El escritor y profesor de filosofía local, lanzará este miércoles el volumen «Voces de mujeres», un texto que recoge las historias de un grupo de migrantes del sexo femenino —provenientes de diez naciones distintas—, y las cuales narran a su autor las barreras y las dificultades que han debido enfrentar para establecerse dignamente en nuestro país.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 6.12.2022
Voces de mujeres, testimonios de mujeres migrantes en Chile (Cuarto Propio, 2022) es un pionero volumen que rescata testimonios urgentes de mujeres inmigrantes a nuestro «horroroso Chile». Pero aquí encontramos también historias inspiradoras, que traspasan la devastación para iluminar aspectos humanos, dignos de rescatar, incluso atesorar. El volumen reúne textos de dieciséis mujeres provenientes de diez naciones y de distintos grupos etarios (entre los 12 y los 82 años).
Una de las voces más renombradas está a cargo de Elizabeth Andrade Huaringa (educadora peruana), quien recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos 2022, en reconocimiento a su lucha en favor de la vivienda digna y su defensa de la migración como un derecho humano, siendo la primera mujer migrante en recibirlo.
En su testimonio, Elizabeth relata su periplo como misionera, luego como estudiante de educación parvularia y, finalmente, nos cuenta su llegada al norte de Chile, donde ya se encontraba su hermana. Dice: «Nosotros fuimos educados con esa mirada despótica de los chilenos, que nos quitaron parte de nuestro territorio, pero a mí me pareció que Arica era hermosa. Aquí nuevamente tuve que partir de cero, por eso siento que mi vida es un desafío siempre. Un desafío que me ha permitido lograr todos mis objetivos».
De esta forma, el testimonio de Elizabeth es ejemplar si buscamos el aliciente para seguir adelante y vencer la depresión y la inacción. Su fundamental lema: «Saber comenzar de cero. En varias etapas he tenido que desarrollarme, renunciar y empezar de nuevo».
Regresar a un país que no existe
Otros relatos nos muestran más evidentemente el dolor asociado a la migración, y ameritan recuentos históricos como deudas. Uno de ellos proviene de la voz de una inmigrante segregada por sus rasgos «gringos», una ciudadana suiza:
«En el Chile del siglo XXI, los inmigrantes no somos bienvenidos. No importa si venimos legalmente o si las circunstancias nos obligan a cruzar la frontera a la mala. Qué rápido se olvidaron muchos chilenos que fueron justamente esas fronteras las que salvaron a muchos de ellos de una muerte segura en tiempos de dictadura…», denuncia «la gringa» en su capítulo.
El volumen (que se lanzará el miércoles 17 de diciembre a las 19 horas en el Café Feras, Providencia, y contará con la participación de Catalina Bosch y Ximena Poo) fue organizado por Hans Frex, profesor de filosofía y magíster en artes. Actualmente Hans realiza un doctorado en la Universidad de Texas Austin, con una investigación en torno a las geografías raciales.
Voces es un volumen crítico, profundamente necesario; una lectura que permite reflexionar mucho más allá de los testimonios de cada una de estas mujeres. Es una oportunidad para vernos con otros ojos, para cuestionar nuestra identidad y observar las tensiones que surgen de denominaciones como «patriotismo», «patria», «idiosincrasia», «extranjero» y «otro».
Es, también, un viaje hacia la noción de viaje. Como escribe Lina Meruane en su excelente prólogo:
«Migrar no es simplemente viajar, es dejar, es abandonar, es no saber si se podrá volver a casa. Es fundar otra. Porque migrar es adquirir conciencia de que volver no es posible: quien emigra ya no será nunca lo que alguna vez fue, y ya no podrá regresar a ‘un país que no existe’. Y, sin embargo, es precisamente ese doloroso saber lo que parece otorgarles, a estas mujeres singulares, una mirada apreciativa y a la vez critica que asombra y angustia, que conmociona y del mismo modo nos educa».
Miradas singulares del fenómeno migratorio
—En el epílogo de Voces escribes: «Nos pareció importante reflejar cuantitativamente la diáspora venezolana que constituye un fenómeno continental sin precedentes en su magnitud, y que abarca al 30,7% de la población migrante que reside en el país…». Explícanos cómo seleccionaste los textos, y cómo concebiste la extensión de la convocatoria para el volumen.
—La convocatoria fue patrocinada por diversas organizaciones migrantes y ellas fueron las que se encargaron de hacer correr la voz, compartiendo la convocatoria en las redes sociales. No es fácil acceder el testimonio de primera mano de los migrantes. La selección estuvo basada en criterios de edad, nacionalidad y lugar de residencia en el país. La participación de mujeres venezolanas en la convocatoria fue abrumadora.
Muchísimos textos, muy buenos, quedaron fuera porque hubieran ocasionado una distorsión en la representación. Por supuesto, el libro tampoco es una representación exacta del fenómeno migratorio en Chile, ya que algo así es imposible, pero al menos, intenta ofrecer una imagen.
