad, a la conexión con los ancestros y deidades.
Una atmosfera desafiante e iluminada
Acá hay una maravillosa desolación: «Escombros de luces polvorientas en el cielo, estáticas recuerdan revivir ensoñaciones». ¡Porque Huidobro está vivo! Si el verso es como una llave, la obra debut del autor nortino abre mil puertas. ¿Qué es la poesía nos volvemos a preguntar?
Luego, el viaje continúa y los escenarios se suceden creando una atmosfera desafiante e iluminada: «luna victimaria del tiempo perdido», o: «el camino del Inca que conecta los cuatro reinos: el cielo, la tierra, las sombras y los campos del sol», relata el escritor.
En lo personal incluiría a las montañas, a los cerros del desierto con Zurita susurrando. El poeta señala que: «los libros vuelan entre aplausos y luceros», yo pienso: qué hermoso seria ver un pájaro con alas de papel. «En mi mente se clavan los espectros», canta, porque el viejo Neil tenía razón.
Seguimos al chasqui que nos recuerda la naturaleza de la existencia y nos da las respuestas, y no pasa un par de páginas más y nos explica: «Imagino, luego existo». Este poemario de Osvaldo Antilef está lleno de imágenes, cuadros y personajes que pasan uno tras otros, donde deidades y creencias son parte de un hermoso libro.
La ciudad de Wiraqocha posee brillo en su composición literaria y dice lo que muchos siempre quisimos decir: «Al final no quise ni intentarlo, mi frustración tenía la medida del cielo». Eso es, una lectura muy recomendable.
***
Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado en la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: Editorial Amada.