El nuevo libro del ensayista y académico chileno Javier Agüero Águila —y el cual aborda en sus páginas las figuras y los pensamientos de Freud, Zizek y Butler, respecto a la esencia de las conflagraciones humanas— se presentará el próximo lunes 3 de abril en el Centro de Extensión de la Universidad Católica del Maule, en la ciudad de Talca.
Por Ariel Lugo
Publicado el 17.3.2023
Una plaza. Un niño. Un juego. En Talca, un niño juega en una plaza. Seriamente, como todo juego. Javier juega en esa plaza, imbuido en el juego. No es Agüero Águila, sino Javier quien allí juega. Juega solo, pero nos invita amablemente a participar. Lo miramos de reojo, pero aceptamos.
Pero antes que a nosotros, invitó a la pequeña Judith que jugaba —también sola— en una pequeña plaza de Cleveland. El niño Sigmund en su pequeño Příbor recibió también la invitación. Y el nene Slavoj que inventaba un juego en su Liubliana natal.
No sabían bien las reglas del juego, es más —creo— que Javier tampoco, ya que ellas se iban creando a cada paso, alejadas del formalismo que siempre les exigirá la Academia a Žižek, Freud, Butler y Agüero Águila.
Pero el tema en el que se adentra el texto no es un juego, para nada lo sería. Sino que el juego es pensar libre y seriamente para intervenir e involucrarnos.
La alteridad estremecida
Con Freud nos invita a analizar sus posicionamientos políticos y cotejarlos con sus posturas teóricas, para ver que no siempre se llevan bien y que en ocasiones se contradicen. Un Freud belicoso e identitario que no toma en cuenta —al menos— no del todo, sus palabras, aunque sean en expresiones vertidas en un intercambio epistolar:
«Este relato ya sea de un yo, de un nosotros o de un pueblo, se arma, por lo general, en contra de aquel o aquella que mantiene y defiende su propia querella identitaria. En este sentido mi identidad es el otro y si pretendo reforzarla, no es sino en base a un potencial odio; odio que, finalmente y en esta línea, es hacia uno mismo, aunque se despliegue en la órbita de un inconsciente que nos traiciona» (p. 27).
La guerra se presenta y deja huellas que no se pueden simplemente olvidar: «[l]a guerra como marca, como inscripción, impacta en un otro que no tiene referencia y que no posee cardinalidad alguna; simplemente no está». (p. 37).
Pero no para quedarse en esas marcas, para no poder avanzar, sino que se debe —esperanzadoramente como propone Javier—: «[m]irar el presente con los ojos del pasado podría darle un porvenir a la ilusión del fin de la guerra sin obturar sus consecuencias, sin dejar inmune al más allá del principio del placer o la pulsión de muerte» (pp. 51-52).
Agüero Águila escudriñando la actual guerra de Ucrania, pero de toda guerra, sostiene que: «[t]oda guerra, entonces, no es más que un asunto ético, de hermandad y de amor entre ciudadanos que se consideran hijos e hijas de una misma identidad…» (p. 77).
Aunque eso, más allá del posicionamiento político que adoptemos —colocándonos de un bando o de otro—, no debe llevarnos a lugares de indolencia y alejados de la empatía por el otro, ya que: «[e]s la alteridad estremecida, alienada por los estragos de la violencia la que nos increpa y se querella por nuestra indiferencia» (p. 92).
Golpes que se sienten
Siguiendo a Butler, Agüero señala los estragos de la guerra que llevan a la desmembración y al individualismo por intentar sobrevivir: «La guerra individualiza, descolectiviza y hace que el cuerpo que antes formaba una comunidad junto a otros cuerpos, pase a ser solamente una hoja más en el viento de la destrucción y la violencia» (p. 98).
Agüero hace una importante distinción —hoy que se habla tanto de Rusofobia—, para evitar confusiones, donde los pueblos no se deben tomar por las decisiones de los gobernantes que los conducen a las guerras:
De esta forma: «es posible establecer algo así como una ley cuando de la violencia y la guerra se trata: los pueblos no son sus gobernantes y las guerras no la libran esos pueblos, sino la enajenación colonialista de aquellos que manipulan a hombres y mujeres para hacer triunfar sus ambiciones fuera de serie» (pp. 106-107).
Es así, que por aquellos que no tiene plazas, y tal vez nunca más las tengan: en Siria, Ucrania, Yemen y muchos otros países que sufren la guerra, pero también por los que aún poseen las posibilidades de jugar en ellas, de divertirse, por todos ellos y por los que se animan a pensar, y nos obligan a que lo hagamos, por Agüero Águila que busca que Javier no se quede sin su juego (fuego) del pensamiento, para pensar nuestra realidad y nuestras guerras aunque no golpeen directamente la puerta de nuestra casa, se sienten sus golpes.
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Ariel Lugo es magíster en ciencias sociales y humanidades con orientación en filosofía social y política. Licenciado y profesor en filosofía, docente en la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina). Recientemente compiló el libro Ciudadanías alternativas.
Imagen destacada: Javier Agüero Águila.