La militante anarquista española Federica Montseny, exministra de Sanidad de la Segunda República durante la década de 1930, analizó en clave hermenéutica —al momento de su estreno en 1964— la estética audiovisual y dramática de este largometraje de ficción que dirigido por el realizador de origen polaco Fred Zinnemann, se encuentra protagonizado por los actores Gregory Peck y Anthony Quinn.
Por Claudio Rodríguez Fer
Publicado el 3.11.2024
El siempre humanista y progresista actor estadounidense Gregory Peck (1916 – 2003) produjo e interpretó en 1964 el film Behold a Pale Horse (Y llegó el día de la venganza), una obra absolutamente prohibida en la dictatorial España de Franco.
Su guion se basó en una novela Killing a mouse on Sunday de Emeric Pressburger y fue dirigida por el cineasta polaco Fred Zinnemann (1907 – 1997), quien había entrevistado con mucho interés a anarcosindicalistas españoles exiliados en Perpignan y Toulouse.
En él, Gregory Peck interpretó a un guerrillero antifranquista muy libremente inspirado por el anarquista Quico Sabaté, combatiente este que acabó abatido en una de sus incursiones guerrilleras a España desde su exilio francés, mas también figuran en el reparto Anthony Quinn y Omar Shariff.
Además, en tal filme, de estética bastante neorrealista, aparecen imágenes del documental, también prohibido por la dictadura franquista e igualmente musicado por Maurice Jarre, Mourir à Madrid, de Frédéric Rossif.
Behold a Pale Horse es un título bíblico tomado del libro del Apocalipsis, alusivo al caballo pálido que lleva en su lomo a la Muerte, seguida del Infierno, con la potestad de matar con la espada y con el hambre, por lo que tal imagen puede identificarse con el fascismo represor y genocida.
Mas por su carácter crípticamente simbólico, este título fue sustituido en Francia por el de Et vint le jour de la vengeance, lo que sirvió de base para el título posteriormente utilizado en España cuando, ya recuperada la democracia, fue autorizada la exhibición del filme: Y llegó el día de la venganza.
De este cambio proviene el título del lúcido artículo «Y vino el día de la venganza» que le dedicó a dicha película la dirigente anarquista española y exministra de Sanidad de la Segunda República, Federica Montseny (1905 – 1994) en el número 154 del periódico del sindicato CNT exiliado en Toulouse, Espoir (cabecera que siguió a la anteriormente prohibida CNT), dentro de su sección «Día tras día», el 13 de diciembre de 1964, que pude conocer gracias a la colaboración del activo historiador libertario Amado Marcellán, hijo del anarquista catalán exiliado en Francia, Tomás Marcellán.
El citado artículo fue escrito después de ver el filme en el Cine Royal de Toulouse buena parte de la colectividad anarquista española exiliada en dicha ciudad el 29 de noviembre de 1964.
Ese hombre solo, vale por todos los westerns del mundo
Tras comprobar que no se trataba de una crónica histórica sobre un personaje concreto, Federica Montseny conversó: «con personas que estuvieron en la génesis del filme y que incluso ayudaron al escenógrafo y a los artistas a ‘componer’ el personaje», lo que le permitió comprender perfectamente la intención y el sentido de la película:
«Hemos comprendido que Y vino el día de la venganza no era el filme de la vida y la muerte de un hombre, sino una especie de símbolo y síntesis de la vida y la muerte de tantos resistentes españoles que han ido continuando la lucha contra el franquismo y que han caído de muy diversas maneras, pero, la mayor parte, víctimas de lazos tendidos a través de agentes provocadores y de falsos enlaces, al servicio de la policía o de la guardia civil españolas».
Con premonitoria clarividencia, Federica Montseny valoró la condición iniciática de la temática del filme: «Cabe hacer a Zinneman la justicia de reconocer que es el primer intento, por parte de un escenógrafo americano y de una empresa cinematográfica, para aprovechar con cierta honradez el filón de temas formidables que puede ofrecer al cinema de mañana la explotación de los actos heroicos de tantos y tantos combatientes contra el franquismo, luchando y muriendo en condiciones extraordinarias, en las que un nuevo aliento épico sopla y anima escenas inéditas en el cine».
