El miércoles 25 de octubre se presentó —en el Centro de Justicia de Rancagua— este libro que firmado por tres magistrados de la Sexta Región del país, pretende hacer carne el imperativo ético e institucional del Poder Judicial de acercar el derecho procesal penal a las personas, sean víctimas o imputados. La ceremonia editorial contó con la presencia del ministro de la Corte Suprema, Jean Pierre Matus y de la presidenta del tribunal de Alzada de la ciudad capital de O’Higgins, la ministra Bárbara Quintana Letelier.
Por Jorge Parragué López
Publicado el 27.10.2023
En cana. Lenguaje claro es un libro que surge en pandemia, en cuarentenas interminables, cual arrestos domiciliarios totales, a la sombra de un damasco inmenso que florece entre mi casa y la de Víctor Ilich. Sí, tiene un surgimiento poco ortodoxo.
Siendo otrora juez del Juzgado de Letras, Garantía y Familia de Peumo, en las visitas semanales a la cárcel, advertí la imperiosa necesidad de las personas privadas de libertad por entender de mejor manera las etapas, términos y alcances del proceso penal del cual eran parte. Constanza y Víctor advirtieron lo mismo. En otras palabras, no estaba solo en aquella percepción.
No sería ni justo, ni honesto en todo caso, atribuirme la idea de un libro, ni su título —es cosa de saber algunos datos biográficos de los autores—, pero sí puedo atribuirme el recorrido de escribir uno, el haber aceptado el desafío de hacerlo realidad, el esfuerzo por la constancia que supone y lo gratificante que es culminar el proceso: tener un libro en las manos para compartir lo aprendido.
En efecto, en esas conversaciones pandémicas, al olor del amonio cuaternario y del riesgo de los contagios, unidas a las didácticas y entretenidas reuniones por Zoom, nos contagiamos con una idea: ayudar a las personas, poner nuestros conocimientos al servicio de ellas.
Todos quienes ejercemos autoridad, es cierto, tenemos un poder y lo que hace la gran diferencia entre esas autoridades es si ese poder lo ocupamos para servir a la comunidad o servirnos de ella. Las personas lo detectan finalmente.
En este orden de ideas, constatamos que la literatura jurídica existente es mezquina al pensar en los usuarios del sistema, ya sean víctimas, imputados o condenados, quienes no logran comprender adecuadamente el proceso que experimentan en el ámbito judicial penal, ni el rol preciso que cumplen en él.
Así, en esta aventura, me atrevo a destacar el pensamiento divergente, es decir, no lineal y, por ende, creativo, además del amplio acervo cultural de Constanza Acuña Sauterel y Víctor Ilich, quienes fueron gravitantes y fundamentales para materializar el texto que hoy presentamos. Pensamiento y bagaje que se hace manifiesto en este libro.
Su generosa disposición para el trabajo en equipo y su compañerismo, son ejemplares. Sin ellos, este libro no funcionaría de la forma en que lo hace.
Nuestras voces unidas se robustecen y amplifican el mensaje. Por eso destaco el que se complementaran de tal forma que llegásemos a ser una sola voz, con un solo gran propósito: ayudar a los demás. Pero no de cualquier forma, sino compartiendo de manera clara y entretenida, sin lenguajes alambicados, nuestra experiencia en el estrado.
Una suerte de «anticódigo procesal penal»
El desafío era lograr en equilibrio: sin caer en lo vulgar, pero tampoco quedarnos en los tecnicismos de los típicos libros jurídicos: educar. Y en ese camino aprendimos a ayudarnos, a corregirnos, escuchar activamente nuestras necesidades y dejarnos guiar cuando fue necesario. Ese logro trasciende al ejercicio de escribir.
Servir a los demás desde nuestras posiciones de autoridad, en este sentido, también pasa por darnos a entender con un lenguaje claro y educar sobre los alcances de la ley y nuestra potestad, a fin de derribar prejuicios y ajustar las expectativas de quienes intervienen en el proceso penal.
Permítanme una digresión. Para caminar recto y sin vaivenes hay que mirar bien donde apoyamos nuestros pies. No da lo mismo bajo qué árbol buscamos sombra, ni sobre qué roca edificamos. En el ejercicio de escribir, no da lo mismo con quién hacerlo, cuando de aunar visiones de trata: fue un regalo de la vida (Vida con mayúscula) compartir junto Constanza y Víctor este recorrido.
En definitiva, este texto es una suerte de «anticódigo procesal penal», como me gusta llamarlo, con datos buenos, bonitos y baratos, y con algunos tips judiciales que creímos necesario hacer evidentes y manifiestos.
Así, En cana. Lenguaje claro pretende hacer carne el imperativo ético e institucional del Poder Judicial de acercar la justicia a las personas, a todas las personas, sean víctimas o imputados.
Este trabajo, de ser juez y hoy escritor, permítanme el atrevimiento en sentido estricto, me ha enseñado que nadie está libre de verse enfrentado al sistema procesal penal. Está allí, a la vuelta de la esquina, basta un accidente automovilístico, lo que conocemos como los cuasidelitos, que a pesar de su nombre son delitos de tomo y lomo.
Si bien nacemos para ser libres, lo salvaje lo abandonamos para vivir en comunidad, lo salvaje nos puede llevar a visitar un tribunal, ya sea en el día del patrimonio cultural o escoltados de verde. Lo salvaje nos saca del camino, y la consideración hacia los demás nos retorna a él.
Pensemos en esta hora en cómo impactamos la vida de las personas que nos rodean, cuando somos injustos en lo pequeño y cotidiano, y qué hacemos para reparar el mal causado: ¡cuidado!, el que este libre de…, ya saben el resto.
Este libro es parte de esa reparación, en aras de una justicia restaurativa, en la cual creemos y nos comprometemos: hoy, con el libro que ponemos a su disposición.
*Apoyó este proyecto, Bárbara Quintana Letelier, presidenta de la Corte de Apelaciones de Rancagua; Mariela Hernández Acevedo, presidenta nacional de la Asociación de Magistrados y Magistradas de Chile; el directorio regional de O´Higgins de esta asociación, encabezado por Laura Núñez Madrid, y Lidia Poza Matus, gestora cultural en representación del Instituto de Estudios Judiciales Hernán Correa de la Cerda, entidad que también contribuyó con el patrocinio a la presente edición.
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Jorge Aliro Parragué López (1977) estudió toda su enseñanza básica y media en el Instituto de Humanidades Luis Campino, egresando el año 1995.
El año 2001 se tituló de cientista político en la Pontificia Universidad Católica de Chile, y egresó de la carrera de derecho en la Universidad de Artes y Ciencias de la Comunicación UNIACC, en 2010, titulándose de abogado en 2012.
Actualmente, es juez titular del Juzgado de Garantía de San Vicente de Tagua Tagua.
Imagen destacada (de izquierda a derecha): Jean Pierre Matus, Víctor Ilich, Constanza Acuña, Jorge Parragué y Bárbara Quintana.