Con este libro de relatos, su autor, el narrador chileno Fernando Torres Véliz retoma con maestría artística el tema de la dictadura, asimismo con oficio y de manera valiente, al enmarcar muchos de estos cuentos en el traumático período iniciado en 1973. El volumen de lanzará el próximo miércoles 14 de diciembre en el Museo de la Memoria.
Por Martin Faunes Amigo
Publicado el 9.12.2022
«Terminen con eso», nos dicen los negacionistas, «porque lo que escriben ya a nadie le importa ni les interesa».
Claro que no es así como lo dicen, para hacerlo emplean eufemismos doctorales, aparentando ser personas preparadas, es la manera de como esconden su vergüenza: «lo ocurrido durante la dictadura es un tema que está agotado y ya no emociona, sólo aumenta la odiosidad y el resentimiento». Noten, eso sí, que además evitan la palabra «dictadura».
En un cinismo desenfadado la reemplazan con el término «gobierno militar».
Son argumentos falaces con que buscan acallar a esos historiadores informales que somos los escritores: observantes incansables de nuestro entorno. Y esos que nos invitan al silencio saben que mientras haya quienes escriban como Fernando Torres Véliz, no podrán negar ni ocultar lo que hicieron o su complicidad con los hechos que hicieron sufrir a un país al cual hirieron, y cuyas cicatrices que no se podrán borrar.
No obstante, insistirán en esa tarea negacionista que no tiene futuro, sin entender que el éxito de la literatura como en todo el arte, consiste en que el escritor logre conectar sus vísceras con los lectores, y en ello nada hay agotado. Así, los hechos ocurridos y que tanto nos conmueven, una y otra vez serán retomados por escritores y artistas que buscarán nuevas formas de desarrollarlos y que siempre las encontrarán.
Y cómo no, si cientos si no miles de veces se han escrito dramas inspirados en aquel del amor entre un mujer perteneciente a un clan con un hombre que pertenece a otro grupo enemigo —Romeo y Julieta—, y también la del amante despechado que asesina a su pareja infiel (Carmen de Bizet).
Esto Torres Véliz lo hace con maestría retomando el tema de la dictadura con oficio y de manera valiente, enmarcando muchos de sus escritos en el período iniciado en 1973. Es lo que podremos encontrar en Paisajes desde el olvido. Memorias de un exprisionero político.
Amores inconfesados
Y en hora buena. Por qué no tendría que hacerlo si los franceses seguirán escribiendo para siempre sobre su revolución, los norteamericanos sobre sus guerras mundiales, y los judíos sobre el holocausto, y si el escritor logra de manera creativa que el lector se emocione, el tema jamás va a estar agotado, haciendo notar que si en el caso de Torres Véliz, él nos ayuda a mantener la memoria, tanto mejor.
Es que parecerá una frase hecha, pero un país sin memoria está condenado a repetir los errores del pasado y con aún mayor fuerza. Una situación que no puede ser más real.
Así, los testimonios que él escribe que bien pueden clasificarse en lo que hoy llamamos «las narrativas del Yo», emocionan.
Y emocionan más aún a quienes vivimos situaciones tan parecidas a las que él describe, reconociendo entre las suyas algunas que nos relacionan de manera directa, como es el caso de «Encarcelado» donde dos músicos que se conocen sólo por lo que uno de ellos —el «Quila Chico»—, autorizado por los guardias de la prisión a ejecutar instrumentos, los interpreta mientras el otro en aislamiento, sólo puede escucharlo a través de las murallas, y no llegarán a conocerse de manera personal, años después, cuando recuperarán por fin la libertad.
Esta es una historia que todos querrán conocer.
Luego, entre estos textos sobresale «El día trunco», donde Torres narra la historia de un hombre que no tuvo tiempo de darse cuenta del fogonazo cuando sintió sus costillas astilladas: Cayó de frente y volteó su cuerpo casi al filo de la muerte y se revolcó hacia un costado como para no caer al río. Había logrado cruzar la calle y atravesar el puente, pero no había logrado salvar su vida.
O «Una gata sobre el tejado», donde Torres narra la historia de un tirador solitario que salía de la oscuridad a disparar sus armas de pequeño calibre hacia el cuartel de la Policía.
Y mientras él imaginaba que ese tirador podía ser un gato negro, ligero e inteligente, saltando con sigilo para cruzar los techos con mucho estilo, lo atormentaba el que los sonidos del revólver de su gato sólo sonaban como tin, tin, tin y la respuesta desde la estación de policía sonara como bam, bam, bam. David contra Goliat. Era un gato suicida entonces, o tal vez una gata loca. Notable.
Pero Torres Véliz, se da en Paisajes desde el olvido, espacios para hablarnos también del amor que a pesar de todo surge aunque sea en medio de la tragedia. Lo hace magníficamente en textos como «Amor de correo»: «Mientras estuve prisionero, tuve una amiga por correspondencia; una amiga en una tierra lejana que, carta a carta, se convirtió en mi amor platónico. Pero nunca se lo dije».
Así mismo, en «Delicioso melodioso», nos hace una bella evocación erótica estando prisionero: «La mano no es nada sin sus dedos y los dedos no son nada si no puedes tocarla. Mientras la mano izquierda recorría el suave cuello de su amada, la diestra ponía dos de sus dedos de niño bueno como buscando la posición correcta. Y como si entendiera sus intenciones, ella le respondía al instante lanzando gemidos deliciosamente melodiosos. Haciendo notar que en realidad dos dedos puestos correctamente solo pueden dar ese timbre menor que invita a la melancolía del amor acústico».
Se trata de una hermosa pieza cuyo significado dejaré para la curiosidad del lector.
En definitiva, Paisajes desde el olvido es un libro más que necesario.
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Martín Faunes Amigo es un escritor chileno, profesor universitario, magíster en psicología social, y posee un postítulo en cine y drama de la Pontificia Universidad Católica, curso en donde fue alumno del Premio Nacional de Literatura 2014 Antonio Skármeta.
Imagen destacada: Fernando Torres Véliz.