Después de leer los cuentos del autor italiano Stefano Macrillò (en la imagen destacada), sus potenciales lectores experimentarán cierta melancolía, debido al tono existencialista que se aprecia en sus relatos, pletóricos en varias reflexiones de sentido, propósito y sin sentido sobre la inaprensible vida.
Por Víctor Ilich
Publicado el 11.11.2022
Nuestra percepción de la realidad es tan fragmentada, tan precaria que, a fin de tener un panorama más general, necesitamos un mapa y ciertos puntos de referencia: algún faro o persona significativa, una que otra montaña como los amigos del alma, también podría ser una roca o alguna verdad que no se transa u otro límite natural como nuestras necesidades y faltas.
Lograr situarnos en un lugar, saber dónde estamos, a dónde hemos llegado y tener claridad absoluta de hacia dónde queremos llegar o por qué nos hemos extraviado, es tan necesario como el aire que respiramos.
Así, y luego de leer el libro Fragmentos de déjà vu, de Stefano Macrillò (Macerata, Italia, 1962), experimenté cierta melancolía. Un tono existencialista se aprecia en sus relatos, manifiesto en varias reflexiones de sentido, propósito o despropósito.
En efecto, y a pesar de que el protagonista de uno de sus textos siente pasión por los mapas, no hay uno que nos ayude a salir de esa sensación de tristeza, dolor y soledad que se cuela hacia nosotros y golpea alguna fibra de nuestras emociones con la amargura de la pérdida: desde el tiempo que no se salva hasta el amor que se apaga.
Como lector, no es malo experimentar de vez en cuando esas emociones, que tantas veces esquivamos, acallamos o anestesiamos, tan necesarias para vivir el amor en su ancho y longitud: dicen que experimentar la tristeza y el dolor ajenos como propios es clave para un amor más sabroso, es decir, menos inmaduro.
Siempre digo que es más fácil decirlo que vivirlo.
Más allá del plano cartesiano
De no ser así, nos engañamos, y el egoísmo que habita en cada uno de nosotros una vez más levanta sus muros de protección que al tiempo que nos aíslan, también nos quitan la respiración, a fin de cumplir su macabra misión: matar todo lo que esté a nuestro alcance y de paso destruirnos.
También, es cierto, que el plano cartesiano nos sitúa con sus coordenadas, pero las coordenadas solo son variables a ponderar. Necesitamos salir del mapa de los necios, en el cual por propia iniciativa, ignorancia o terquedad nos adentramos, a fin de dejar de caminar en círculos por el desierto. No es fácil, se requiere la certeza de lo que se espera, otros lo llaman fe.
En fin, volviendo al texto de Macrillò, también hay algunos que contienen prosa poética, quizás el autor en su necesidad de traducir en palabras sus déjà vu, y las emociones que evocan, recurre al lenguaje poético cual salmista a fin de que intentemos comprender junto a él el espectro de emociones que experimenta.
De ser así, recordé un proverbio solo a modo de coordenadas: apártate del mal, haz el bien, busca la paz y síguela, lo que inevitablemente nos vuelve a la realidad más allá de las coordenadas: que necesitamos un mapa donde los pantanos del mal sean evidentes y los oasis del bien sean seguros, y si la paz es una de las metas, seguirla es un desafío diario y como tal requiere nuestro esfuerzo permanente y como nos cansamos, también se necesita del ánimo de una comunidad.
He aquí mi comunión, de lector a lector y de necesitado a necesitado.
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Víctor Ilich nació en Santiago de Chile en 1978. Egresado del Instituto Nacional y de la Escuela de Derecho de la Universidad Finis Terrae, además de ejercer como abogado y juez de garantía en la Región de O’Higgins es el respetado autor de más de una docena de elogiadas obras literarias.
Imagen destacada: Stefano Macrillò.