La escritora y periodista ha convertido en «La noche del nunca más» —su nueva obra basada en hechos que la afectaron profundamente— el dolor y el sufrimiento de esas experiencias, en un volumen de evidente calidad literaria, y el cual rescata para las letras nacionales, a la elogiada y promisoria narradora de principios de siglo, como fue considerada su autora, debido a sus tres libros anteriores.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 24.10.2023
«No sé si estoy navegando en la autobiografía o en la autoficción. La única distinción inmediata que puedo hacer entre la una y la otra es que intento ser honesta con esta historia, pero mi propia deformación de escritora me traiciona y creo que la voy acomodando de alguna manera, dándole un ajuste. Por ahora no busco giros ni grandes remates, pero sí me guardo detalles y sensaciones inenarrables, probablemente porque me parecen invivibles e inhumanas. Y porque, además, me persigue el lenguaje como un lobo en medio de un bosque oscuro, tanteando, oliéndome, acercándose sigiloso con la dureza de un padre autoritario».
Así relata Lyuba Yez Fernández de la Reguera (1979), sobrepasada la medianía de la extensión de La noche del nunca más (Seix Barral, 2023) —su cuarta novela, y quizás el más sincero y comprometido de todos sus libros publicados hasta la fecha—, la naturaleza artística y estética de una obra que rompe un silencio de 15 años alejada de la creación literaria, cuando después de publicar El mapa de lo remoto (2008), era catalogada como una de las grandes promesas femeninas de la narrativa chilena del nuevo siglo.
Inspiradas en un hecho que aconteció en la biografía de la autora durante el año 2021 —el accidente cerebrovascular que sufrió su esposo, y las posteriores secuelas de ese evento médico, tanto a nivel particular como familiar—, las páginas de este nuevo texto describen a una novelista que sin ceder a la simplicidad de una confesión descarnada, cuida sus palabras, los adjetivos, sus puntos y demás señas de estilo literario, con el propósito de entregar un libro autónomo de sí mismo, independiente de su complejo argumento, y de la experiencia al límite que le tocó padecer.
Pero más que el recuento de una crisis personal, y el relato de un quiebre o de un hecho traumático vivido por una mujer después de los 40 años, y que no tiene vuelta atrás para un grupo filial, la escritora nacional habla desde la pérdida, hacia la esperanza, aunque también acerca de la promesa de un presente que se asume inesperado y pleno de posibilidades mayores que ese pasado, al cual le correspondió sobrevivir, y el que ha transformado, pese a lo doloroso del mismo, en una producción simbólica cuya lectura empatiza y genera lazos de una comunión identificable y veraz en sus resultados artísticos.
Quizás aquel sea el mayor logro estético, de un libro que compila varios géneros a la vez, como lo es La noche del nunca más.
Periodista con estudios de postgrado en sociología, escritora y guionista de televisión, Lyuba Yez también se ha desempeñado como académica e investigadora en ética de las comunicaciones sociales y se ha encargado de coordinar las respectivas prácticas profesionales de los estudiantes a punto de graduarse de la disciplina. En la actualidad, la reportera se desempeña como investigadora en el Centro de Políticas Públicas UC.
En ese sentido, La noche del nunca más tiene una vertiente política, según lo revela la escritora en esta entrevista, cuando asume que su libro, y el total de su bibliografía: «explora asuntos a los que las mujeres nos vemos expuestas socialmente: el abuso, la inequidad, el poder, el desamparo, las etiquetas que nos ‘tocan’ por ser solamente mujeres», explica.
Con anterioridad, Lyuba Yez Fernández de la Reguera publicó las novelas La ciudad está sola (2003), Entre caníbales (2005) y El mapa de lo remoto (2008).
Plasmar una rebelión
— «Nada volverá a ser como antes». ¿Crees que quizás la misión o el objetivo de una buena novela sea explicarnos el modo en que evoluciona un personaje desde ese momento, para aceptar su nuevo terrible presente, quizás, y si la suerte le es favorable, luego, poder construir un nuevo futuro?
