Desde la década de 1990, el comunicador y pedagogo chileno Cristián Warnken Lihn entrevistó a connotados poetas y escritores nacionales, entre quienes cabe mencionar a Francisco Coloane, Jorge Teillier, Roberto Bolaño, Raúl Zurita y a Elicura Chihuailaf: así se fue haciendo de un cartel de autoridad socialmente reconocida, y el cual le sirvió de plataforma pública a fin de posicionarse en forma mediática y por último en nuestro imaginario colectivo.
Por Edmundo Moure Rojas
Publicado el 30.12.2022
El 2022 ha sido, para nosotros los chilenos, el año amarillo.
No por la profusión de importaciones desde China, ni por las alegorías a Vincent van Gogh, sino por el gatopardismo instalado para un largo tiempo, luego del brusco apagón del «estallido social», por el advenimiento de un gobierno en el que teníamos cifradas grandes esperanzas, que se va transformando, poco a poco, en un fiasco amarillo.
Asimismo, por la derrota popular, infligida bajo mano de la derecha goebbeliana, a través de un manejo, tan eficaz como siniestro, del 99% de los amarillos medios de comunicación en este remedo de República.
De esta manera, a fines de 2021, la gestación de una nueva y democrática Carta Fundamental, que reemplazaría los preceptos encadenados de la dictadura militar y empresarial, parecía un hecho incontrovertible.
Un año más tarde, la certeza ciudadana confirma, a través del vapuleado inconsciente colectivo, que no habrá nueva carta magna; a lo más, un remedo de la perpetrada por Jaime Guzmán, con afeites de ocasión y miriñaques por cuenta de la corrupta clase política, que supo cautelar, con ayuda de financistas y de seudo intelectuales, sus prebendas y negociados.
Cierto, no se salvan ni Dios ni el Partido, ambos firmantes del espurio acuerdo, a espaldas de ese pueblo cuya palabra se pronuncia y manosea y escupe, cada cierto tiempo, por tirios y troyanos. Como el azufre amarillo que lanza el fuelle sobre las uvas en ciernes, así ha salpicado a la sociedad entera, como si soplara el miedo de perder hasta lo que no se tiene.
Por algo el hedor amarillo del azufre es el aroma del Diablo.
«Tú no estás considerado en esta vuelta»
Se preguntaba Pepe Cuevas, el poeta de las muchedumbres, dónde se escondían ahora esas multitudes esperanzadas que cantaban otrora canciones de libertad, que invocaban la revolución y escribían su preludio en los muros de ciudades y villas.
Desaparecieron, se esfumaron como la espuma de la cerveza derramada sobre las mesas bohemias, cuando la poesía se incendiaba cual proclama y los poderosos sufrían de insomnio:
—Viejos tiempos, compañero… Con todo respeto, no se me ponga romántico.
—Qué le puedo decir; no me hallo, según decía mi abuela campesina. Todo se ve tan cambiado, irreconocible. Solo nos va quedando el Bar Unión Chica, la mesa de Teillier y Cárdenas, el rincón epónimo de Aristóteles España.
—Mire lo que dice la Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional, sobre su amigo José Ángel Cuevas, que no es ningún angelito, más bien un maldiciente compulsivo y algo estrafalario:
La poesía de Cuevas continúa siendo urbana y representando personajes marginales que caen en el olvido o la desgracia. La crítica social se mezcla con imágenes humorísticas y patéticas, protagonizadas por personajes cesantes, borrachos o que trashuman por una capital arruinada. La memoria histórica y la denuncia social y política son ejes importantes en la escritura de este libro.
Según Luis Ernesto Cárcamo, el expoeta (sic) saca su voz de la garganta seca y asfixiada del hablante ciudadano, contaminado con las vivencias y atmósferas circunstanciales de los desdichados de la polis: cesantes, alcohólicos, izquierdistas nostálgicos o desencantados vagan a lo largo de estos poemas.
