En este libro concebido con valor y desgarro, el autor nacional Víctor Ilich anota las palabras necesarias para que el olvido no nos amordace, y las oraciones mantengan la memoria histórica, en un espacio creativo propicio a fin de redactar la utopía colectiva.
Por Thomas Harris
Publicado el 23.6.2023
Estos «trazos», la luz, la sombra y la sangre, construyen un ámbito del dolor, el sufrimiento, la pasión y la redención, en una serie de poemas interrelacionados entre sí, donde el poeta expresa un vía crucis —personal y colectivo— de los años cuando la tortura, la cárcel, la pérdida de los derechos humanos y la incertidumbre existencial fueron el pan amargo de nuestros días.
Así, y en un lenguaje metafórico en el cual despliega una imaginería cristológica, el verso se abre como una gran llaga para exhibir no solo el dolor, sino también la esperanza de que en un tiempo venidero, habrá espacio para la regeneración de esa herida, para que desde esa herida surja un hombre nuevo, desde la rotura y el desgarro.
Impresionan las imágenes que, sin alejarse de una textura cotidiana, entran en la imaginación del lector de manera tan sólida que nos enfrentan a la peor de las plagas de nuestro tiempo: la usurpación de los derechos del ser humano por la prepotencia del poder y de la represión.
La poesía está ligada al destino y el dolor humanos
El ángel de la muerte pinta en la frente del poeta, con hiel, su sentencia de muerte, y extiende sus alas negras sobre el dintel de su vida en donde deja caer una espada beligerante que ha desenvainado en nombre de la «justicia», que no es otra cosa que los dictámenes de la muerte disfrazada en la razón de la sinrazón.
De esta forma, en estos poemas que brotan desde la cruz del poeta y de los que sufrieron como él, de una cruz hecha de olivo viejo, hay dolor y redención, muerte y resurrección, violencia y esperanza.
Si el poeta recuerda desde el sepulcro, y sus memorias no pueden ser sino ira y aflicción, leemos, entre líneas y metáforas llenas de vitalidad, que si ha pasado una temporada en el infierno, desde allí ha de surgir una nueva forma de vida y poesía, que, por lo menos, al denunciar, haga de sus cenizas, que ahora cubren la tierra, las palabras necesarias para que el olvido no nos amordace, para que la palabra mantenga la memoria histórica y haga del espacio poético unos trazos de vida para dibujar la utopía.
Palabras escritas con desgarro y valor, las de Víctor Ilich, nos recuerdan que la poesía está ligada indisolublemente al destino y el dolor humanos, y que sin esta sabia humanista, la poesía se hundiría en un ocaso sin sentido.
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Tomás Harris Espinoza (La Serena, 1956) es profesor de castellano y magíster en literaturas hispánicas de la Universidad de Concepción. Como poeta, en 1992, recibió el Premio Municipal de Poesía de Santiago por su libro Cipango y en 1996 el Premio Casa de las Américas, por su obra Crónicas maravillosas.
Imagen destacada: Víctor Ilich.