Por esto, añade: «la realidad es superior a la ficción y aún no han encontrado ni Sabaté, ni Vila Capdevila, ni tantos y tantos tipos extraordinarios surgidos de la cantera de héroes de España, el que sepa llevarlos integralmente a un cine realista y libre. Pero Y vino el día de la venganza es uno de los mejores films hechos teniendo como telón de fondo la lucha contra las fuerzas de la reacción española y por protagonistas guerrilleros y guardias civiles. Desde luego, infinitamente superior a Por quién doblan las campanas«.
Además, valora que pese: «a las concesiones hechas a las ideas clásicas sobre lo que es un revolucionario español», Zinnemann: «ha conseguido dar calor humano, dignidad y fuerza excepcionales», al personaje interpretado por Gregory Peck.
De aquí que destaque escenas como estas: «Hay momentos felices, sobre todo aquel en que, en los días de la debacle, obligado a entregar el fusil en la frontera, se debate con sus amigos, prefiriendo volver a internarse en España antes que entregar el arma con la que combatió durante tres años».
Para la analista, algunas de estas escenas evocan las de hechos reales muy concretos: «Y ese gran cuerpo sin vida, sobre el que disparan todavía los que temen que aún le quede una gota de sangre en las venas, nos recuerda la visión trágica de Ramón, acribillado a balazos, muerto en el lazo tendido cerca del pueblo donde habitaba su hermana».
Igualmente, destaca otras escenas emocionantes: «Hay imágenes muy buenas: el desfile de caras de combatientes, alineados en la frontera, desarmados, vencidos, es magnífico: cada semblante es un poema. Y la escena de la lucha en los tejados y las salas del hospital, entre toda la guardia civil reunida y el acecho para matar a un hombre, y ese hombre solo, vale por todos los westerns del mundo».
Federica Montseny reconoce y acepta la objetividad general del filme, aunque señala que la complicidad con el conservadurismo de la iglesia católica tradicional y en la propia caza del protagonista de la película puede quedar injustamente redimida de sus «responsabilidades» por la humanitaria del: «cura joven, limpio moralmente, que cumple su deber de cristiano».
Claro que también sabe que ni esta salvedad impidió que el filme fuese admitido en la España de Franco, dispuesta incluso a: «tomar represalias contra la Columbia, llegando hasta pretender prohibir que pasasen películas de esa marca por las pantallas españolas».
Concluyendo, Federica Montseny hace un balance positivo de la intención y del resultado de esta producción del propio Gregory Peck:
«Hay en Zinnemann, autor, y en Gregory Peck y Anthony Quinn, intérpretes, un deseo de mostrar en su grandeza desnuda y desesperada a los unos; en su fría maldad, su sadismo, su violencia, su fanatismo inmisericorde, a los otros. En este empeño, el éxito es total: difícilmente olvidaremos la angustia, la tristeza que nos embarga, cuando vemos al hombre solo, ganando a pie, entre los riscos y la nieve, la frontera, para adentrarse en España, mientras los otros, al acecho desde hace días, en torno al lecho donde agoniza y muere la madre, está preparándolo todo para cazarle».
En el parágrafo final, Federica Montseny postula un cine épico y humanista, no exento de romanticismo, que haga justicia a tanto sacrificio antifascista: «Ojalá el camino abierto por Zinnemann sea seguido por otros cineastas. Cada guerrillero, cada combatiente en esa lucha desigual y heroica, es un personaje de leyenda. Y de ese pasado de gloria y de sangre, podría salir un nuevo cinematógrafo de epopeya, estética e históricamente muy superior a cuanto hasta hoy se ha hecho, y que daría al séptimo arte su verdadera dimensión humana».
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Claudio Rodríguez Fer (Lugo, Galicia, 1956) es poeta, narrador, autor teatral y ensayista en gallego e hispanista en castellano. Reunió su obra lírica en Amores e clamores, su obra narrativa en Contos e descontos y su producción visual y objetual en Cinepoemas y en Corpoética.
Tráiler:
Imagen destacada: Gregory Peck en Behold a Pale Horse (1964).