En este libro, y valiéndose de textos muy breves, la escritora chilena Lilian Elphick exhibe un fino, profundo y rico despliegue del lenguaje, en construcciones donde se amalgaman la prosa narrativa con el constante fulgor poético de su sensibilidad femenina.
Por Edmundo Moure Rojas
Publicado el 4.2.2023
Jorge Luis Borges nos prescribe la brevedad. Se remite a Baltasar Gracián, como paradigma de la síntesis del lenguaje. Aunque hay épocas de la literatura en que la frondosidad del idioma se exhibe como una suerte de mérito en sí misma, así ocurre con el Barroco y sus posteriores ismos tributarios, como el realismo mágico, iniciado por Valle-Inclán, en España; perfeccionado por José Lezama Lima y llevado a su esplendor por García Márquez, en Latinoamérica.
Hoy en día, en nuestra modesta república de las letras, está viviendo un auge renovado la «minificción», el relato breve, brevísimo a veces, heredero no siempre afortunado de Monterroso. Desde diversos espacios de difusión literaria ha surgido un grupo afortunado de cultores, algunos, cerca de la narrativa; otros, inmersos en la poesía, aunque no sea propiamente lo definido como «prosa poética».
Confieso no ser asiduo a las minificciones, quizá porque mi ascendencia literaria hispana y luso-gallega, me incline a escribir con desplantes de barroquismo, situación que me ha traído inconvenientes en postulaciones a los fondos del libro, entre cuyos evaluadores prevalece el criterio de «simplificar el idioma», «evitar arcaísmos», «reducir adjetivaciones», para imponer un lenguaje «urbano», en la onda de los habituales cronistas y escribas del vanguardista Clinique y otros mentores del habla escueta y los coloquialismos al uso, una especie de reguetón literario.
Estoy en desacuerdo con empobrecer el idioma y reducirlo a 500 o a 600 palabras, pobre bagaje de pendolistas novatos.
Dentro del prurito humano de clasificar, para entender la realidad de diversos fenómenos, incluido el estético, está el de los géneros literarios, más o menos tradicionales, que no ha sufrido cambios relevantes en el último siglo, en Chile y en el mundo entero.
He recibido el breve libro Fuera de tiempo (80 páginas, 59 textos). Lilian Elphick parece responder a mis inquietudes y zozobras lingüísticas, demostrándome que, en textos muy breves, se puede exhibir un fino, profundo y rico despliegue del lenguaje, en construcciones donde se amalgaman la prosa narrativa con el constante fulgor poético, sin caer en vulgaridades de la neo-antipoesía elemental, con que se nos acosa en irrelevante profusión de publicaciones superfluas.
No soy crítico literario, pese a que recibo muchas solicitudes para comentar libros ajenos y suelo hacerlo, en las páginas de Cine y Literatura y en otros medios afines, como entusiasta cronista. Carezco de la formación académica y de su metodología para asumir, en propiedad, la función crítica, que admiro y celebro en maestros como Naín Nómez y Gregorio Angelcos.
No obstante, afirmo mis credenciales de comentarista en mi calidad de buen lector, afianzada por 73 años de lecturas compulsivas. Me sustento —otra vez— en Borges, cuando afirma que es más difícil encontrar, en nuestro tiempo, un buen lector que un buen escritor.
La burla de los minutos
En plena madurez literaria, en el cenit de su proceso creativo, Lilian Elphick me desconcierta, cuando anuncia la voluntad de no publicar nuevos libros. Esto no significa, claro, que clausure su escritura, pues no pocos escritores ejercen su solitaria vocación, desestimando las tentaciones de la grafomanía y el vértigo de la estridencia.
Fuera de tiempo es un conjunto de escritos donde la intemporalidad está en las eternas o perennes interrogaciones de la condición humana, que Lilian desarrolla y acomete desde su tríada estética de poeta, narradora y pintora del mundo, y de sus realidades ocultas en el sustrato de lo aparente, desvelándolas mediante la fruición del lenguaje que se poetiza, describe y pinta a sí mismo.
Descripciones, leves monólogos, reflexiones sobre el ser que vive prisionero del lenguaje, pero que es capaz de abrir los barrotes con la fuerza inequívoca de las palabras y de sus múltiples significaciones.
La voluntad vital de Lilian Elphick se manifiesta y transcurre a través del meticuloso tejido de palabras que nos brinda su estética. Sugiere, propone, pero no establece, ni menos pontifica.
El amor sin filiación posible; el desasosiego hecho sopor o pesadilla, la angustia del devenir, la búsqueda del canto del grillo que no cantará en su prisión, pues lo que el ser humano cree aprehender entre sus dedos, se vuelve fugitivo, como el tiempo; efímero, como el amor; inestable, como el agua derramada desde las cumbres.
Sí, porque estar fuera de tiempo, de la ilusoria cronología de lo cotidiano, es tarea y propósito de espíritus refinados, sin que ello signifique un acto elusivo frente a la realidad contingente que nos golpea con multiplicidad de sucesos e incitaciones, que nos hiere con el dolor, la injusticia y el vasallaje de millones de esclavos que celebran el entretenimiento de una libertad ilusoria, girando sus caleidoscopios electrónicos, donde está todo el mundo en su vocinglera vaciedad.
Así el texto central que otorga su título al libro:
FUERA DE TIEMPO
«As a woman I have no country. As a woman I want no country.
As a Woman, my country is the whole world».
Virginia Wolf, en Three Guineas
Cuando veo a un puma bajar de los cerros, estoy fuera de tiempo.
Cuando veo a un helicóptero rugir entre las nubes, estoy fuera de tiempo.
Cuando creo que mi pezón es la lengua fragante de amaro, estoy fuera de tiempo.
Cuando vas y yo vengo, y nuestras miradas se cruzan, el tiempo es indivisible. Estoy fuera de él. Y dentro.
Cuando oigo la trompeta de Chet Baker, cuando ingreso al bosque sagrado y al pedregal de los asesinados, cuando te recuerdo en el aire que respiro y al exhalar ya te has ido en todas las palabras y en todas las caricias te quedas.
Y es el tiempo el que piso en la arena de los días, y es esta rebeldía que llevo al caminar en la escritura tierna e incomprensible, y es el golpeteo de la lluvia en el pavimento de una ciudad abandonada, y las cerezas del verano son las manzanas del invierno.
Cuando estoy fuera de ritmo, entro, nunca salgo.
Off-beat.
¿Testimonio, prosa narrativa, minificción?
Pónganle la descripción que les venga en gana.
Para mí, poesía, señores jueces; conmoción y encantamiento en pro del disfrute gozoso de lectoras y lectores.
***
Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.
Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.
En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Lilian Elphick en 1980.