[Ensayo] «Una mujer bajo la influencia»: El derrumbe del sueño americano

Todo es emoción en esta obra de John Cassavetes posterior a la guerra de Vietnam y a la sensación de fracaso que se extendió por los Estados Unidos, posterior a su desenlace, en una película desgarradora que nos habla de otra realidad, tan distinta de la impostura que pretendió instaurar el país del norte a través de una conflagración absurda.

Por Aníbal Ricci Anduaga

Publicado el 30.10.2024

Un documentalista de las emociones, travellling, planos secuencia, cámara fija, primerísimos planos llevados al absurdo, todo el repertorio necesario para dar cuenta de una historia desmedida debido a que el rol de Gena Rowlands no tiene medida.

No hablemos de montaje, más bien de una edición a la que le sobran minutos, pero la historia requiere esos diálogos incomprensibles, ese marido encarnado por Peter Falk que está más desquiciado que esta mujer inestable que vive en su mundo, uno infantil donde bailar es sinónimo de un lugar propio, aunque Falk (a veces sobreactuado) vive en el peor de los universos: ser esposo de una mujer hermosa para lucir ante los amigos.

Rowlands llegando del hospital psiquiátrico y Falk insiste en que todos sus dirigidos le brinden esa bienvenida que no necesita. Viene de electroshocks y está domada: se ha dado cuenta de su comportamiento errático y necesita la comprensión del padre ausente que no entiende que a su hija hay que quererla por ser ella misma, y al desear su «normalidad», lo único que hace es agravar la distorsión de Falk.

Este le dirá que la ama, que sea ella misma, que atienda a sus compañeros de trabajo, que sea una ama de casa y cuide a los niños, pero la golpeará con rudeza cuando ella no cumple su papel, la esposa de un sujeto de clase media-baja, cuyo suegro reniega de ese hombre de otra clase.

Gena Rowlands al comienzo acude a un bar porque Falk le prometió una noche sin los niños, ocurre una emergencia laboral y en vez del marido, ella lleva a un sujeto a la casa. Tampoco en el bar era una mujer seductora, sino una presa fácil de un depredador.

Su intención no era engañarlo, sino emborracharse, aunque este estado de influencia tiene más que ver con su salud mental, con la realidad de esa casa opresora donde los hijos serán los únicos cuerdos, los verdaderos adultos que protegen y entienden a mamá como cuando ella baila y juega a los disfraces.

Hay un tema central en esta monumental película de John Cassavetes (1929 – 1989): las personas que no perciben la realidad mundana a menudo serán tratados como personas «cuerdas», los familiares les exigen cosas que simplemente están fuera de su alcance y por más que no deseen verlo, la realidad es una «distinta».

Los más afortunados podrán sostener una conversación y hablar de las noticias. Probablemente puedan calzar en muchas situaciones e interesarse por los tópicos de la familia.

Pero simplemente es una forma de encajar con las aspiraciones de sus cercanos, aunque sepan que llegado el momento eso no importará, debido a que en las crisis las emociones son inmanejables y ante el colapso del cerebro simplemente éstas se apagan y la persona deja a un lado la empatía porque está preocupada de sobrevivir el día siguiente.

 

Una película que duele profundamente

Quizás las emociones nunca fueron genuinas, pero la intención era actuar de la mejor forma. Gena Rowlands asume una postura corporal, una manera de lucir la ropa, estamos hablando de la musa y esposa de John Cassavetes, su actuación es descomunal e impacta ese desdoblamiento cuando tiene que contener al desquiciado de Falk, ordenar la mesa y el desastre de puesta en escena que tiene organizado para que ella se luzca como «su» mujer, en algún momento amenaza con matarla y acabar con sus hijos, la violencia es infernal y el corazón de los afectos es esa pobre mujer a la que se pide lo imposible.

Uno podría llegar a entender la simbiosis de esa pareja, una Rowlands que aparte de sus episodios es puro amor y un Falk desbordado que es incapaz de tener un buen día con sus hijos, pero al que gusta ser el mandamás del trabajo y el anfitrión perfecto.

Amor sin contención y aparentar una vida perfecta no son buenos ingredientes, el sujeto les convida cerveza a sus pequeños, los verá como una especie de amigos del laburo, niños que se volverán una bomba de tiempo en el futuro, no sólo de amor se vive, la madre olvida a la gente con la cual ha estado y el padre arriesga la vida de sus dirigidos porque no sabe distinguir los espacios entre hogar y trabajo.

La película duele profundamente y uno pensaría que Fellini está detrás de toda esta multitud de personajes sentados a la mesa tras un plato de tallarines, pero no se trata de una farsa, Rowlands desea que todos la pasen bien, no es lo que tenía pensado Falk, la modelo no calza en su pequeño teatro burgués y todo se vuelve incomprensible y una sensación de vergüenza ajena porque el marido dice amar a esta mujer, pero en realidad se casó con ella por su belleza y cierto prestigio que podría darle.

Falk le exige que cumpla su papel y ella absorbe el desvarío de emociones de este sujeto. Es imposible pedirle que se comporte con «normalidad».

Gena Rowlands es el personaje más sensible y menos capacitado para lidiar con esta batalla. Podrá tener momentos más tranquilos, de emociones atenuadas, pero es el eslabón más débil, el fusible que se quemará en cuanto la música deje de sonar.

La banda sonora y los silencios tienen un papel muy importante, leí por ahí que el director escogió música clásica, un contrapunto para subrayar los momentos caóticos, en cambio utiliza el jazz para sugerir instantes de paz.

Todo es emoción en esta cinta posterior a la guerra de Vietnam y la sensación de fracaso que se extendió por Estados Unidos. Supuso una batalla personal del realizador contra el Hollywood que se negó a distribuirla.

Una película desgarradora que nos habla de otra realidad, tan distinta de la impostura que pretendió instaurar el país del norte a través de una guerra absurda.

 

 

 

 

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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y quien también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.

Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).

Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).

Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020), Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021), Pensamiento delirante (Editorial Vicio Impune, 2023), Vivir atormentado de sentido (Editorial Vicio Impune, 2024) y la recopilación de críticas audiovisuales Hablemos de cine (Ediciones Liz, 2023).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Aníbal Ricci Anduaga

 

 

Imagen destacada: Una mujer bajo la influencia (1974).