[Ensayo] «La lealtad de los caníbales»: En un país a punto de desmoronarse

A través de sus páginas, el libro del autor incaico Diego Trelles Paz, exhibe —mediante las acciones de sus intérpretes—, los distintos males que afectan al Perú actual y pasado: las drogas, la pederastia dentro de la Iglesia, la corrupción policial, la prostitución, la traición, y transversal a todo esto, la violencia de carácter estructural que está en el corazón de la sociedad del Rímac.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 31.8.2024 

La editorial Anagrama en su colección de Narrativas Hispánicas, ha publicado este 2024, la última novela del escritor peruano Diego Trelles Paz (Lima, 1977), titulada La lealtad de los caníbales, una ficción ambiciosa y poliédrica acerca de la compleja sociedad peruana en el tiempo presente.

Desde un comienzo la narración se presenta como un relato coral, en el cual distintos personajes convergen en una taberna en el centro de Lima. La voz que flota en estas páginas presenta a sus protagonistas, develando poco a poco sus dramas y motivaciones.

Y como en una gran trenza, los caminos de cada personaje se van imbricando, juntándose en algún momento o separándose en otro.

De este modo, afloran los sentimientos, deseos, desgarros, perversiones, esperanzas, recriminaciones, en otras palabras, las luces y sombras de sus existencias. Esto es solo una muestra de las almas que forman parte de una nación que luego de la «dictadura fujimorista», como dice un personaje, siempre está a punto de desmoronarse.

El punto neurálgico de la narración es un café-restorán-taberna ubicado en el centro de Lima, administrado por un personaje llamado el chino Tito, un hombre mayor, que reflexiona sobre el deterioro del país y que es una suerte de padre para sus trabajadores: Rosalba e Ishiguro.

Tito es un hombre de otra época, antifujimorista acérrimo, que despierta cierta empatía por su manera de ver la vida y sus referencias culturales. También, tiene una visión pesimista del Perú, del que suele decir que la democracia no sirve para nada.

 

Los distintos tonos que atraviesan la historia

El otro personaje por el que pasa gran parte de la trama, es el comandante Piper Arroyo, jefe policial que suele ir al establecimiento con sus subordinados, un pequeño escuadrón de agentes encubiertos, que ejecuta acciones clandestinas.

La historia del comandante esconde un dolor secreto, que, en ciertos momentos, presenta una cara sensible, que no impide que su crueldad aflore con enorme intensidad, si la ocasión lo amerita. El grupo armado que lidera representa el deterioro moral del poder represivo, que actúa con total impunidad, ejecutando actividades policiales y delictuales con la misma energía.

Sus efectivos representan una variopinta gama de individuos que llegan al brazo armado de la ley, por motivos no siempre muy respetables.

Otro personaje asiduo al bar es un estudiante, vinculado a la clase alta de Perú, cuyo padre estuvo relacionado con el fujimorismo, que se gana la vida como troll de redes sociales. Él sueña con escribir la «gran novela» del bicentenario de la independencia peruana, texto que tiene en su cabeza y del cual no ha escrito una sola línea. Aunque ya tiene el título: La lealtad de los caníbales.

Mientras, el joven se gana la vida escribiendo mensajes por internet, haciéndose pasar por distintas identidades, lo cual lo transforma en un personaje que a su vez representa paródicamente el sentido y la esencia de la creación artística literaria.

Ellos son solo una muestra de los distintos actores que van englobando la narración. Y esto en un tono que salta de la comedia al drama, del romance al policial, del realismo duro a un lirismo desencantado. Así, la ductilidad con que maneja los distintos tonos por los cuales pasa la historia, da cuenta de un autor que no se encasilla con ningún género ni con una predeterminada escritura, en una característica estética que revela parte del talento de Trelles.

Junto a la narración y sus voces, se puede «escuchar» la música que apasiona a sus personajes, dándole una fascinante plasticidad a la obra. Así se pasa de la salsa de Latin Brothers al romanticismo de los Pancho, al rock de The Clash, al pop de Whitney Huston a Lola Flores, o a la música chicha de Los Shapis a los riffs de Black Sabbath. Se podría hablar de un soundtrack de la historia, como si mientras se leyera, se estuviera escuchando un playlist en Spotify.

Asimismo, el relato lo podemos «ver» en esas alusiones a las películas, con la que algunas veces se explican a los personajes. O, como en un capítulo se asiste al registro, igual que una cámara de cine, del movimiento de los personajes, que pululan por el bar, imitando una escena de película, jugando con la ficción creada en la novela.

 

Una violencia de carácter estructural

A través de sus páginas el libro exhibe —en las acciones de sus intérpretes—, los distintos males que afectan al Perú actual y pasado: las drogas, la pederastia dentro de la Iglesia, la corrupción policial, la prostitución, la traición, y transversal a todo esto, la violencia.

Violencia física, violencia sicológica, violencia de género, violencia policial, una violencia de carácter estructural que está en el corazón de la sociedad del Rímac.

Así, y en estas vidas a la deriva, estos «caníbales» poseen una «lealtad» relativa y en el momento que necesitan sobrevivir, no dudan en fagocitarse unos a otros.

Esa barbarie que está latente en el colectivo social, va emergiendo, de la misma manera que se van intensificando los temblores que va registrando la novela. La magnitud de los movimientos terrestres va creciendo, a la par que crece la tensión en las relaciones de los personajes.

De esta manera, se avizora la ocurrencia de un gran terremoto que termine por afectar el territorio peruano, desplomando las construcciones, igual como se desploman las vidas de las personas en la narración.

Y el mérito final que exhibe Diego Trelles Paz, es conservar un pulso narrativo que no decae. Al fragmentar en tantos personajes la trama, suele ocurrir que algunos personajes quedan mejor delineados unos que otros. Sin embargo, en el entramado que él crea, a primera vista, no parece tener puntos bajos.

Esta red de enjambre de historias y personajes, es una muestra narrativa influida de manera directa por La colmena de Camilo José Cela, libro capital para entender la sociedad española, post guerra civil, que transcurre en un céntrico café de Madrid.

Esto es evidente en la configuración de la narración del autor peruano. Incluso, para que no queden dudas, nombra «La colmena» a uno de sus capítulos, constatando el vínculo y homenaje con la novela española, debida al Premio Nobel de Literatura 1989.

No obstante, en sus páginas e historias, no se puede dejar de recordar otro gran libro que habla sobre la sociedad peruana, en clave de ficción, que también transcurre en un bar, donde los personajes se juntan a charlar y beber: Conversación en La Catedral de Mario Vargas Llosa.

En sus páginas, se intenta responder la pregunta inicial que da pie a la novela: «¿En qué momento se había jodido el Perú?», se cuestiona Santiago Zavala su protagonista. Y la respuesta que el Nobel peruano da, se relacionaba con el corrupto gobierno dictatorial del general Manuel A. Odría.

Haciendo un símil con La lealtad de los caníbales, se podría preguntar: «¿cuándo se había jodido el Perú actual?», y la respuesta de Diego Trelles Paz sería, indudablemente: con «la dictadura de Fujimori».

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó también el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

«La lealtad de los caníbales», de Diego Trelles Paz (Editorial Anagrama, 2024)

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Diego Trelles Paz.