En un programa dedicado a las variantes corales e instrumentales de la obra del histórico compositor germano -con la ejecución de su «Cantata sobre la muerte del emperador José II»-, brillaron los integrantes de la camerata dirigida por el maestro Juan Pablo Villarroel y las exhibiciones personales a cargo de la soprano Claudia Pereira y del bajo-barítono Arturo Jiménez. Al debe, sin embargo, quedó la interpretación un tanto «gélida» que ofreció el pianista israelí Ishay Shaer, acerca del famoso concierto «Emperador».
Por Jorge Sabaj Véliz
Publicado el 30.5.2018
El quinto concierto sinfónico de la temporada 2018 del Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile -desarrollado durante los días 25 y 26 de mayo- estuvo concentrado en el maestro de Bonn, del cual se ejecutaron dos obras de diverso registro compositivo: La cantata sobre la muerte del emperador José II, con la participación de la Camerata Vocal de la Casa de Bello, ésta última dirigida por el maestro Juan Pablo Villarroel y el concierto para piano Nº 5, Op. 73, llamado “Emperador”, con el intérprete israelí Ishay Shaer como solista de piano. Todos bajo la dirección musical del maestro Alexander Mickelthwate. Hablamos, claro está, del gran compositor alemán Ludwig Van Beethoven (1770-1827).
I) La cantata sobre la muerte del emperador José II
En resumen, una versión redonda y cuidadísima de una obra pocas veces representada. Y en los siete números en que se divide se pudieron apreciar las siguientes “notas” distintivas:
1) Camerata vocal: Sonido homogéneo y equilibrado, bello timbre de cuerdas masculinas.
Las dieciséis voces no tienen problemas para cantar en piano, en forte o en fortísimo, exhibiendo una notable ductilidad. Esto permitió una simbiosis perfecta entre orquesta y la agrupación vocal al coordinar las mismas modulaciones dinámicas que el director proponía. Las 4 cuerdas se oyeron equilibradas y con sus timbres bien definidos. Como ya es costumbre en sus últimas interpretaciones destacó el bello color de los bajos, seguidos de cerca por los tenores que, con nuevo integrante, exhibieron un timbre juvenil y brillante.
La única mancha sonora de la presentación fueron ciertas descoordinaciones de las voces en cuanto a la pronunciación de la palabra «Tod» (muerte) la que se repetía continuamente durante la cantata y que generalmente cerraba una frase musical. El problema es que la letra d, que se pronuncia con una t sonora, no era pronunciada al mismo tiempo por todos los integrantes, produciéndose un molesto eco sobre todo al principio de la cantata.
2) Solista Arturo Jiménez, bajo-barítono: Posee un timbre redondo y voluminoso que no rehúye el registro grave. Debió sortear la exigencia de los distintos cambios de carácter que exigía la partitura lo que en definitiva logró. Faltó un poco más de presencia en las partes “declamadas o habladas” de sus solos. Se le escuchó tímido en el registro agudo como si se controlara en exceso en cuanto a su volumen.
3) Solista Claudia Pereira, soprano: Escuchamos nuevamente a la solista soprano de la camerata con su bello timbre, más oscuro que en otras ocasiones, sobre todo en el registro medio y grave. Control total de su respiración. Cuidada emisión y pronunciación del texto. La voz fluía con naturalidad y seguridad llevando el peso dramático en ciertos pasajes de la obra, la orquesta se adaptaba a su interpretación y musicalidad. La voz resplandecía aún más en los mezzopiano y piano, adquiriendo más seguridad a medida que avanzaba la obra. La voz controlada y timbrada en el piano, marcando sus graves, permitía que la orquesta se amalgamara a ella en la misma dinámica.
4) Orquesta Sinfónica Nacional: Desde el inicio de la obra se perfila su estilo con dos acordes misteriosos que luego se desarrollan. Acompaña espléndidamente con un nivel y sonidos que nunca obstaculizaron a la camerata, con acertados cambios dinámicos. En determinados pasajes opacaron al solista masculino por su excesivo volumen. La agrupación se complementó a la perfección con los cantantes de la agrupación vocal. Las distintas partes se sucedían unas a otras imperceptiblemente, y al final se re expone el tema principal del primer movimiento.
II) Concierto para piano Nº 5, Op. 73, “Emperador”
En el primer movimiento, Allegro, se pudo apreciar el carácter de la interpretación, sobria y controlada. Versión cuidada más clásica que romántica. Los violines primeros reprimidos en su ímpetu dejaron espacio para la expresión de las cuerdas graves. El director opta por una definición tímbrica total de cada una de las cuerdas, a los contrabajos les faltó peso. Asimismo el solista israelí optó por una interpretación más delicada y amable, al gusto de espíritus sensibles, reemplazando sentimentalismo por claridad de ejecución.
En su afán por destacar al solista la orquesta a veces desaparecía, sobreexponiéndolo. En las escalas el solista “tapaba” a la orquesta, controlada en exceso. Ganó en claridad y equilibrio pero perdió fuerza expresiva. Esto benefició a violas y vientos de madera cuyos timbres fueron especialmente audibles. En los pianísimos del solista se extrañó el uso del rubato. En los acompañamientos en staccato la orquesta volvió a desaparecer quitándole el contexto a las líneas del piano solista.
Segundo movimiento, Adagio un poco mosso, fue por lejos el más logrado del concierto. Desde el notable comienzo en pianísimo de la orquesta de cuerdas preparando, excepcionalmente, la entrada del solista. El tempo más lento junto al timbre y color de la interpretación del piano transmitieron una profunda emoción a la audiencia. Alcanzando sus mayores alturas en los trinos ascendentes.
Tercer movimiento, Allegro, los violines primeros comienzan con una interpretación más entregada a la efusividad. El solista, en sus períodos a capella, sonaba todo el tiempo con imperceptibles cambios dinámicos, parecía no tener graduación de volumen, lo que le restaba lirismo a su interpretación, la que sonaba excesivamente percutida. Se hace fuerte en las escalas y destrezas técnicas. Esto se exacerbó por los tímidos acompañamientos de la orquesta, muy reprimida por el director. La interpretación general sonaba como las versiones “inglesas” más clásicas del Beethoven al estilo de John Eliot Gardiner o de Sir Roger Arthur Carver Norrington. El mayor atributo del solista es su claridad interpretativa el peor la falta de dramatismo o “pathos” como sinónimo de pasión, desenfreno pasional no patológico pero inducido, que es algo consustancial al espíritu de Beethoven. Parecía que al tocar no escuchaba a la orquesta. Interpretación gélida.
Bis: Una transcripción para piano de un lied de Franz Schubert, Die Junge Nonne (La joven monja).
La temporada regular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Chile continúa el próximo jueves 7 y viernes 8 de junio, cuando la agrupación laica y universitaria ejecute un programa esencialmente dedicado a la figura del compositor alemán Gustav Mahler.
Tráiler:
Crédito de las fotografías utilizadas: Centro de Extensión Artística y Cultural de la Universidad de Chile