[Entrevista] Natasha Valdés: «Prefiero que me recuerden como una mujer que amaba a los animales y no como una escritora del montón»

La autora chilena, afincada hace décadas en Valparaíso, retorna al primer plano con «Zoología amorosa», un libro de relatos —que ilustrado por la artista visual Pamela Espinoza— es un tratamiento literario acerca de la pasión y el conocimiento en torno a las demás especies que habitan junto a nosotros la inmensidad biológica de la Tierra.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 23.4.2024

Zoología amorosa, de Natasha Valdés (Santiago, 1956) es una original composición estética que se vale de distintas técnicas genéricas (como la poesía, la ilustración, la ficción) para plasmar en sus páginas un real homenaje a las especies con las que compartimos el planeta.

El reino animal, desde su concepción evolutiva, pasando por nuestra conexión con él a través de mascotas, visto desde un prisma etológico y también como una realidad crítica, es el protagonista de Zoología amorosa, publicado recientemente por Ediciones del Gato.

Así, en muchos sentidos, las creaciones que conforman el volumen, exigen la atención que merecen los seres sintientes y refuerzan postulados base en el revelador estudio de Martha Nussbaum, Justicia para los animales.

Una responsabilidad colectiva, al apelar a esa admiración que podemos (debemos) sentir ante ellos, hasta alcanzar, idealmente, la compasión que nos alerta del sufrimiento de otros y de la significación que estos tienen.

Otro paso, que también se drena en las páginas de Zoología amorosa, es la indignación, una emoción necesaria para ir más allá de la simple reacción para vislumbrar un futuro, para el cual debemos tomar medidas correctoras.

 

«La evolución quizá no es progreso»

—El relato «Los grandes primates» concluye con la sentencia: «En algún momento dejamos de ser como los bonobos y evolucionamos (o involucionamos) hacia la sociedad que somos hoy». ¿Qué aspectos críticos te parecen dignos de denuncia?

—Hasta existe una teoría de la involución, pero yo solo me refiero al hecho de que dejamos de ser sapiens cuando no respetamos ni protegemos a los otros seres vivos con quienes compartimos el planeta y derrochamos los recursos que este nos ofrece.

Tengo entendido que nuestras culturas primitivas pedían perdón a la caza que obtenían pues era solo por hambre, hoy se mata por placer, gula, trofeos, amuletos y otras vanidades. Se mantienen zoológicos cárceles para exhibir animales sufriendo porque un animal enjaulado no puede actuar como lo haría en su propio entorno, junto a los demás.

En ese sentido pienso que hay una detención y retroceso de una evolución, ya sea biológica, política, cultural, económica, etcétera. Lo anterior no es más que una palabra, la cual, en la actualidad, nos puede definir como sociedad y aún más particularmente, como seres humanos.

La evolución quizá no es progreso; el hecho de creernos superiores hizo que despreciemos a los animales y cada día se aprende más de ellos. Por ejemplo, en aeronáutica se ha tomado el modelo idéntico a un pájaro, el albatros, las cigüeñas y un tipo de halcón.

Y en tecnología, el uso de helecho para limpiar derrames petroleros, la capacidad de los geckos (reptiles) de adherirse, las babosas y caracoles en medicina. En fin, los animales tienen mucho para enseñarnos, es solo observar y respetar medio ambiente sin abusarlo hasta la extinción.

 

«Todo mi trabajo es recordar lo que aprendí desde la más tierna infancia»

—Haces uso de relatos mitológicos y de aproximaciones filosóficas, muchas veces refutando sus significados (como en el caso de Artemisa en «Los búhos»). ¿Qué rol cumplen estas disciplinas en tu imaginario, al momento de hacer reescrituras?

—No pretendo filosofar, soy la más simple obrera de las letras. La curiosidad del hombre por los animales se remonta a épocas remotas, Aristóteles escribió tres libros sobre ellos, y su discípulo Teofrasto hizo uno sobre animales y muchos de plantas.

Todo mi trabajo es recordar lo que aprendí desde la más tierna infancia en los relatos mitológicos que eran mis cuentos para dormir. También la observación a los maravillosos búhos en las noches del hemisferio norte y sus asociaciones con la mitología.