—Mejor lo que dice el propio poeta que las referencias críticas. Estos poemas de Pepe Cuevas, que traigo, parece que están hechos para usted y para mí:
LO COMIDO Y LO BAILADO
Al fin y al cabo el caso no consiste
sino en un puñado de pueblos recorridos
canciones gozadas soñadas
unas mujeres que suben las escalas y vuelven
Cantando victoria
siempre el suscrito en un lugar del mundo
Bajo el cielo
un hombre rodeado de árboles
y aviones militares que
se deslizan junto a
la Virgen del Cerro
para caer
al fin y al cabo
en la desvergüenza total.
DE LOS ANCIANOS QUE APRIETAN SU PUÑO Y LO LEVANTAN CUANDO CANTAN
Viejo:
tu nunca volverás a ser feliz.
nadie te propondrá ½ litro más de nada
ni leche leña
ropa limpia
nadie nacionalizará ya ninguna cosa
no pienses en un centímetro de tierra
alguna canción para ti, nada.
Olvídate.
Tú no estás considerado en esta vuelta
Viejo “e mierda”.
En el mismísimo riñón de la oligarquía
—Hablemos de Cristián Warnken, gran amarillo, pues ha tenido un año esplendoroso a costa y por cuenta de su patrón, El Mercurio, escribiendo en contra de los constitucionalistas y lavándoles la cara a los peores turiferarios de Sebastián Piñera.
—Y un grupo de ciclistas lo fue a funar a su casa en Vitacura, en el mismísimo riñón de la oligarquía…
—Habla usted en el lenguaje de Lucho Corvalán. Ya no se usan esas metáforas. Estamos en la época de los “grandes acuerdos”, mientras agonizan, sin remedio, las ideologías.
—Eso no es cierto. Huidobro dijo que hasta cantar a la rosa es un acto ideológico.
—El inventor del creacionismo jamás hubiese sido amarillo…
—Cómo cambió el hombre… Me refiero a Warnken.
—Poderoso caballero es don Dinero. Oiga, y es sobrino de Enrique Lihn.
—Y qué culpa tiene el gran poeta Lihn. Que yo sepa, nadie administra el testamento de sus genes. Si no, seríamos todos genios, o rufianes, pongamos por caso.
—No joda, vamos a lo que vinimos.
En su tiempo, Cristián Warnken, el Gran Amarillo, entrevistó a connotados poetas y escritores, entre los que cabe mencionar a Francisco Coloane, a Jorge Teillier, a Roberto Bolaño, a Raúl Zurita, a Elicura Chihuailaf.
Así se fue haciendo un cartel, que le sirvió de plataforma, para alzarse con el Premio de Poesía Pablo Neruda, auspiciado por la Fundación homónima. Se lo dieron en mayo de 2019, cuando estrenó su primera chaqueta amarilla, tal vez como premonición del estallido social, que iba a ser, en buena parte, apagado con los amarillos orines del amarillismo de tanto amarillento.
En este paisito, todos los que se asoman a un libro, quieren ser poetas, es como la gloria máxima; parece solo cosa de apoyos mediáticos versainas plañideras, para poder lucir el diploma. Aunque los que van a quedar, los auténticos, serán un puñado de elegidos, no por «la belleza de pensar», sino por el irrefutable juicio estético de la memoria colectiva.
—A propósito, la nueva papeleta electoral viene en color amarillo.
—No me diga usted que concurrirá a las urnas.
—Jamasmente, como diría la inolvidable Stella Díaz Varín, mujer de vida, coraje y colores bien definidos.
—Uno de los ciclistas funadores me aseguró que escuchó gritar a un sirviente de Warnken: —Señor, señor, venga… que se nos está llenando de ciclistas pobres el recibidor.
—Le está poniendo mucho, compañero.
—También los calzones y calzoncillos, que dicen traen buena suerte en el cruce de los años viejo y nuevo, son amarillos.
—Y la mierda de los infantes y de los viejos suele ser de semejante color amarillo.
—Dicen que se avecina una era geológica amarilla…
—Basta.
***
Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.
Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.
En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Amarillos por Chile.