El autor francés Joseph Andras libera en la escritura de estos dos textos de no ficción —reunidos en un solo volumen para su publicación por la editorial Anagrama—, una lucha comprometida y reflexiva contra el sentido común contemporáneo y frente a las máscaras identitarias del capitalismo.
Por Rodrigo Barra Valenzuela
Publicado el 12.5.2023
¿Cómo narrar?, ¿cómo seguir narrando?; la pregunta se desplaza por las épocas y ella encuentra respuesta sin necesitar elaborar demasiado en la reflexión. La escritura subsiste, la literatura avanza y sus motivos se multiplican tanto como la lengua y la experiencia lo permiten.
Pero debemos detenernos en la propuesta que Joseph Andras (1984) entrega en A lo lejos el cielo del sur & Así les hacemos la guerra, dos escritos de no-ficción (reunidos por Anagrama en un solo libro, en la primera traducción al español del autor) y que merecen calar más hondo que la pregunta inicial, en cuanto al desafío que plantean.
¿Cómo narrar los pasajes de un militante comunista, o los de amotinadores y saboteadores animalistas sin recaer ni en el cliché de izquierdas o en la maquinita moral a la que el mundo ha subordinado, mediante el discurso, a estas vidas? ¿Entre qué ‘nosotros’ pueden escribirse estas historias, en un mundo donde el espíritu revolucionario de esas agencias no hace más que verse condenado y el ‘nosotros’ en una aparente decadencia?
En definitiva, ¿cómo construir una lengua que, ante experiencias políticas radicales, no se reduzca a juicios o recaiga en una nostalgia memorial, sino que, con confianza, se oriente a hablar de ellas como experiencias ricas de sentido? El desafío es tan grande como lo es volver a hablar seriamente de estas prácticas, y Andras tiene algo que decir al respecto.
La exploración de la errancia parisina
En A lo lejos del cielo del sur, mediante una investigación exhaustiva y una pasión militante, Andras recorre las calles de París siguiendo los pasos de Nguyên (Ho Chi Minh), construyendo una escritura de varios hilos: el intento de dar con los lugares que borrosos se muestran en documentos y testimonios, y que son las zonas geográficas y urbanas de formación de Nguyên.
La exploración de la errancia parisina como una forma primitiva de la militancia, el relato de los informes de espionaje que seguían a Nguyên en cada uno de sus pasos, ahora narrados bajo el mismo sol, y, quizá, lo que es la mayor apuesta de su escritura, una voz que transita entre el sujeto y el objeto comunista,
Con lo cual evita hacer de la ideología marxista un pivote del «pasado para el presente», un objeto histórico, como tampoco encuentra en la heroicidad biográfica del personaje su intensidad, sino que se involucra con este mediante la suficiente distancia, de forma que el lenguaje no sella un valor testimonial o vivencial, poniendo, en cambio, al comunismo en perspectiva hipotética de presente, a través de las experiencias cotidianas de Ho Chi Minh.
En un estilo fundamentalmente descriptivo —que a ratos da la sensación de estar leyendo a Perec, en sus descripciones obsesivas de París, lo que a algunos lectores puede agotar— pero sin caer en el sujeto neutral, Andras, entre barricadas y chalecos amarillos, normalidad y excepción de la ciudad, entrelaza en la escritura pasados y presentes, dicotomías y conjeturas, armando una narración llena de contrastes, apoyándose en un sarcasmo exquisito y en un escepticismo que no decae.
Es así como recrea una imagen vívida y concisa, con una poética dúctil, de la persona de Ho Chi Minh, con efectos semejantes a los de una biografía pero imposible de considerarse como tal, renunciando, en palabras del autor, a: «la ilusión biográfica, la psicología, la narración individual y el sujeto soberano», priorizando una escritura atrevida frente al poder y poco interesada en el relato heroico.
De esta forma, la cuestión capitalista se presenta contingente y viva: como un nudo de problemáticas coloniales, patriarcales y de clase. Y aquí aparecerá una cuestión crucial: Andras, a pesar de su evidente indignación y escepticismo con el presente, no dará por muertas ninguna de estas experiencias. No las desechará, mediante la escritura, a un cementerio de memorias.
Así entonces: ¿Hacia dónde se dirige el texto?, ¿para quién va dirigido? Frente a estas preguntas le corresponden al lector, una vez más, esbozar nuevas respuestas.
La libertad no es solo cosa de conciencias humanas
En Así les hacemos la guerra, el segundo libro, un tríptico de textos cortos, Andras relata tres historias encontradas en la cuestión animalista. En la primera, es 1903, Londres, y la vivisección de un perro en el University College de Londres aviva en dos mujeres la crítica hacia la máquina de tortura animal, a la vez que sus reflexiones se van cruzando, como parte de un mismo problema, con la cuestión patriarcal y la necesidad de la emancipación de la mujer.
Luego, el segundo relato transcurre en la California de 1985 para ilustrar, en un movimiento breve y eficaz, una de las acciones que el Frente de Liberación Animal llevaría a cabo, quizás el más ejemplar, que terminó con el rescate de Britches el mono, luego convertido en emblema contra la experimentación animal.
Finalmente, el tercer relato se emancipa de la experiencia humana para dirigirse a Charleville-Mézières, en 2014, cuando una vaca junto a su ternera saltan del camión que las llevaba a la granja y, luego, al matadero.
A partir de ese acontecimiento, mientras la vaca corre por la ciudad escapando de policías y guardias —en definitiva, dirá Andras, del Estado—, se van colando reflexiones críticas sobre la humanidad contemporánea, activadas por la rebeldía que una vaca le pone frente a los humanos. Un término impecable para mostrar que la emancipación o la libertad no son solo cosa de conciencias humanas.
Al igual que en A lo lejos del cielo del sur, Andras libera en la escritura una lucha militante y reflexiva contra el sentido común contemporáneo y las máscaras del capitalismo.
Demuestra, mediante la experiencia, que la explotación animal corresponde vis-a-vis con las otras fases de la dominación y que las luchas de amotinadores y saboteadores no se explican mediante pasiones infantiles de rebeldía, sino como luchas emancipatorias complejas que, por medio de su narrativa, Andras consigue afrontar y dar voz.
Lo que queda, finalmente, es un tríptico de relatos que estimulan las facultades humanas más allá de la memoria. La historia, en este caso, efectúa otra cosa más que representar un pasado, incitando a la reflexión a posicionarse en un mundo que grita por necesidad de crítica.
Los dos textos de Andras nos invitan a poner en suspenso la censura calada en el lenguaje ante las experiencias políticas radicales, como también a reanimar el pulso militante de una época donde las formas de organización colectiva se ven mermadas por el horizonte individual de la vida en el capitalismo.
Andras apuesta por disputar la lengua, renovando el lenguaje político emancipatorio a la vez que construye un narrador sobrio pero firme en su posición.
Con toda evidencia, el autor busca volver a poner la emancipación en una lengua común e inteligente, y en vez de decidir por una mirada huraña hacia las ideas progresistas hoy repletas de identitarismo, les da una oportunidad para rescatarlas de la identificación y volver a preguntarse por su fondo: la cuestión del espíritu emancipatorio.
Una lectura más que recomendada para cualquier interesado en las nuevas formas de la narrativa, la ficción histórica, o la escritura crítica.
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Rodrigo Barra Valenzuela (1997) es egresado de filosofía, lector y escritor.
Imagen destacada: Joseph Andras.