[Ensayo] Las representaciones del «Guasón»: Una pasión como nunca la habían visto

En este artículo se analizan tres destacadas versiones artísticas y culturales del supervillano de DC Comics que este jueves 3 de octubre vuelve a los cines con el largometraje de ficción «Joker: Folie à Deux», que dirigido por Todd Phillips, se encuentra protagonizado por el actor Joaquin Phoenix y la cantante Lady Gaga.

Por Joannes Lillo

Publicado el 3.10.2024

Imagino cuántos tiktokers y youtubers hay hablando del Guasón a raíz del estreno de Joker: Folie à Deux —Guasón 2—, de sus creadores, la etimología del nombre, las historietas de culto y todas las versiones del cine y la tele.

Pues para variar de lo wikipédico con voz de Alexa, quiero ofrecerte un top three de las que son para mí las mejores representaciones del Risitas en la pantalla grande y chica —o simplemente la pantalla de tu celular—. ¿Quién soy yo para determinar esto?

Bueno, igual nací el 89, no tuve de chico pegado a la mano un celular sino un control remoto, mi superhéroe favorito fue siempre más de la Warner Bros, que de Ediciones Zinco, entonado con Danny Elfman, no con Neal Hefti. Con el tiempo vinieron los comics del persa y claro, Batman en papel es como el ukiyo-e de bueno.

Pero ciertamente, se ha ido aprendiendo, que las mejores adaptaciones —y cada comic es una adaptación también— no tienen que ser como un cosplay, tal cual el original o antecesor, sino deberse más al concepto detrás de los diseños y de sus tintas.

Con todo, a veces, el peinado verde, el traje morado, la piel blanca y la jeta enorme hacen que te masajees la frente con los ojos cerrados, y otras, te erizan hasta que el botón pausa se aprieta solo y pides a los presentes repetir, y si uno te reclama… Why so serious?

En fin, aquí voy:

 

Número uno: Mark Hamill también se cayó al ácido

Hasta mi adolescencia siempre defendí que el mejor Guasón era el de Mark Hamill alias Luke Skywalker. Cuando me hacía explicar, me decían: «Ah, pero él le hacía la voz al monito». ¿Y qué? La voz es tan importante como el cuerpo te diría un actor, ¿y crees que Mark tenía el sistema nervioso rígido al acercarse al micrófono de grabación?

La voz de Mark Hamill es la del Guasón de la icónica serie animada de los 90, sí, pero también la que habría tenido siempre, The Voice of The Joker, la que tendría si lees el Batman nº1 o Batman: Shadow of the Bat.

Por supuesto, funciona además porque los productores de animación Bruce Timm, Eric Radomski y el resto de su bati-equipo, tomaron lo mejor de cada versión gráfica anterior para hacer a este Príncipe Payaso del Crimen que, aun cuando era para el horario infantil, conserva eso del gánster de cine negro de los 40, experto en trabajitos de arma blanca, que al quedar carcomido por el ácido lleva su oficio al extremo de un arte teatral, circense y clown sobre todo, en el que el fin ya no justifica los estrafalarios medios.

El fin ahora es gastar una broma inolvidable, que podría ser un robo con víctimas que parecen sonreír por voluntad propia, o hacer explotar la ciudad alter ego de Manhattan.

Una caricatura parecida a la de La Máscara y el Genio de Aladdín pero en pacto con el Maligno. Ni el gran Tim Curry —la primera opción— logró dar una voz que detonara la urgencia de anestesia o electro shock. Fue el prejuiciado pero metódico y versátil, y lector de bati-historietas, Mark Hamill quien consiguió los mejores matices y estilos de risa y tonalidades anímicas, jamás nunca en un punto medio sostenido, del enemigo más peligroso del Murciélago.

Después de todo, el lado oscuro pasa por su sangre JAJAJA.

Y si te digo que la voz que tenía Batman —dada por Kevin Conroy— está al mismo nivel, es que te digo que Batman: la serie animada (1992) debe verse con subtítulos como yo hice en la época de los dvd’s, y por eso lamento que hoy algunas plataformas ni se molesten con el audio original, como si acaso a los adultos nos interesara menos que a los spider-niños.

 

Número dos: El Guasón Mexicano

No existe de modo concreto —¿acaso no es eso guasonesco?—, es más un simbolismo, y una de las razones de que el Joker de Joaquin Phoenix no esté en este humilde top —la otra razón es el puesto nº1 obviamente—.

