[Crítica] «Trayendo a casa todo de nuevo»: Fabián Casas es una máquina

El prodigioso autor argentino es un esteta lo suficientemente sensible para darse cuenta en sus textos de que todo es material literario, desde el mingitorio de Duchamp hasta el taller de su padrino, desde la pasión por San Lorenzo de Almagro que le transmitió su viejo hasta las películas de Coppola, la narrativa de Zelarayán y la filosofía del Indio Solari.

Por Alfonso Matus Santa Cruz

Publicado el 29.12.2022

Acabo de ver cómo se grabó la secuencia de un salto en motocicleta hacia el vacío de un acantilado en Noruega, no una, sino al menos seis veces en un mismo día. El protagonista es Tom Cruise, quien luego de soltar la motocicleta despliega un paracaídas y vuela entre la bruma y las paredes rocosas del paisaje.

¿El propósito? Probar que no necesita dobles y regalar a los espectadores una secuencia que justifique el título de la película —uno de esos blockbusters de Misión imposible, seis o siete, ya es imposible seguir la pista a los refritos de refritos— y la teología en torno a la adrenalina que ha construido la fábrica de películas de acción hollywoodense.

Aquella es una escena que trata de simular lo casi imposible, llevando a cabo una proeza con todo el entrenamiento y los resguardos técnicos posibles, pero una acción de riesgo, al fin y al cabo.

Ese riesgo, ese gusto por componer secuencias que simulan pero que van más allá de la simple acción, porque profundizan y tamizan las tramas de libros, álbumes musicales, películas y recuerdos inscritos en la convergencia de lo personal y lo colectivo, es lo que hace de una forma muy idiosincrática Fabián Casas en sus Ensayos bonsái y a lo largo de toda su producción de bosquejos y zambullidas ensayísticas reunidas en el volumen Trayendo todo a casa de nuevo, editado por Emecé.

Analogar el quehacer de Casas con el de Tom Cruise es comparar un enjundioso plato de porotos granados con uno de esos enormes platos que tienen una lonja del pez de turno en la vanguardia gastronómica. Cualquiera se da cuenta dónde está el alimento y el sabor, y dónde la representación.

Sin embargo, hay algo que resuena en este karateka del verbo pop, que logra aunar logos y lenguaje coloquial, pasiones de barrio y fútbol con análisis de Bon Dylan o Spinetta, de la obra de Saer o Aira, con una libertad pasmosa y sugerente, con las performances de Cruise. Claro que un registro totalmente diverso.

Mientras Tom es un kamikaze a lo grande y con todos los resguardos de las maquinarias millonarias que son las productoras de Hollywood, Casas es un kamikaze de lo mínimo (sin los millones ni las cámaras de una industria encima, ni la quimera de la cienciología como brújula moral).

Así, el autor argentino es un esteta lo suficientemente sensible para darse cuenta que todo es material literario, desde el mingitorio de Duchamp hasta el taller de su padrino, desde la pasión por San Lorenzo que le transmitió su viejo hasta las películas de Coppola y la narrativa de Zelarayán o la filosofía del Indio Solari.

Todo lo recibe y lo metaboliza, en la línea ejemplar de los lectores abiertos, Casas sabe que la basura puede reciclarse y los clásicos reinventarse.

 

Ideas y anécdotas por montones

Con varias décadas de oficio en el cuerpo el escritor argentino, que ahora habita en el DF de México, ha tenido la extraña virtud, como decía Bolaño de su amigo Villoro, de no convertirse en otro caníbal literario.

Todo lo contrario, sus derivas y digresiones abundan en recuerdos personales marcados por la amistad, la gratitud, el arrojo y la experiencia que le han transmitido los seres queridos que le ha deparado la vida, ya sea su tío que anduvo en la segunda guerra mundial, su hermano mayor, Zelarayán u otros amigos músicos, narradores y poetas compañeros de generación.

En ese sentido podría aventurarse que el rol de Casas, uno que quizá no ha buscado, pero sí se lo ha ido ganando a pulso de escribir como si conversara tomando un mate o cervezas con sus amigos, es el de ser un escritor en el que, de un modo misterioso, convergen las caóticas y hermosas tendencias que signan a una generación cultural.

Este libro de ensayos nos puede servir a nosotros como a él le sirvieron los discos de Dylan, Spinetta o Los Redondos: una banda sonora de pensamiento vital, crítico y estimulante, generoso y en continua persecución de una potencia expresiva tan clara como la lluvia o las palabras de una madre y las carcajadas de un viejo comediante dispuesto a morirse de risa.

Su prosa tiene esa rara cualidad de sonar como una banda acústica que se lanza a experimentar con la electrónica a lo Radiohead. Es eléctrica y artesanal a la vez, una mezcla de potencia spinoziana con el hedonismo especulativo de Douglas Adams y la magia bufonesca de Frank Zappa.

Es capaz de regalarnos anécdotas a granel a la vez que nos pasea por las ideas de Schopenhauer o Ranciere para luego explorar esos paisajes dadaístas que son el peronismo o el culto a Maradona, sin nunca dejar de ser cercano, como un tío curioso y desenfadado que ha leído, visto y escuchado casi todo lo que el tiempo le permite.

Y más encima tiene la gracia de empaquetar todo como un vendedor ambulante de bonsáis, desplazándose de una plaza a la siguiente, regalándonos pequeños textos elásticos y ricos en referencias, como un detective que le pasa todo el trabajo hecho de antemano a quien lo sucederá en la labor de investigar el caso de turno.

Casas es una verdadera máquina de ensayos bonsái y no puedo estar más que agradecido al amigo que me invitó a leerlo y me prestó este libro que son muchos a la vez.

Solo por dar algunas coordenadas recomiendo a los que sondean la obra de Tolstoi y César Aira, respectivamente, uno en que recuerda a su padrino y otro sobre el diario y el oficio de Julio Ramón Ribeyro, el espléndido cuentista peruano.

La verdad es que no hay desperdicio, así que ha seguir dando cuerda a la máquina de ensayos bonsái.

 

 

 

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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, el de barista y el de brigadista forestal.

Actualmente reside en la ciudad Puerto Varas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook Poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Trayendo a casa todo de nuevo», de Fabián Casas (Emecé, 2022)

 

 

 

Alfonso Matus Santa Cruz

 

 

Imagen destacada: Fabián Casas.