[Crítica] «Mistral, Gabriela (1945)»: La desterrada en su valle

Hasta el 7 de julio tuvo una nueva temporada en la cartelera del Centro GAM el montaje dramático que escrito por Andrés Kalawski y dirigido por la realizadora Aliocha de la Sotta, presenta a la actriz chilena Solange Lackington en la mayor interpretación de su reconocida trayectoria escénica y profesional.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 24.7.2024

La trama que empuja la acción y el conflicto de Mistral, Gabriela (1945) analizada en una perspectiva biográfica y en el contexto político y diegético en el cual acontece, no deja de ser con franqueza un absurdo.

Sin embargo, la actuación protagónica de la actriz Solange Lackington termina por contrarrestar ese hálito dramático a veces un tanto denigrante, y que por escenas relata acerca de la vida inventada de la Premio Nobel de Literatura, el autor nacional Andrés Kalawski.

En efecto, hasta de las fotografías que registran una apasionada partusa se refiere el guion de la obra, y en las cuales Mistral se habría retratado con una compañera sentimental en paños menores y absolutamente desprovista de estos.

Los diálogos, aunque por pasajes inverosímiles, se desarrollan mientras la poeta se encontraba en el ejercicio de sus labores diplomáticas como cónsul en la ciudad brasileña de Petrópolis (1940 – 1945), y entonces es secuestrada cuando todavía ignora que ha sido galardonada con el mayor reconocimiento que puede obtener un escritor, en el planeta Tierra: el Nobel de Literatura.

Así, las razones del plagio estarían motivadas para obligar a Mistral a emitir declaraciones y proclamas que tendrían por objeto y propósito, apoyar la incipiente causa feminista de hace casi 80 años atrás.

En las conversaciones surgidas entre su captora y la escritora se mezclan la ficción y los datos reales de la biografía de esta última, en una retórica chispeante, ágil, provista de un humor rápido, pero intercalada con transiciones de introspección que culminan por dibujar a una mujer difícil, compleja, y golpeada en demasía por la pérdida de su suicida hijo, el renegado Yin Yin.

 

«Nunca salí del horroroso Chile»

Desde su notable y perfecto maquillaje, y pasando por sus movimientos, gestos corporales y faciales, además de la modulación y el volumen de su elemento vocal, el personaje construido por la reconocida intérprete Solange Lackington conforma la ampliación de un campo escénico, que estimulado por el lúdico y penetrante diseño de iluminación a cargo de Andrés Poirot, representan a una Mistral entre perdida emocionalmente y muy consciente de su importancia artística y literaria, a nivel mundial.

Más que indagar en el sentimiento de orfandad que la invade, es la persistencia en mostrar a una poeta en los contornos de su intimidad sexual, lo que concluye por producir una sensación de esa misma falta de respeto o deferencia, que en sus días mortales acusaba la autora de Lagar, a fin de evitar asomarse por estos ingratos lares («Al rato, ya me dirían la Gaby»).

En efecto, y desde comienzos de la década de 2000, el interés por la biografía de Mistral se ha centrado en ese morbo auscultador acerca de sus relaciones afectivas (su vínculo con la norteamericana Doris Dana, por ejemplo), pero los datos de su biografía, y de sus apabullantes logros, como liderar la reforma educacional del Estado mexicano luego de su revolución, y de tener una formación autodidacta, que convalidó con exámenes libres en la ciudad de Santiago, poco y lo mínimo sabemos.

Así, su obra poética y la brillantez de su existencia profesional y creadora, de la cual se conocen masivamente solo tres títulos (Desolación, Tala y Lagar), son obnubiladas por esa vocación nacional de escarban en el morbo y en las miserias personales, pensando erróneamente que de esa forma nos acercamos a una mujer genial, hispana y chilena, pero la cual en el fondo se sentía una extranjera despreciada, en su propio y maltratador país.

Mistral le hizo el quite a Chile siempre que pudo, salvo para su entierro en la localidad de la cual era originaria: Vicuña, en el valle de Elqui. Queda la sensación de que como tantos, y en el decir de Enrique Lihn: «Nunca salió del horroroso Chile», pese a que hizo todo lo posible para conseguir aquella liberación espiritual.

La actriz Valeria Leyton es una digna y encomiable compañera de elenco que se enfrenta con desplante escénico a la mejor interpretación en la carrera de Lackington. Esto último, un proceso de conversión psicológica que se testimonia en la dramaturgia de De cómo me convertí en Mistral, la cual inspirada en este montaje, la supera como pieza teatral, tanto en espesor dramático como existencial.

 

 

Ficha artística:

Dramaturgia: Andrés Kalawski | Directora: Aliocha de la Sotta | Elenco: Solange Lackington y Valeria Leyton | Composición musical: Fernando Milagros | Investigación: Mariana Hausdorf | Diseño de vestuario y escenografía: Daniela Vargas | Diseño de iluminación: Andrés Poirot | Asistente de vestuario: María Trinidad Barros | Maquillaje y peluquería: Franklin Sepúlveda.

 

 

 

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La iluminación de Andrés Poirot realza la estética lúdica y fuera del tiempo de una Mistral brillante en su complejidad femenina

 

 

Teaser:

 

 

Crédito de las imágenes utilizadas: Centro GAM.