 

«Los animales sienten, sufren y son capaces de ser empáticos»

—Ese sentimiento de asombro que podemos experimentar al percibir otras especies es evidente en Zoología amorosa. Martha Nussbaum en su revelador estudio Justicia para los animales. Una responsabilidad colectiva, explica: «La admiración cautiva nuestra atención y nos advierte de la importancia y el valor de lo que vemos y oímos. La compasión nos alerta del sufrimiento de otros y de la significación que este tiene. Y la indignación hace que vayamos desde la simple reacción hasta el esfuerzo por reconstruir el futuro, pues nos orienta hacia la toma de medidas correctoras». ¿Cómo se filtran estas ideas en tus relatos y poesías?

—No podría estar más de acuerdo con la gran filósofa Martha Nussbaum, en el sentido del cuidado y la compasión en la premisa que los animales son sujetos de derecho. No podemos despreciarlos como quien usa una piedra. Ellos sienten, sufren y son capaces de ser empáticos ante otros de su género o fuera de este.

Amistades entre felinos y vacunos son casi increíbles, aves de corral y gatos o perros, más común es el hecho de cánidos alimentando predadores en una amistad que se mantiene en el tiempo aún cuando el animal salvaje retorna a su libertad. Hermoso, ¿no?

La indignación es el abandono de animales domesticados hasta que se convierten en asilvestrados, perros y gatos. El uso y abuso de obligar a procrear a las mascotas de raza y exprimir a las madres con un parto después de otro hasta que sufren desnutrición y vejez prematura. La indignación es no esterilizar a tiempo, mantener animales con frío y hambre, y sin cuidados médicos básicos.

Indignación son los zoológicos y los circos. Es el lucrar con tráfico de animales exóticos y su venta en lugares muy diferentes a su hábitat.

 

«Un diez por ciento de información científica y el resto es mi imaginario»

—Citas a Darwin: «Hace más de un siglo, Charles Darwin pasó 39 años obsesionado con las lombrices. ¿Qué de raro tiene que yo les haya dedicado estas divagaciones?». En «Manadas, bandadas, tribus» leemos que el primer dron de la historia fue el cuervo. Luego, «existe una cadena en la que todos somos necesarios». ¿Cómo ves esta convivencia interespecie en la que llevamos siglos?

—Cada animal es fascinante, me faltaron tantos en este libro. La más mínima criatura tiene superpoderes especiales que ya nos quisiéramos nosotros.

Mi hijo me decía que las hormigas vienen del otro lado de la tierra y tiene razón, saben más de esa profunda tierra que nosotros, tienen además disciplinas rigurosas y permanecerán en este planeta cuando nosotros, orgullosos humanos, nos hayamos exterminado los unos a los otros en guerras y autodestrucción del planeta.

Yo llamo a estos cuentos cronicuentos porque tienen un diez por ciento de información científica y el resto es mi imaginario.

La teoría de la evolución de Darwin es aplicable a los seres vivos, pero nosotros, seres superiores pensantes, estamos haciendo mal las cosas y la convivencia interespecie sirve para que los humanos tomemos ventaja de las otras especies usándolos como conejillos de India. También existe el abuso a otros humanos; la esclavitud ha cambiado de nombre. La pobreza y las guerras empujan migraciones de seres hambrientos.

 

«Historias de sufrimiento y de abuso»

—»Perro herido» denuncia la triste realidad del abandono. «Orión» nos muestra los descargos ante la necesidad de esterilizar una mascota. Y en «Linaje de perra», se sugiere la explotación animal en los perros que conducen trineos. Háblanos del modo en que fusionas estas denuncias con la voz autoral y sus materiales de trabajo.

—Mucho de lo que escribo es experiencia, rescato perros desde hace unos treinta años y han pasado por mis manos y corazón tantas historias de sufrimiento y de abuso. Ahora que contesto estas preguntas tengo junto a mí una German Sheppard usada para parir por más de diez años.

Vieja, sin dientes, con ojos y oídos enfermos, sarnosa y con un tumor, la abandonaron. Recién la rescato y es como rescatarme a mí misma. Te confieso que prefiero que me recuerden como una mujer que amaba y rescataba animales y no una escritora del montón.

 

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Zoología amorosa», de Natasha Valdés (Ediciones del Gato, 2023)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Natasha Valdés.