La segunda parte de esta trilogía debida al ilustrador norteamericano Charles Burns es una novela gráfica que puede ser considerada la más personal y autorreferente de su autor, hasta el punto de llegar a ser considerada por la crítica y sus lectores, como el propio «retrato de un artista adolescente» del dibujante.
Por Eduardo Suárez Fernández-Miranda
Publicado el 27.4.2023
Charles Burns (Seattle, 1955) es uno de los ilustradores e historietistas más interesantes de los Estados Unidos. Su trabajo empezó a despuntar a mediados de los años ochenta en Raw, la mítica revista de cómics creada por los dibujantes Art Spiegelman y Françoise Mouly en 1980, y que durante diez años fue, además, una de las publicaciones que llevó el cómic europeo al mercado norteamericano.
Burns es el creador de obras como Big Baby, Skin Deep o Agujero negro.
El trabajo como ilustrador de Charles Burns no se ha centrado únicamente en el mundo del cómic. Su genio ha creado portadas de revistas, como las que preparó para las revistas Time, The New Yorker, o The Believer.
Su trabajo incluye, además, portadas de discos, campañas publicitarias o escenografía teatral. Pero son sus cómic o novelas gráficas donde Burns ha demostrado toda su capacidad artística.
La editorial barcelonesa Reservoir Books, en su colección Reservoir Gráfica, acaba de publicar la segunda parte de la trilogía Laberintos. Esta novela gráfica puede ser considerada la más personal y autobiográfica del dibujante americano, hasta el punto de considerarla el Retrato del artista adolescente de Charles Burns.
Ciencia ficción, el terror y los kaiju japoneses
En el primer volumen de la serie conocemos a Brian: «un adolescente tímido, prodigiosamente dotado para el dibujo, que está obsesionado con el cine de terror y que debe luchar día tras día contra sus miedos interiores». En su vida aparece, de forma inesperada, Laurie, una chica de su misma edad, que provocará que: «las fronteras entre la realidad y la imaginación empiecen a confundirse».
Así, en este segundo volumen Brian, Laurie y un grupo de compañeros han decidido rodar la película planeada. El escenario principal será una cabaña en medio del bosque, un lugar que ha elegido el cine para algunas de sus películas más terroríficas.
El aislamiento, las tensiones propias del rodaje y un ambiente opresivo desencadenan los hechos que se relatan en este cómic que hunde sus raíces en las: «historias de amor insanas, películas de serie B». En esta trilogía se dan cita la: «ciencia ficción, el terror y los kaiju japoneses».
De esta forma, en Laberintos, Charles Burns vuelve su inquietante mirada hacia la adolescencia, como ya lo hiciera en una de sus novelas gráficas más aclamadas: Agujero negro. Su trabajo refleja una introspección profunda que traslada a sus personajes.
El propio dibujante reconoce que: «en mi trabajo surgen a menudo ciertas ideas una y otra vez, como la de que hay una segregación entre el mundo interior y el mundo exterior». Ello se pone de manifiesto a través de una ilustración nítida y al mismo tiempo de una gran crudeza de imágenes.
Como se ha dicho, Charles Burns es capaz de crear: «imágenes potentes que invaden la mente del lector, como si tuviera acceso a un depósito primitivo y subterráneo del que extraer figuras que pertenecen a un ominoso inconsciente colectivo».
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Eduardo Suárez Fernández-Miranda es licenciado en Derecho de la Universidad de Sevilla (España).
Imagen destacada: Charles Burns.