«Kóblic», de Sebastián Borensztein: En un territorio humano y político, infinitos

La moraleja artística de este largometraje es que -compartiendo o no su mirada historiográfica y sociopolítica-, la industria audiovisual trasandina sabe manejar los tiempos, los registros, y las formas de aproximarse con una cámara, que mantienen la mirada puesta en la obra, y que construyen una imagen ficcional del pasado, pero la cual cae en el rango de lo verosímil o de lo plausible, y lejos de los argumentos descabellados. Se trata de buen cine para tiempos oscuros, en definitiva.

Por Cristián Garay Vera

Publicado el 4.6.2018

El buen cine político requiere ciertas garantías de no convertirse en un pesado panfleto como la obra de Oliver Stone. Los argentinos, por el contrario, han desarrollado una filmografía política que dialoga con otros registros, así en este caso con la estética del Far West y con una versión más intimista del cine negro. El mismo director ha recalcado que el cine político argentino no se puede reducir a La historia oficial (Luis Puenzo, Argentina, 1985).

La cinta, que es reestrenada por la sala Normandie (este miércoles 6 de junio), se inspira en los “vuelos de la muerte” de prisioneros políticos desde helicópteros al mar entre 1976 y 1983, realizados durante la última dictadura militar argentina. Sobre eso no se añade nada nuevo, sobradamente conocido por lo demás, y cuyas víctimas se estima fueron 5 mil personas. Pero, el objeto de este filme no es describir ni revelar algo nuevo, sino ficcionar sobre la posibilidad de que un oficial naval Tomás Kóblic (interpretado por Ricardo Darín) se hubiera negado en conciencia a tales actos comprometiendo su propia vida. Algo que al parecer ocurrió con dos oficiales en el autodenominado proceso de Reorganización Nacional.

Darín aquí hace de un bueno/malo justiciero, la negativa y huida al interior de la Pampa, a Colonia Helena, conduciéndonos a un entorno solitario y con un policía, de oscuro proceder, que desea saber sobre la presencia de este hombre taciturno. Acogido por un amigo, dueño de una empresa de fumigación, los encuentros de este viajero con sus vecinos son circunspectos y siempre en observación.

La tensión porteño/provinciano acaba siendo determinante para la actitud misteriosa del protagonista, que apenas tiene tiempo para interactuar afectivamente, y tener un ayudante al que se le culpa de un crimen que comete en defensa propia.

El personaje principal atraviesa en esta soledad de la pampa, marcada por sus espacios y cielos, su propio camino de redención, no obstante sea al principio una huella de culpa, tragedia y remordimiento. De este modo, los viajes al pueblo, y la desconexión frente a la capital es también una forma de eludir el conflicto político de la gran capital. Buenos Aires es la sede del poder y también del castigo al desertor. El registro de la provincia como algo lejano y misterioso, contrastando con el mundo citadino es aquí notable, y se alimenta de toda una visión y una fotografía acorde a esta soledad que acentúa el carácter intimista.

Su antagonista local es el comisario Velarde (Oscar Martínez), villano y conector entre Colonia Helena y Buenos Aires. De ahí en adelante los abusos y crímenes del policía contrastan con las historias locales que se cruzan, los sórdidos tratos de abuso de poder y sexual con Nancy (Inma Cuesta), y un policía que siempre quiere saber y asesina al dueño de la empresa. También se empiezan a saber detalles, que incluyen el envío de un persuasivo jefe de inteligencia que comunica la posible salida honorable para el oficial.

En un registro memorable, el desertor se enfrenta al policía en una escena tomada del cine de vaqueros. Y desde entonces planifica su improbable venganza con la misma eficacia de siempre. La escena del avión con los agentes cayendo al vacío es ciertamente poco probable, pero es un ajuste de cuentas con la historia bastante más lucida que Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino, sin ir más lejos.

La moraleja artística de este largometraje es que -compartiendo o no su mirada historiográfica y sociopolítica-, la industria audiovisual trasandina sabe manejar los tiempos, los registros, y las formas de aproximarse con una cámara, que mantienen la mirada puesta en la obra, y que construyen una imagen ficcional del pasado, pero la cual cae en el rango de lo verosímil o plausible, y lejos de los argumentos descabellados. Se trata de buen cine para tiempos oscuros, en definitiva.

 

Kóblic. Dirige: Sebastián Borensztein. Guión: Sebastián Borensztein y Alejandro Ocon. Reparto: Ricardo Darín, Oscar Martínez, Inma Cuesta, Marcos Cartoy. Argentina. 2016. Duración: 1 hora, 32 minutos.

 

Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile.

 

 

 

Tráiler: