[Crónica] Un curador incurable

Al funcionario público de las artes visuales nacionales, que rechazó recibir la prestigiosa revista cultural «Off the Record» en su casilla de correo electrónico, no vale la pena nombrarlo por su filiación parental, pero diremos que posee un apellido gringo y que un antepasado suyo, de raza negra o afroamericano —como se dice ahora para evitar toda coloración enojosa—, fue un gran peso medio-pesado, que estuvo a punto de noquear al invicto Rocky Marciano.

Por Edmundo Moure Rojas

Publicado el 8.4.2024

«Un curador de arte es un profesional responsable del cuidado y conservación de obras de arte y su exhibición y presentación al público. Un curador puede trabajar en un museo, galería o colección privada, y sus deberes variarán según el tamaño de la institución de bellas artes para la que trabaje».

El curador de marras, incurable de sus propios males de ceguera estética e inclinación a la presbicia cultural, ha rechazado, con indignación y una buena dosis de arrogancia, el envío gratuito de una de las mejores y más ágiles revistas culturales de Chile.

Me refiero a Off the Record, dirigida y producida por el cineasta, pintor y cronista, Rodrigo Gonçalves Bustamante. Pues bien, el sujeto curante se molestó porque no se le hubiera consultado antes si quería o no recibir la revista, como una doncella que rechazara el envío de orquídeas no solicitadas.

Y claro, mi buen amigo Gonçalves, generoso en lo suyo, como tantos cultores de las artes, distribuye, con esfuerzo anímico y peculio propio, esta publicación en la que combina cine, literatura, pintura y otras manifestaciones artísticas.

Al curador no vale la pena nombrarlo por su filiación parental, diremos que posee un apellido gringo y que un antepasado suyo, de raza negra o afroamericano, como se dice ahora para evitar toda coloración enojosa, fue un gran peso medio-pesado, que estuvo a punto de noquear al invicto Rocky Marciano.

No sabemos si el curador posee habilidades pugilísticas; quizá, pudiera ser, porque son variadas las condiciones, habilidades y virtudes que se exigen a un curador de buena estirpe. Esto lo extraje de una página web, llamada Indeed. No aparecen prohibiciones de reproducción, pero señalo la fuente con negrita, modo gráfico de destacar que, en este caso, carece por completo de ninguneo racial.

Cumplo con la norma; a estas alturas, no estoy para demandas, ni siquiera para medirme con un peso welter (como lo fuera yo a los 20 años; los guantes pesan como las manos de un curador):

Convertirse en curador de arte es un trabajo soñado para muchas personas. Es la combinación perfecta de creatividad y organización, lo que te permite trabajar con artistas y ayudarlos a hacer realidad sus visiones, mientras te aseguras de que el público pueda ver y apreciar el trabajo. También es un trabajo que conlleva una gran responsabilidad.

Un curador de arte es un profesional responsable del cuidado y conservación de obras de arte y su exhibición y presentación al público.

Un curador puede trabajar en un museo, galería o colección privada, y sus deberes variarán según el tamaño de la institución de bellas artes para la que trabaje.

Un curador también es responsable de una investigación exhaustiva sobre los artistas que sus colecciones deseen adquirir y la procedencia de las piezas que ya posee.

El perfil de trabajo requiere conocimiento en muchas disciplinas más allá de la comprensión y el amor por el arte.

(No sabemos si entre estas disciplinas está la urbanidad, o el código de las buenas maneras).

Los aspirantes a curadores deben poseer excelentes habilidades de investigación, sólidas habilidades de comunicación escrita y verbal, talentos de negociación de primer nivel, buen sentido comercial y, sobre todo, una pasión por el aprendizaje continuo.

(Entre ellas, el manejo adecuado de la correspondencia por correo electrónico; a él le gusta utilizar «mail», en consideración a sus ancestros).

 

Un grosero desaire

Bueno, ya sabemos lo que son las exigencias curriculares y lo que puede decirse en los currículos, pues el poder de la palabra a menudo rebasa los méritos propios y es capaz de crear realidades más allá de lo cotidiano contingente.
Existen también, para mayor abundamiento, los curadores jurídicos.

Otra categoría que recuerdo con saudade, es la de «curador de jamones», oficio muy apreciado en Galicia y Portugal; curar de manera adecuada una pierna de cerdo alimentado con castañas, es una tarea de artesanos mayores. (Yo, de curar, nada, como no sea a mí mismo, en trotes pasados; esto del «curado», por beodo, es nominación chilena).

Mi amigo, portugués de ascendencia paterna, Rodrigo Gonçalves, no es un hombre que ostente con orgullo su filiación lusa —como hago yo con la gallega—, pero lo entiendo muy bien, pues él vivió en Mozambique, trabajó allí como cineasta y pintor, conociendo de primera mano las huellas del colonialismo ibérico.

Sin embargo, en muchas de sus actitudes vitales se aprecian la perspicacia, el humor y la bonhomía de la estirpe de Fernando Pessoa y de José Saramago.

En este insólito caso particular, recibió como una bofetada —no como un guante duelista, que para esto hay que tener clase, aunque sea decimonónica—, el desaire grosero de quien es uno de los principales responsables del Museo Chileno de Arte Precolombino.

Le hago llegar a Gonzalo, desde esta publicación, mi amistad y espaldarazo, reiterándole que, de burócratas de la cultura y de curadores institucionales, ya estamos curados de espanto.

 

 

 

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Edmundo Moure Rojas (1941) es un escritor, poeta y cronista, que asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano.

Además fue el gestor y el fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.

Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Sus últimos títulos puestos en circulación son el volumen de crónicas autobiográficas Memorias transeúntes y la novela Dos vidas para Micaela.

 

Edmundo Moure Rojas

 

 

Imagen destacada: Museo Chileno de Arte Precolombino.