Nominada durante los últimos premios Oscar en la categoría de mejor película internacional, el largometraje de ficción dirigido por el realizador belga Lukas Dhont, acaba de estrenarse para Chile, en el catálogo de la plataforma de streaming Mubi.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 21.4.2023
«La feminidad representa la totalidad de lo que puede conocerse».
Joseph Campbell
Vivimos tiempos de profundos cambios, el nuevo siglo está siendo el del desmoronamiento de lo insostenible cuya potente imagen simbólica es la caída de las torres gemelas de Nueva York; las altas torres como alegoría de nuestra desconexión y alejamiento al latido de la madre Tierra en la priorización del dinero, la adicción a la propiedad y el frenesí competitivo.
Nos encontramos en el tránsito del paradigma patriarcal a una nueva forma de entender nacida de la feminidad humana. Feminidad que durante siglos y siglos ha sido acallada y maltratada tanto en los hombres como en las mujeres, especialmente maltratada en las mujeres como suma encarnación de ese rico ser y entender.
En este sentido se evidencia que el movimiento feminista es cada vez más influyente y la mujer cobra día a día mayor protagonismo social; todo ello con la voluntad —más allá de los indeseables radicalismos— de igualar las polaridades en la sociedad del dominio masculino y paralelamente también igualarlas en cada una o uno de nosotros.
Así, el gran mitólogo Joseph Campbell como buen conocedor de la naturaleza humana hablaba de la necesidad de cultivar la actitud heroica en referencia a la bipolaridad que encarnamos. Entendía a la mujer o a la feminidad como «la totalidad de lo que puede conocerse» y ante esa grandeza que desborda, abogaba que el hombre o lo masculino como «el que puede conocer» se arriesgara con noble valor a entenderla, respetarla y ordenarla (en el sentido etimológico de estructurar y no el lamentablemente habitual de mandar e imponer).
De alguna manera —todo depende de cómo miremos o el dicho «no es lo que ves sino cómo lo ves»— en eso estamos. Más allá del aparente caos que es propio de todo tránsito profundo, estamos en la difícil tarea de entendernos, respetarnos y de ordenarnos sin imposiciones, solo con la voluntad de reconstruirnos en humanidad y de este modo cimentar una sociedad más armónica.
Con esa conciencia integradora, el comprometido y sensible realizador belga Lukas Dhont nos ofrece una historia trágica de amistad adolescente que sin embargo es pedagogía hacia la consolidación del cambio individual y social en el cual estamos inmersos.
Más que amigos
Es bella la mirada empática de Dhont, una mirada luminosa y sutil que inicialmente nos sumerge en el gozoso día a día vacacional de dos grandes amigos a los que dan excelente vida Eden Dambrine quien es Leo y Gustav De Walee como Remi.
Hay gran belleza en el mostrar a los adolescentes disfrutando de su complicidad y de su alegría de vivir. Colaboran con sus familias en tareas del campo, corren, juegan, se admiran mutuamente y comparten intimidad con total naturalidad. En efecto, a menudo duermen juntos y suelen quedarse dormidos en un abrazo fraternal.
Y es que son más que amigos, son como hermanos. Se sienten bien así y se muestran sin rubor alguno en esa belleza amorosa. Sus familias están satisfechas al verlos tan felices juntos. Todo es armonía en su pequeño universo.
La suya es una amistad masculina en natural feminidad que se sitúa muy lejos de los estereotipos machistas del patriarcado que más allá de las muy visibles viejas imposiciones perduran en la actualidad en formas más sutiles.
Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers, incluido el final.
Amistad cuestionada
Así sucede en el nuevo centro escolar al que los dos acuden tras las vacaciones luminosas. Leo y Remi se muestran tal y como son, en desnuda verdad. Se tocan o se apoyan en gestos de intimidad que son normales entre las chicas pero que en los chicos crean miradas, recelos e imponen etiquetas.
De modo que Leo ha de dar explicaciones en creciente incomodidad a compañeros desconocidos que cuestionan su amistad y la califican como homosexualidad. Más allá de esa tristísima consideración peyorativa del amor carnal entre hombres de la que el chaval «se defiende», entiendo que en ese cuestionar está la sutil intoxicación machista que pervive en nuestra sociedad «igualitaria» del no aceptar plenamente la feminidad en los hombres.
Y por ese sentirse cuestionado, Leo —quien parece depender más de la aprobación grupal que del aprecio de Remi— poco a poco reduce sus tiempos en común con su casi hermano. Y si antes se apoyaba cariñosamente en el hombro de él, ahora rechaza cualquier contacto físico con este.
Entonces Leo se aparta y su sorprendido amigo se siente profundamente dolido.
Por ese sentir doloroso Remi llora ante un Leo irreconocible para él. Pero Leo hace todo lo posible para que ningún compañero de estudios vea sus lágrimas, en ese rechazo silencioso planea la impostura machista de: «los hombres no lloran y menos por otro hombre».
Silencios
No obstante Leo acabará llorando por Remi cuando confiese que él lastimó emocionalmente a su amigo suicida, lo confesará a la madre del casi hermano. Porque lamentablemente Remi no puede asimilar ese vuelco radical y opta por acabar con su dolor en radicalidad extrema.
Dhont nos muestra ese proceso en sublime empatía luminosa, un mostrar exquisito en el que sobresalen los silencios de los dos protagonistas, silencios que no obstante hablan profundamente. Y nos revela con suma delicadeza las reacciones del entorno cercano de ambos chavales, sus familias y asimismo de sus compañeros de escuela.
Quedan en evidencia las dificultades adolescentes y en mayor medida las dificultades adultas —familias y docentes— para llegar al fondo de los cambios de comportamiento de los chicos, en concreto del cambio experimentado en el alegre Remi que lo lleva —no sin más de un aviso, que no es suficientemente valorado ni entendido— a tan fatal desenlace.
Luz a las sombras
Si bien la película retrata las naturales ambivalencias adolescentes y las grandes problemáticas que les afectan como son el acoso o el suicidio, a mi entender su pedagogía está en mostrarnos las sombras del incipiente cambio hacia una sociedad más igualitaria —donde tanto la mujer como la feminidad recuperen su lugar— en el que nos encontramos.
Concretamente las sombras que afectan a los hombres. Sombras que emanan de la limitada y limitante visión patriarcal en la que estos no pueden mostrar abiertamente su feminidad.
Siento que es necesario dejar atrás un entender que no entiende, una mirada ciega que califica el hablar de sentimientos o el llorar como impropios de un hombre. Y que considera aún más impropio que la vulnerabilidad masculina el tocarse con dulzura o el besarse entre hombres.
Del mismo modo entiendo que es necesario superar los estereotipos machistas más sutiles que afectan a los hombres como son el aceptar con plena normalidad el uso del rosa o los colores luminosos en la vestimenta, el pintarse las uñas o el adornarse de forma vistosa.
Vivimos tiempos de progresiva aceptación de la igualdad entre géneros y resarcimiento de la mujer. Pero lamentablemente a una velocidad más lenta se va reconociendo la igualdad entre géneros en lo referente al resarcimiento de la feminidad, especialmente en los hombres.
Close nos invita a reflexionar sobre el necesario resarcimiento de la feminidad masculina para consolidar el cambio igualitario en ciernes.
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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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Imagen destacada: Close (2022).