Solo por mencionar dos ejemplos, el primer y último texto del libro, uno de una adolescente y el otro de una mujer de la tercera edad, el primero abre el libro con la narración de un viaje que parece que nunca termina y el segundo dialoga con el fin de una vida interesantísima política e históricamente que sabe que este fue su último destino.
Estos relatos, de niñas y adolescentes, y de mujeres mayores, tienen una relevancia propia por cuanto ofrecen miradas singulares del fenómeno migratorio.
«La educación es fundamental para combatir el racismo estructural y social»
—El racismo es un prejuicio muy presente en los testimonios de las mujeres. Dices que el libro: «surgió como una respuesta al racismo de la sociedad y del Estado chileno» y agregas que: «al racismo del Estado se suma también el de la sociedad, que el sábado 25 de septiembre de ese año se manifestó de la forma más aberrante a través de la vandalización del campamento de inmigrantes que alojaban en la plaza Brasil de Iquique». ¿Es posible educar a una población para elaborar prejuicios tan corrosivos como este?
—El racismo chileno tiene raigambres culturales que se asientan en la segunda mitad del siglo XIX, cuando tras la fundación del Estado nación, se buscó unificar al pueblo a través de una imagen que impuso la oligarquía criolla, que se pensó como blanca, europea y desarrollada, frente a los pueblos indígenas durante la invasión de Wallmapu y frente los indígenas y cholos tras la guerra del Pacífico.
La idea del país blanco, ordenado y civilizado que campea en los medios de comunicación viene desde allí. En este sentido me parece que la educación es fundamental para combatir el racismo estructural y social. Como profesor siento que ese es un objetivo mínimo del sistema educativo.
El problema es que la historia reciente de nuestro país ha dado ejemplos notables de impunidad en materia de violaciones a los DD.HH. tras la dictadura primero y tras la revuelta de octubre después, entonces existe esta impronta de que violar los derechos humanos no importa tanto, si alguien quedó ciego es porque algo estaba haciendo, es la misma justificación que se utilizaba en dictadura.
Entonces si tenemos ese trato con los nacionales, es cosa de imaginarse cuál es el trato que reciben los migrantes. Hay una indolencia feroz.
«Un país podrido por el individualismo»
—»Siempre tras una estadística y un número, también hay un nombre, un rostro y una historia, que cada persona que migra es portadora de una memoria e identidad». ¿Qué impresiones conservas más nítidamente de los testimonios recabados?
—Lo fundamental de la escritura me parecía la agencia que ella implica, la elaboración narrativa de la propia autora para contar su historia. Son muchísimas las imágenes que recuerdo: un grupo de migrantes cruzando un campo minado para reunirse con sus familiares es algo muy fuerte.
También otras situaciones de explotación laboral que son aberrantes, reencuentros familiares, desengaños amorosos, la soledad, la hospitalidad gratuita, la creación artística o literaria, hay muchísimas imágenes. Todas las historias dicen algo importante con una perspectiva diferente.
En cualquier caso, debo reconocer también que la historia de Elizabeth Andrade me impactó mucho. La entrevisté mientras ella trabajaba en un turno de noche, muy a la rápida, porque ella tampoco tenía tiempo. Fue durante la pandemia.
Después la conocí, fui al macro campamento Los Arenales de Antofagasta a conocer la lucha de las lideresas por el derecho a la vivienda digna, la mayoría de ellas son migrantes. Lo que ellas hacen es un faro de luz y esperanza para un país tan podrido por el individualismo.
El feminismo popular
—Las inmigrantes son todas mujeres. «Las mujeres representan el 49,1% de la población migrante del país y son ellas quienes, por diversos motivos, enfrentan la realidad más cruda de la migración. En este sentido, el género no es una perspectiva más del fenómeno, sino parte esencial de él». ¿Puedes ampliar esta idea?
—Dentro de los estudios migratorios, la migración femenina está muy estudiada y es un campo que cada vez crece más. Hay sectores de empleabilidad donde las mujeres tienen una gran relevancia. Por ejemplo, en los 90 y 2000 las empleadas domésticas peruanas fueron un «boom», por así decirlo, en la sociedad chilena. Las mujeres peruanas constituían el 65 % de la migración de ese país.
En Antofagasta, por ejemplo, también hay una gran representación de mujeres colombianas, que vienen de la costa Pacífico, de Buenaventura y de Nariño. Ellas son las que inician las cadenas migratorias. Existe una demanda de trabajadoras migrantes en servicios y trabajos de cuidados. Cuando la mujer blanca se inserta en el mundo laboral, casi siempre hay una mujer migrante o afrodescendiente que realiza sus trabajos de cuidado. En estos últimos es donde suelen insertarse las trabajadoras migrantes.
Entonces la irregularidad migratoria producida por el Estado favorece al conjunto del sistema capitalista, que las explota para reproducirse a sí mismo. Lo que me interesa, y en esto estoy trabajando ahora, es en la agencia que producen los cuidados comunitarios donde las mujeres migrantes, por medio del feminismo popular, crean lazos de cooperación y sororidad para contestar los regímenes patriarcales y raciales de dominación.
***
Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, y Subterfugio y los volúmenes de cuentos Frivolidades, Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Hans Frex A.