El nuevo filme del realizador nacional Sebastián Silva —disponible en el streaming de la plataforma Mubi— ha sido elogiado por el actor estadounidense Robert Pattinson, quien postuló para recibir el Premio Oscar, debido a su desempeño en el mismo, a una de las intérpretes principales del largometraje, la chilena Catalina Saavedra.
Por Cristián Uribe Moreno
Publicado el 29.9.2023
El largometraje de Sebastián Silva, Rotting in the sun (2023), que se puede apreciar en la plataforma de Mubi, es el nuevo trabajo que lleva la firma del director chileno radicado en los Estados Unidos. En él, vuelve a formar dupla con Pedro Peirano como guionista, al igual que lo hizo en los filmes La vida me mata (2007) o La nana (2009), entre otros.
La realización audiovisual viene a ser una suerte de comedia negra, con tintes de drama, algo de esperpento y un toque de suspenso. Lo cierto es que la película no dejará indiferente a quien la vea pues su realizador está en una etapa creativa donde se nota dueño de un estilo muy suelto, muy libre, sin encasillarse en algún tipo de género o de ideas que estén en boga, pero que a más de alguien le chocará.
Así, la historia del filme sigue al mismo director, Sebastián Silva, en su diario vivir en Ciudad de México, en una casa contigua a la plaza Rio de Janeiro. Él hace sus actividades normales: Pasea a su perro, lee Del inconveniente de haber nacido de E.M.Cioran, observa constantemente su celular y se droga. Asimismo, vive obsesionado con la idea del suicidio. El piso en que reside es posesión de su amigo Mateo (Mateo Riestra), quien lo está remodelando.
De esta manera, la vida de Sebastián transcurre entre esas paredes que se están reconstruyendo y un esqueleto de habitación que no le permiten crear del modo que él quiere o necesita. Junto a ellos aparece la señora Verónica (Catalina Saavedra), quien es la encargada del aseo de la casa, una mujer de pocas luces, que se equivoca de manera constante, muy poco estimada por Mateo.
Ante la presión de Mateo, porque parece estar en una crisis creativa, Sebastián se dirige a una playa donde los veraneantes, en su mayoría gays, dan rienda suelta a su sexualidad. Allí conoce a Jordan Firstman, un influencer norteamericano que reconoce a Sebastián pues de manera coincidente ha visto su primera película, e inmediatamente se interesa en el director.
El último chiste de una comedia negra
El personaje de Jordan tiene una fuerza y unas ganas de vivir que lo desbordan todo. Éste se convierte en una suerte de contraparte de las ganas de desaparecer de Sebastián. El relato se centra en llenar la pantalla de cuerpos desnudos, relaciones sexuales e imágenes de celulares. Adicciones que se sienten desmesuradas, grotescas y en el fondo, banales. Nada de esto logra sacar del sufrimiento interno a Sebastián, que sigue obsesionado con el suicidio.
Luego, Jordan decide ir a visitar al director a su casa en Ciudad de México. Sin embargo, antes de la llegada de él, en un giro impensado, el director chileno desaparece. Jordan, al no encontrarlo, comienza una cruzada en redes sociales para dar con su paradero. Además, entre los integrantes de la casa, Mateo y Verónica, trata de rastrear las huellas que lo ayuden a dar con su amigo.
De esta forma, la segunda parte del relato se basa en la tensión que se produce entre los personajes por la ausencia de Sebastián. Los protagonistas comienzan a reconstruir las palabras del director y resignificarlas en el nuevo contexto que se abre sin su presencia, aflorando la culpabilidad de más de alguno.
En este punto, emerge la figura de Catalina Saavedra, en otra formidable actuación, dando vida a una mujer angustiada, manipuladora e ingenua. Todo en uno. Como si fuera un papel que es una especie de segunda parte de su personaje en La nana.
Si en un primer tercio de la historia, el argumento se apoyó en el contraste de Jordan y Sebastián, en esta parte del relato, se mueve por el tesón de Jordan por hallar a su amigo, que choca con la disimulada estupidez (o viveza) que muestra Verónica ante esta nueva situación.
Entre la estupidez y la culpa de los personajes se va decantando el tratamiento de una narración que comenzó como una comedia, o metacomedia, y desembarcó en una historia que tiene tintes de tragedia, una tragedia absurda y esperpéntica.
Así, el título de rotting hace alusión a lo podrido de la vida, de los cuerpos al sol, en la playa, en las azoteas. No hay sentido en la existencia de las personas. Hay algo grotesco en todo esto que se refleja en las relaciones personales o sexuales con las cuales se conviven. Algo grotesco que remite al vacío que siente Sebastián y que ni el trabajo ni las personas que lo rodean ni el contenido permanente de las redes sociales puede llenar.
El filme tiene una forma que se escapa a las películas tradicionales, algo de meta relato. Hay una libertad desbocada, acicateada por las nuevas formas de comunicación que no impiden esa soledad intrínseca en los individuos.
Algo de esa soledad suelen padecer los personajes de Sebastián Silva. Y aunque estén rodeados de todo el mundo, en el fondo no pueden conectarse con los demás, ni encontrar sentido a la vida. Y de ahí el último chiste, en una comedia negra, negra como las ideas de Cioran.
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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.
También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.
Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.
Tráiler:
Imagen destacada: Rotting in the Sun (2023).