—Creo que una buena historia necesita contar con personajes a los que le ocurre algo y que actúan ante lo que les pasa, ya sea adaptándose, resistiéndose, como lo hace la protagonista de mi novela, y en lo posible, transformándose dentro de las posibilidades que les da la historia.
La aceptación del terrible presente para L. no es sencilla, es casi imposible y es justamente esa rebelión la que yo quise plasmar en La noche del nunca más. L. no es una mujer que acepta su destino y al mismo tiempo, es incapaz de ver el futuro.
Para ella, el futuro se fue.
Una locura descrita en palabras
—¿Cómo se puede escribir en torno al desgarro sin caer en la trivialidad del lugar común, pero tampoco en la desesperanza provocada por una aflicción irracional?
—Francamente, no lo sé. Puedo decir que en mi caso la escritura no tuvo más alternativa que ser descarnada y expuesta, quizás porque yo estaba así de expuesta en mi día a día también.
Escribía y lo que quedaba en las páginas era mi espejo, sin endulzantes ni adornos, pues nada de lo que estaba pasándole a L. era dulce ni luminoso, sino todo lo contrario: muy áspero, asfixiante, insoportable.
Sin embargo, lo negro no era completamente negro y ella busca aire en otros espacios: en la música, el cine, el humor, sus amigas.
L. siente todo el tiempo y piensa todo el tiempo, al punto que hasta la locura que vive es capaz de describirla en palabras como si ese ejercicio de lucha contra la memoria, la necesidad de preservarla y el afirmarse del lenguaje fueran las única maneras de seguir levantándose en las mañanas.
«Me considero escritora desde antes de ser periodista»
—¿Bajo que rótulo te sientes más cómoda? ¿Ser considerada una escritora que es periodista, o en el «estigma» de una comunicadora cuya vocación es la autoría literaria? ¿Por qué?
—Soy escritora y también soy periodista, la una no contamina a la otra sino que la enriquece. Me considero escritora desde antes de ser periodista, pues empecé a escribir y a publicar siendo muy joven, aunque es cierto que el ‘título de’ te lo dan las obras que escribes y cómo te sientes respecto de ellas.
Después de crear esta novela no me cabe ninguna duda de los avances que he conseguido como escritora, cuánto me desafié, cuánto me desarmé escribiendo La noche del nunca más, que es mi libro más difícil y al mismo tiempo, la novela que siempre quise escribir en su esencia: incómodo, honesto, brutal.
Perderse a sí misma
—¿El dolor de L. es por perder a su esposo, R., o por quedarse «sola» con dos hijos pequeños ante un mundo hostil? En ese sentido, ¿la narradora asume la necesidad de recomponer una relación?, ¿la búsqueda del amor?, ¿o bien anhela la refacción de un lazo de dependencia que bien podría ser catalogado en estos tiempos como «patriarcal»?
—El dolor de L. es porque no entiende nada de lo que ha ocurrido, entra en un sin sentido insoportable y las olas la golpean una tras otra, la hunden, la sacan a tomar un poco de aire y después la empujan mar adentro nuevamente. Lo que más le duele es perder a su marido, y después darse cuenta de que también se ha perdido a sí misma.
La muerte revienta sobre todos los personajes de una u otra forma. L. no es una mujer dependiente, solo no quiere perder lo que amaba.
«Las etiquetas que nos ‘tocan’ por ser solamente mujeres»
—¿Te consideras una escritora feminista? ¿Por qué? ¿Cómo crees que esa cualidad esencial se manifiesta en tus obras?
—Absolutamente. Sé lo que es ser mujer en una familia machista y en una sociedad que todavía lo es y que me lo muestra cada día. Mi pelea siempre ha sido desde ese espacio, el del desbalance, de la diferencia respecto de otros —los hombres—, que en muchos aspectos nos siguen poniendo a las mujeres en un lugar arrinconado, con poco techo.