Sí, a todos nos gustó el de Phoenix, hablar del Bromas es hablar casi solo de ese, nos gusta pintarnos la carita con sus rombos azules, uno corrido hasta más abajo por una lágrima accidental, nuestra polola es Harley Quinn, nadie nos comprende, pero, con una manito en el corazón: ¿Quién sufre más, un Guasón Neoyorkino o un Guasón Mexicano?

Por eso me agrada, porque el Mexican Joker es el guasón latino, sudaca, tercermundista, subdesarrollado a propósito por milicos y empresarios bicamerales —Chile, Ecuador, Honduras, da igual—. A nosotros sí que nos cuesta que un trabajador social o un psiquiatra del consultorio o, en esencia, un sistema de salud público, tome en serio nuestro caso.

Nunca hay recursos, siempre falta personal, el que hay se las arregla como puede, la burocracia es un colador, la solución ofrecida suele ser trabajar sin pensar, se priorizan los casos más extremos y violentos, y tampoco es que vayan a un lugar como Arkham Asylum, esperando reintegrarse desde un sillón psicoanalítico.

A Latinoamérica sí que le gusta ponerse un traje chillón y costoso luego de sobrevivir a una fábrica de químicos, y tapar el dolor y camuflar la ira cagándose de la risa. Washington D.C. me recuerda más a cierto tipo monitoreando desde la baticueva, mitigando problemas que en origen fueron su culpa.

Todo partió en la recriminación que le hace el niñito de South Park, Colorado, Kyle Broflovski, a unos agentes de la ICE encargados de niños inmigrantes ilegales dentro de un campo de concentración —al más puro estilo de Donald Trump, por entonces presidente (2019)—:

«Conocen las películas de superhéroes, ¿no? ¿Recuerdan cómo estos siempre crean al villano? Una persona cualquiera que fue separada de sus padres y encerrada cuando era niño. Y el niño se quedó solo para planear su venganza. Lo que están creando aquí es el Guasón Mexicano. ¿Y qué hará un Guasón Mexicano?… Crecerá y esperará y al final… se defenderá con una pasión como nunca la habían visto».

Si te interesa el crítico y divertido episodio escrito por Trey Parker, es el 23 x 01.

 

Número tres: «No se trata de dinero, se trata de dar un mensaje»

Llegamos al uno, al Joker de The Dark Knight (2008), el que inspiró Joker (2019) del director Todd Phillips, pero eso se sabe sin investigarlo. Es más, ¿qué puedo decir que no sea repetir lo que otros loros?

Quizás, para empezar, que la razón de que Batman ya fuese más popular que Superman a fines del siglo pasado, es que presenta un universo casi nada superpoderoso. Complejiza con lo detectivesco, el espionaje y muchas armas y tecnología y sustancias secretas, todo con muchísimo, estiloso y doloroso dramatismo.

Aquí no hay un Loki o un Thanos, hay un Joker, y, a la hora de llevarlo al cine como el némesis del Señor de la Noche, sí, puede verse como el Guasón de muchos comics, pero al no estar dentro de uno sino en un set de grabación, también como uno de esos irritantes villanos de Power Rangers del que solo quieres que explote luego.

Por eso creo que, los hermanos Nolan y David S. Goyer —encargados del filme—, sustituyeron el ácido que te deja con pinta de payaso, por un tipo que tiene unos cortes cicatrizados desde las comisuras hasta la mitad de las mejillas, más uno pequeñito y diagonal sobre el labio inferior, como si sonriera permanentemente.

Y pintarse a lo payaso —fuera de un cumpleaños— no atenúa el detalle, lo enturbia, está queriendo decir que su defecto no le ha dado un trauma sino una convicción traumatizante.

Con eso basta, no necesita estar riendo y gastando bromas con histeria todo el tiempo, más bien, el legendario Heath Ledger, entendiendo la idea de un bati-universo más cercano a lo realístico, actuó como un alma que de morir, solo moriría un resto más y se quejaría de aburrimiento.

De vuelta de haber sido asaltante, homicida y pandillero en los barrios más bajos, un Bruce Wayne que luego del trauma nunca tuvo amigos, capital y medios, y le parece que la vida del ciudadano común —que saca título, busca un trabajo y hacer una familia honrada— es un chiste que podría mejorarse con un cuchillo. Le hace notar su idea de equidad al dealer o policía que se encuentre, sabe disfrutar y canalizar su odio y apatía hasta si le dan duro.

