La nueva novela del mediático escritor español Ray Loriga —un mito literario de la década de 1990— se encuentra impregnada en su emocionalidad por la grave situación médica que su autor padeció hace un tiempo: el tumor cerebral que le fue extirpado —pero que dañó irrevocablemente su visión y su audición—, y el cual lo tuvo al borde del deceso, aunque pudo sobrevivir.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 18.1.2023
Hablar sobre la muerte parece ser un paso obligado para escritores y escritoras en distintos momentos de sus vidas, además, cuando una enfermedad grave ataca el cuerpo, la inminencia de escribir sobre esto es urgente.
De esta manera, el famoso narrador español Ray Loriga (Madrid, 1967), luego de padecer un tumor cerebral que lo tuvo a punto de perder la vida, se embarcó en una historia que habla de la muerte, pero también de la amistad y del amor.
Su última novela, Cualquier verano es un final (Alfaguara, 2023), retrata la vida de Yorikc, un hombre de mediana edad, que sufre de mareos y pérdida de equilibrio luego que le extirparan un tumor cerebral, situación que el mismo escritor padeció.
Quizás algo de miedo y sorpresa ante la repentina posibilidad de acabar con la existencia es un pequeño motor para comenzar a reflexionar y escribir en base a tan lacerante situación. En este sentido, Loriga ha manifestado recientemente en una entrevista:
«En este caso es el miedo al final del verano. Y hacer las paces con esa sensación, porque también es hermosa esa melancolía que se arrastra al final de todos los veranos. ¿Por qué porque los días empiecen a ser más cortos y más frescos me invade de ponto esta saudade? ¡Si tampoco he sido tan feliz! Pero recibo esta sensación crepuscular, de término de algo, quizás de término de un cúmulo de oportunidades que yo me había prometido al principio del verano, que es lo que solía pasar, cuando eras niño y acababa el verano y no habías hecho ninguna de las cosas que te habías prometido hacer. Comparar eso con la vida misma. Te ves al final y te das cuenta de que no has hecho ninguna de las cosas que te habías propuesto hacer», expresa el destacado autor madrileño.
Páginas llenas de nostalgia
Entonces, el miedo es a terminar la propia vida sin haber cumplido las promesas que uno se hizo consigo mismo. Por lo cual los personajes que transitan esta narración son seres que buscan amar a alguien, que buscan la amistad de otro ser humano pero, sobre todo, son hombres y mujeres que se saben inestables, y están conscientes que en cualquier momento la fragilidad de la vida puede ser golpeada por el zarpazo ciego de la muerte.
Una narración que transita por una juventud que se acaba, por el paso del tiempo y su inevitable final sobre nuestro cuerpo y sus pensamientos. Así, en cada una de las páginas de Cualquier verano es un final hay un aire de nostalgia: algo que se ha perdido o se va perdiendo con el paso de los años.
¿Será solo la juventud? ¿Es la cercanía de la muerte lo que nos comienza a preocupar? No existe una respuesta única absoluta y certera, pues cada uno de nosotros tiene su propia preocupación, sus dolores y tormentos que lo persiguen.
Sin a lugar a dudas, que esta es una de las novelas más sencillas de Loriga, pero que de una u otra forma nos sumerge en los temas que nos incomodan y nos generan dolor. Una lectura que atrapa y convence, una revisión que nos advierte que nada es eterno, menos nosotros, los frágiles seres humanos.
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Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente cursa el doctorado en literatura impartido por la última Casa de Estudios.
Imagen destacada: Ray Loriga.