Me formé como escritora en un grupo feminista y cada una de mis obras explora asuntos a los que las mujeres nos vemos expuestas socialmente: el abuso, la inequidad, el poder, el desamparo, las etiquetas que nos ‘tocan’ por ser solamente mujeres.
Y esta novela en particular se hace cargo de la que es mi gran pelea política: la injusticia y la verdad. No sé escribir desde otra vereda y este es el lugar desde el cual quiero seguir escribiendo.
«Temas que me importan: la pérdida y el duelo»
—Llama la atención las citas intertextuales que efectúas de otros autores (Juan Tallón, Alia Trabucco) en las páginas de La noche del nunca más. ¿Aquella opción es una apuesta (o propuesta) que persigue acentuar la hibridez genérica del volumen, o bien un homenaje a creadores que admiras y los cuales han influido en la construcción de tu estilo literario?
—Las citas que escogí para este libro se fueron dando en el mismo proceso de escritura, que iba acompañado de un intenso momento de lectura. Escribir y leer eran mi escape y ahí yo buscaba darle sentido a lo que no lo tiene.
Estos autores y estas autoras habían trabajado temas que me importan, principalmente la pérdida y el duelo, entonces se hacía muy coherente integrarlos a la reflexión de esta protagonista, esta escritora que se enfrenta al abismo.
Autoras como Delphine de Vigan, Annie Ernaux o Cristina Rivera Garza son escritoras que admiro y que exploran asuntos que me interesan, siempre ha habido una conexión, pero incluirlas en esta historia tuvo más relación con permitirme dialogar con citas de sus libros para alimentar esta historia y así demostrar que aunque L. está muy sola en lo concreto, ella puede encontrar un abrazo en estas lecturas.
Por otro lado, pienso que este libro significó un enorme desafío literario para mí en términos estéticos, éticos, narrativos, y el resultado es algo que agradezco y al mismo tiempo marca un giro en mi forma de escribir.
«Los temas que aborda esta novela son de una complejidad vital sin límite»
—»¿Cómo se puede pretender que nada pasa cuando se ha ido alguien que amamos?». El romanticismo posmoderno es una de las características estéticas más valorables (y queribles) de tu cuarta novela, pero cabe consultarte por el territorio que deseabas habitar tú, como autora, con el desarrollo de tópicos tan sencillos, pero siempre eternos y fundamentales de una vida.
—Mi interés como escritora siempre ha sido entrar en los afectos, aproximarme con lupa a ciertas relaciones humanas, tanto de pareja como familiares. Ahí está mi motivación, la esencia más fundamental de mi narrativa y mi objetivo como autora.
Los temas que aborda esta novela son de una complejidad vital sin límite, que aparentemente son parte de la vida y debemos asumirlos como tales, pero nada es tan simple ni tan sencillo, entonces son los grises de los acontecimientos los que me atraen, porque hacen de una experiencia propia algo universal y al mismo tiempo, nos unen con otras personas.
Los días que vienen después de esa noche
—¿En que proyecto literario te encuentras abocada en la actualidad? ¿Tiene un título ya tentativo que podrías compartir?
—Estoy aún muy conectada con La noche del nunca más, digiriendo este momento de mostrar la novela y de revivir muchas cosas también.
Sin embargo, la velocidad de los acontecimientos es más rápida que la de los procesos internos, por lo que ahora estoy escribiendo algo nuevo que se relaciona con lo que viene después de esa noche y esos ‘otros días’ de la novela.
Hay mucha incomodidad, destino, urgencia, realidad que te pega en la cara y también hay un aire fresco. No tiene título aún y lo acepto como un nuevo libro que se está escribiendo solo, una posible novela que no puedo ignorar.
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Imagen destacada: Lyuba Yez (por David Gómez).