«Perfectos desconocidos», de Álex de la Iglesia: El juego de la vulnerabilidad

El personaje principal del último largometraje concebido por el popular director español -todavía no estrenado en Chile-, es el celular, el WhatsApp, las notificaciones, las llamadas en altavoz, donde se expone lo público y lo privado en un abrir y cerrar de ojos, en el pulsar de un botón: lo relacional, el engaño, lo nunca dicho y lo verbalizado a medias.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 25.5.2018

Perfectos desconocidos (2017) -basada a su vez en el exitoso filme del italiano Paolo Genovese, que data de 2016- es la nueva película de Álex de la Iglesia, el cual en su peculiar y característica forma estética y audiovisual, nos da una rápida y concisa ojeada por nuestra ciber sociedad actual. Lo que somos y en lo que nos hemos convertido.

La cinta se desarrolla en su totalidad dentro de un departamento muy bien acomodado en el centro de una ciudad española. Como telón de fondo, una súper Luna de Sangre en conjunción con un mega eclipse bien bullado. Donde entre risillas solapadas, se evidencian los mitos circundantes en las redes sociales, mitos y temores colectivos; la comunicación en masa, que entrega el ciberespacio, están plagados por miedos del inconsciente colectivo del ser humano, esos miedos arquetípicos que se nos han ido enquistando, a través de los por si acaso y a través de los tantos fines de mundo, con las locuras que esto podría acarrear, sacándonos de contexto lo realmente importante, lo perecedero y lo humano, sin esa exacerbada necesidad de extrapolar lo de afuera con lo interno.

Porque hoy en día, el foco está puesto en el allá, en esa incesante búsqueda de llenar ese vacío silencioso y profundo, con un algo tangible. Todos volcados buscando las causas, pormenores y por mayores en el afuera, y qué mejor herramienta, tanto para evadir como para llenar espacios supuestamente muertos, que la tecnología al alcance de la mano.

Es poco probable que se haga de buenas a primeras, una libre autocrítica, lo más fácil y lo que más jala, y para donde hemos sido muy bien llevados, es a la búsqueda de nuestros males hacia lo externo, la búsqueda del culpable en el afuera, en vez de partir de lo micro hacia lo macro .

Finalmente todo depende del prisma que se utilice.

Y al parecer, el ser humano, toma consciencia siempre, después de un fuerte remezón, toma la balanza, respira y opta.

Por eso creo que el hecho de que Perfectos desconocidos se desarrolle en un espacio delimitado como un departamento, habla de eso mismo, de buscar adentro, de indagar en nuestra supuesta llamada zona de confort; habla de la no necesidad de adornos ni paisajes, ni efectos especiales para darnos una bofetada de realidad interna, a través de un humor negro, que saca carcajadas y las saca para que no lloremos al vernos reflejados en nuestras patéticas mini realidades, esas que nos auto afirman desde lo externo y que muestran lo efímero de la virtualidad.

El tema y personaje principal vendría a ser el mundo de la tecnología y las redes sociales; pero en lo profundo se encuentra detrás el tan manoseado miedo y la carencia, tan presentes en nuestra cultura occidental.

Tres parejas y una cuarta incompleta, invitadas a cenar, expectantes por conocer la nueva pareja de, con las miradas cómplices que se pasean por las distintas aristas de las relaciones de pareja, y lealtades entre amigos y géneros, donde el recorrido va hacia la variedad de personalidades de cada uno de los comensales.

El personaje principal, como dije anteriormente, es el celular, el WhatsApp, las notificaciones, las llamadas en altavoz, donde se expone lo público y lo privado en un abrir y cerrar de ojos, en el pulsar de un botón. Lo relacional, el engaño, lo no dicho y lo dicho a medias.

El engaño está presente de una forma u otra, al punto de llegar a mentirnos a nosotros mismos, casi como una suerte de trampa para ensalzar nuestros henchidos egos que siempre quieren más y donde cada vez nos vamos alejando de la profundidad de las relaciones, tanto con un otro como con nosotros mismos.

El largometraje gira en torno a un juego, donde casi todos se ven vulnerados, algunos superficialmente, otros desde la profundidad de sus verdades más ocultas, todos tratando de esconder sus insatisfacciones, y sin querer salir de la comodidad de lo conocido. El juego: leer en voz alta los mensajes y atender las llamadas que reciban en sus móviles durante la cena en altavoz.

Y es inevitable que no me sienta identificada con uno que otro de los personajes, porque queramos o no, todos hemos vivido el engaño, desde una vereda o desde la otra. En unas, hemos sido engañados, en otras, nos hemos convertido en los embusteros.

Una de las cosas que más inquieta de las famosas redes sociales, es la velocidad con que la información vuela y se multiplica, que es casi a la velocidad de la luz y así de rápidas las fáciles falsas expectativas que pueden generar.

Hoy, todo se sabe, todo se expande, se enarbola, toma cuerpo. Y como en el antiguo juego del teléfono, hoy, todo se tergiversa con más violencia y con más fuerza, es como que tomara vida propia este ente espacial que todo lo ve y todo lo sabe.

El filme es profundo, aunque pareciese que su recorrido sea ligero y superficial, muy bien escudado, a través del género de la comedia. Relata de manera casi burda una realidad que nos toca a todos, donde la telefonía móvil y el acceso a la globalización nos han convertido en esclavos como bien dice su nombre, de las redes sociales.

 

Los actores Dafne Fernández y Eduardo Noriega en una escena del filme «Perfectos desconocidos» (2017), de Álex de la Iglesia

 

 

Tráiler: