El montaje que estelarizó la cartelera de la sala de Teatro UC durante las últimas semanas, —y pese a algunos reparos en lo relativo a su historicidad— corresponde una realización dramática que pervive gracias a la alta calidad de su puesta en escena y a la emotiva interpretación desarrollada por Héctor Noguera.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 9.5.2024
La obra protagonizada por Héctor Noguera (1937) plantea la encrucijada de la historicidad política de la memoria particular, en el contexto de la trayectoria reciente del Chile actual y especialmente en torno a las coyunturas que debió sortear la escena teatral local frente a la censura o prevenciones para su funcionamiento que tomó al respecto el régimen cívico y militar (1973 – 1990), liderado por Augusto Pinochet Ugarte.
Marcel Proust ya advertía acerca de los peligros de invocar a la singularidad de los recuerdos con el propósito de dilucidar los hechos o acontecimientos tapados por las décadas y los meses de casi medio siglo atrás.
Cristián Plana asume ese diagnóstico estético, y sitúa a su protagonista en esa rémora de las visiones propias del tiempo ya escurrido. En ese sentido, la Gertrudis (Catalina Stuardo), que acompaña a Noguera, transita en esa materialidad inherente a la ensoñación y lo espectral, como un regreso al origen circunstancial propiciado por la entidad materna que su personaje invoca.
En esa dinámica de conflicto, donde la escena adquiere una vitalidad conceptual de latente sentimentalidad y nostalgia, gracias a los movimientos de los intérpretes conducidos por Plana, el guion se detiene en la controversia de esa interpretación de Hamlet, de William Shakespeare, exhibida por el Teatro de la Universidad Católica de 1979.
Así, es necesario precisar que uno de los problemas científicos que nos impiden analizar con plenitud a la sociedad chilena durante la llamada «dictadura», deviene justamente de concentrar la espacialidad y la humanidad del período, en la figura del líder unívoco, Pinochet, olvidando a su amplio número de cercanos colaboradores civiles y al llamativo respaldo que tuvo en la base social del país.
No fue solo el almirante Swett
Por eso, el guion de Damián Noguera (hijo de Héctor), recogido en el libro Autobiografía de mi padre. Memorias actorales (2022) acusa las dificultades —en esta representación— que tuvo el estreno de la citada obra (Hamlet), o mejor dicho de los impedimentos que tenía el circuito teatral de esa época, a fin de poder programar obras inspiradas en la contingencia; al férreo control, que en el caso de la Universidad Católica de Chile, imponía el discernimiento de su rector delegado, el fallecido almirante Jorge Sweet Madge (1915 – 2010), la primera autoridad de la citada corporación, en ese entonces.
Swett era un oficial de la Marina, no un intelectual, y el cual tenía un escaso, por no decir nulo conocimiento de las artes escénicas, y quien asimismo se apoyaba bastante —al adoptar esas medidas de prohibición registradas por Noguera (o de dilación en torno a la exhibición de un montaje teatral)— en la opinión y en el juicio del que fuera primero su vicerrector de comunicaciones (1976 – 1979) y luego su primer civil de confianza, cuando pasó a desempeñarse como vicerrector académico (1979 – 1986), el exsenador Hernán Larraín Fernández, padre de los exitosos productores cinematográficos, Pablo y Juan de Dios Larraín Matte.
Esa omisión (desconocemos la fuerza o voluntad de su decisión), que equivale a un dato de apreciación e historiográfico erróneo, opaca un tanto a esta obra dramática sencillamente hermosa, y la cual uno desea ver no una, sino que en varias funciones, debido a la poética evanescente y traslúcida de su teatralización.
Pues más allá de la precisión anterior (importante, sin duda), Hamlet deambula en círculos fusiona y reengendra una historia personal, que con sus quejas, temores y el miedo de los existencialismos íntimos, se transforma en un solo relato, con la trascendencia mayor del bardo del Avon y de su arte, y que también aprovecha de escudriñar en una de las épocas que mayor debate político y social causa hasta el día de hoy, sobre la historia de Chile.
El concepto detrás de su teatralización se desenvuelve con una estética visual, lumínica y actoral bastante lograda, y la cual realza las cualidades interpretativas de dos actores pertenecientes a distintas y distantes generaciones, en el simbolismo de una posta que rompe la dimensión física y material del tiempo.
Asimismo, es de notar el rescate que se hace de la figura del abogado Eugenio Dittborn Pinto, porque fue debido a su inteligencia, prestancia y talento de mediación (tanto social como política), a quien la Escuela de Teatro de la Universidad Católica debe en exclusiva su sobrevivencia durante esos tempestuosos y velados años de la República.
Ficha artística:
Texto y composición musical: Damián Noguera |Dirección: Cristián Plana | Elenco: Héctor Noguera y Catalina Stuardo | Diseño de iluminación: Raúl Donoso | Diseño de vestuario: Franklin Sepúlveda | Producción general: Piedad Noguera | Producción ejecutiva: Alexis García | Fotografía: Elio Frugone -Fototeatro.cl | Diseño gráfico: Laura Galaz | Técnico en sonido: Manuel Ramírez | Técnico de iluminación: Alexis Leyton.
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Crédito de las imágenes utilizadas: Elio Frugone Piña.