La próxima novela del escritor chileno Max Valdés Avilés —la cual se lanzará durante el venidero mes de abril, a través de la editorial Vicio Impune— es un entretenido puzle policial, y un fiel reflejo del último lustro de nuestra historia, donde los agentes estatales al igual que el resto de las instituciones, carecen de «dientes» para hallar a los culpables de un crimen.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 7.3.2024
El sucio amanecer queda claro desde la primera página, se refiere a lo que sucede en la oscuridad, los vicios del hombre anunciados en las Escrituras.
Los tiempos del fin del mundo que transcurren al interior de campamentos ilegales, entre migrantes de actuar sospechoso, en los salones de algunas empresas corruptas, en la estructura de Gobierno, en fin, en todas las esferas de este país que comienza a degradar sus instituciones, partiendo por un sistema procesal penal que ni los detectives saben bien cómo funciona.
Mientras se desarrolla la novela policial en ciernes, con un protagonista que no es un detective sino un jefe de asuntos internos de la Contraloría al otro lado de Los Andes, a su vez el padre del occiso, primera víctima de una verdadera «oficina» delictual.
Se detalla el modus operandi de un detective perezoso, incapaz de solucionar el caso por sí mismo, un entramado que vincula a la víctima con peligrosos carteles de droga y de otros ilícitos que son articulados por una empresa financiera que actúa al margen de la ley. Los préstamos son sólo la punta del iceberg y el lector desentrañará la madeja al interior de una aparente democracia como la chilena.
La trama está salpicada de infidelidades y traiciones, en distintos círculos donde el protagonista parece ser el centro, hasta su exesposa quiere alejarlo del foco de la investigación.
Hay un asesino aparente que terminará siendo un aliado y un amigo en Argentina que le da valiosos consejos. Al final un video, un CD y una casilla de correos serán los objetos de prueba, no está claro dónde están hacia el final, pero un kafkiano Gregorio entregará los nombres de los sospechosos que el lector debe dilucidar.
Nunca el narrador es evidente y los sospechosos se suceden unos a otros, en varios planos diferentes: el autor material, los que urden la trama asesina y quizás un tercer plano que apunta hacia el crimen organizado. Sería posible incluso que el autor, Max Valdés Avilés (1963) amplíe esta búsqueda en alguna futura entrega.
Jerga financiera y delictual bien documentada
La doble intriga del thriller funciona a la perfección, el protagonista va siempre un poco adelante del lector, desentrañando el hilo de Ariadne, pero va cayendo en peligrosas trampas donde las mujeres juegan un rol importante. A contar del tercio del libro, este adquiere una velocidad cautivante y el protagonista va descubriendo varias facetas personales, nunca cayendo en el estereotipo.
Constantemente el autor hace referencia al estado actual del país, a sus instituciones vulneradas, en la voz de un personaje que trabaja en Argentina, punto de contraste que hace ver la impunidad de los tentáculos criminales al interior de la nación, hasta el punto de calificarlo como un «infierno apocalíptico». Desnuda la existencia de realidades maniqueas: la que ve la luz y la oculta entre las sombras, como caras de una misma moneda.
Los crímenes al principio son estafas financieras, préstamos ilegales, pero al incorporar a bandas del crimen organizado de otras latitudes, lo ilegal se vuelve peligroso al extremo que ir eliminando cabos sueltos, dejan tras de sí una estela de sangre.
En efecto, la jerga financiera y delictual está bien documentada para hacer verosímil la historia, siempre teniendo como telón de fondo la realidad nacional, otorgando espesor a la narración, aparte del entretenido puzle policial, donde la policía al igual que el resto de las instituciones, carecen de «dientes» para hallar a los culpables. La novela es un fiel reflejo del último lustro de nuestra historia.
Destacar que al interior de la familia del protagonista también se evidencia la podredumbre de esta sociedad, e igualmente hay traición en su interior y la primera víctima, su propio hijo, no es ninguna blanca paloma.
Hacia el final, el autor vuelve a la aspiración espiritual expresada en las primeras páginas, que deposita fichas en otra institución que ha demostrado ser bastante corrupta, pero que en tiempos de la dictadura representó un foco de esperanza.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).
Imagen destacada: Max Valdés Avilés.