Un tóxico puro, y los tóxicos molestan porque tienen sus argumentos, el lado opuesto de cualquier cosa con un lado —por eso será que los coaching no recomiendan confrontarlos sino evadirlos—. Lo que de verdad quiere el tipo —y ya que su contracara tomó un ratón alado de símbolo—, es representar la carta conocida en los juegos de naipes como comodín sin cesar.

Sin cesar saltarse las reglas, ridiculizar al mazo entero, poner al que va perdiendo en lo alto sin lógica subsecuente, hasta que todas las otras cartas se vuelvan también en comodín, más por pánico que deseo. Y el crimen organizado de Gotham juega esta carta ante el jaque en que lo tiene Batman y sus secuaces —policía y fiscales—. Gotham City estaba tan corrompida que tuvo que aparecer un enmascarado que le devolviera la fe a la gente por un mundo seguro y ético.

El Guasón piensa que eso es un engaño y hay que admitir que cada individuo funcional porta sus mismas cicatrices faciales bajo capas y capas de maquillaje.

Lo demuestra, por ejemplo, matando autoridades con ayuda de la misma policía que Batman también utiliza, o bueno, con la parte de la policía que no quiere un vigilante anónimo encima, sino volver a sus arreglines con la mafia y los tribunales de justicia. La idea es decirle a Batman: «¿A quién defiendes, con quién trabajas? No hay ningún bando bueno o mejor».

En otras palabras, sí, es una guerra civil, en la que superhéroe y supervillano creen estar representando lo que la gente más tiene guardado y se la juegan más allá de sus propias vidas. Esto es algo que los mangas japoneses y sus adaptaciones ya venían desarrollando de mejor forma que los super amigos que deciden salir a limpiar calles: la fuerza enemiga en un relato o historia, no es algo malo como una nube negra tapando el sol, es otro punto de vista —otro sol, más quemante o extremo si se quiere—.

Así, y por dar un ejemplo, siempre me llamó la atención que un arco de la serie Naruto: Shippūden se llamase «Los dos salvadores», que es cuando Naruto enfrenta a uno de sus enemigos más peligrosos, pero que quería, de mucho antes, lo mismo que él: La Paz.

Para terminar y redondear, eso, The Dark Knight, la segunda entrega de la Trilogía de Nolan, revitalizó al Príncipe Payaso para siempre y en todos los medios artísticos, recordándonos que el villano más peligroso en una historia no es el que quiere millones de dinero ni tampoco ser el amo del universo, es el que simplemente disfruta del proceso, el de hacer daño lo más extenso y hondo que se pueda, no teniendo nada que perder, ganando algo que ni una cadena perpetua le podría quitar.

De aquí en adelante, hasta los productores de Marvel tuvieron que hacer antagonismos un poquito más elaborados y se nota si revisas las fechas —todo lo Avengers vino después—.

Y si bien el mundo, este mundo de generar ingresos antes que constatar derechos mínimos como si lo hubiese escrito un autor de comics, nos lleva a admirar a don Joker, no está de más recordar que el papel de Batman —después de todo mi superhéroe favorito al que a veces pelo—, el de tomar medidas radicales pero siempre civilizadas, sin armas de fuego, sin bajas ni más golpes que los neutralizantes, merece nuestro respeto.

En efecto, y aunque el tipo tampoco muere por adulaciones y se las arregla igual si la policía decide traicionarlo y darle caza. Se identifica con un murciélago, no un ángel.

Apuesto a eso, a que el Caballero Oscuro, además de querer un futuro en el que un niño no pierda a sus padres nunca más, de igual modo uno en el que los empresarios que meten a gente necesitada en tanques de ácido, paguen con algo más que cheques.

Mientras las cosas no cambien, vamos a querer seguir vengándonos de todo con un HA HA HA o JA JA JA hecho de spray morado.

 

 

 

 

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Joannes Lillo (1989) es un escritor chileno que ha publicado Diario flaite de un vampiro (Catalonia, 2017), María cuñada mía (Laurel, 2019) y Qué brígido (Abducción, 2021).

En otros galardones ha obtenido el primer lugar de los Juegos Literarios Gabriela Mistral 2015 en género cuento, el Premio Especial Concurso Roberto Bolaño a la Creación Literaria Joven 2014, en la categoría cuento, y la beca de Creación Literaria del Fondo del Libro 2016 en el género de la novela.

Ha participado en los talleres literarios de los escritores Diego Ramírez, Camila Gutiérrez, Juan Pablo Sutherland, entre otros.

 

Joannes Lillo

 

 

Imagen destacada: The Dark Knight (2008), de Christopher Nolan.