[Crítica] «Kandinsky 30»: El contenido del ser humano es una madeja de hilos

La poesía de Luis Cruz Villalobos tiene algo de melancolía, pero también de esperanza, y su camino autoral y creativo corresponde a una búsqueda de los que anhelan liberarse de las formas, en otras palabras, y a través de su obra, el también psicólogo clínico chileno, nos invita a un proceso de hermenéutica y de fe.

Por Víctor Ilich

Publicado el 23.11.2024

«El contenido de la pintura es pintura. No es necesario descifrar nada: el contenido habla lleno de alegría sobre aquello por lo que vive una forma, por lo que es trascendental». Esto lo declaró Kandinsky en una entrevista de 1937. Es más, pidió: «que no crean que mi pintura pretende revelarles algún ‘secreto'».

Por esto llama la atención la sugerencia final de Luis Cruz–Villalobos (Santiago, 1976) en su obra poética Kandinsky 30. pictopoesía, que se sustenta en la obra del famoso pintor ruso Vasili Kandinsky, de 1937, titulada Treinta, compuesta por treinta casillas rectangulares con treinta dibujos distintos, en blanco y negro, intercambiando los fondos de dichos colores, evocando reminiscencias de los pictogramas chinos o de las casillas del ajedrez.

Nada es casualidad. Mejor dicho, no creo en la casualidad.

Al final del texto, Cruz–Villalobos da una clave interpretativa de relectura: la descripción del proceso de desarrollo de una vida desde su nacimiento hasta la resurrección. En otras palabras, nos invita a un proceso de hermenéutica y fe.

Es decir, de interpretación de un texto aportando contexto: la fe y no cualquier fe, sino aquella que habla de la resurrección. Ya lo dijo Saulo de Tarso: «Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco el Cristo resucitó, y si el Cristo no resucitó, nuestra predicación es en vano, y vana es también su fe…» (1ª Co 15:13-14).

Con todo, es inevitable hacer cuatro asociaciones imposibles de omitir: si bien hoy está alejado de cualquier cargo eclesiástico, el autor de los poemas fue presbítero en una iglesia cristiana de vertiente reformada tradicional; además, tiene antepasados chinos —su bisabuelo—, y conoce la muerte desde el miedo más incisivo que todo padre evita: la pérdida de un hijo.

Y por último, Luis Cruz–Villalobos es psicólogo clínico de profesión, por tanto, las manchas del test de Rorschach —imagino— le evocan muchas cosas: algunas dignas de develar y otras más privadas, por ende, no resulta casual su reinterpretación del cuadro de Kandinsky y la clave interpretativa que propone.

 

Esclavos de las formas

Es así como es posible sostener que nosotros, cada uno de nosotros, somos el contexto de todo lo que percibimos, nuestro bagaje cultural, emocional, profesional, en definitiva: el bagaje vital es el filtro con el cual leemos y releemos al mundo y a los demás.

Y lo dije antes, y lo sostengo otra vez: no creo en las casualidades.

Kandinsky estudió Derecho. Por ende, no resulta extraño que quiera liberarse de las formas, en otras palabras, en un mundo como el jurídico donde imperan las formas, hace sentido el querer liberarse de ellas haciendo de la abstracción en su pintura, en todo caso, otra forma de canalizar su bagaje vital y necesidades.

Somos esclavos de las formas: sean figurativas, interpretativas o abstractas. ¿Y quién nos podría liberar de aquello? Alguien podría afirmar que los hongos alucinógenos contribuyen a dicha libertad. Y en esa búsqueda de libertad las adicciones muestran sus cadenas.

La poesía de Cruz Villalobos tiene algo de melancolía, pero también de esperanza.

Kandisnsky perdió un hijo: Vsevdod.

Quién podría negar que la búsqueda de Cruz–Villalobos es la búsqueda de los que anhelan liberarse de las formas. Pero no nos equivoquemos, jamás abandonamos una forma sin adoptar otra. Ya sea la regeneración cristiana o la resurrección, siempre algo nos define: somos seres formales, respondemos a un diseño. Basta pensar en un átomo o en una célula. Nadie escapa al diseño.

Por consiguiente, que cada uno escoja el pictograma que más le acomoda, representa o al cual aspira, pero tenga claro que no hay nada secreto que no vaya a hacerse manifiesto. En definitiva, el contenido del ser humano es una madeja de hilos que en el mejor de los casos es posible desenredar, pero seguirán siendo hilos que alguien puede conocer, cuidar, cortar o manipular.

No pretendo revelar nada, todo está escrito, al menos lo necesario para poder leer a Cruz–Villalobos. Y si la vida imita al ajedrez, como sostuviera Kasparov, hay una alta probabilidad de ganar la partida que nos toca si leemos adecuadamente las claves interpretativas que nos dan. El que tenga oídos que escuche y el que tenga ojos que lea.

 

Referencias bibliográficas:

—Becks-Malorny, Ulrike (2003). Vasili Kandinsky, en camino hacia la abstracción, Italia: Taschen.

 

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Víctor Ilich nació en Santiago de Chile en 1978, egresado del Instituto Nacional y de la Escuela de Derecho de la Universidad Finis Terrae, es abogado y juez de garantía en la Región de O’Higgins, y además el autor de más de una docena de obras literarias.

Algunas de ellas han sido prologadas y comentadas por destacados académicos, escritores y críticos como Hugo Zepeda Coll, Thomas Harris, Andrés Morales, Alfredo Lewin, Juan Mihovilovich y Marcos Buvinic.

 

«Kandinsky 30. pictopoesía», de Luis Cruz-Villalobos (Notebook poiesis, 2021)

 

 

 

 

Víctor Ilich

 

 

Imagen destacada: Luis Cruz-Villalobos.