[Entrevista] Manuel Borrás: «Los cursis se han sacado debajo de la manga el término de la bibliodiversidad»

El creador intelectual de la prestigiosa Editorial Pre-Textos dialoga con el Diario «Cine y Literatura» acerca de los distintos núcleos artísticos, técnicos y éticos, que confluyen en su labor a cargo de una de las principales casas impresoras del libro en España, y de la visión crítica que tiene en relación a un circuito cultural, donde a su juicio: «hay lamentablemente muchísima falsedad e impostura».

Por Eduardo Suárez Fernández-Miranda

Publicado el 24.11.2024

Manuel Borrás Arana (Valencia, 1952), licenciado en filosofía y letras por la Universidad de Valencia, es una de las figuras más relevantes de la edición española. Su interés por la literatura lo llevó a fundar en 1976, junto a Manuel Ramírez y Silvia Pratdesaba, la editorial Pre-Textos, de la cual es su editor literario.

Autores del prestigio de Juan Ramón Jiménez, Eça de Queirós o Henry James forman parte de un esmerado catálogo que se ha ido componiendo a lo largo de casi medio siglo.

En efecto, Pre-Textos ha recibido importantes galardones por su destacada labor en el mundo de los libros, entre los que cabe destacar el Premio Nacional del Ministerio de Cultura a la Mejor Labor Editorial o el Reconocimiento al Mérito Editorial que le concedió la Feria del Libro de Guadalajara (México).

Con todo, el Diario Cine y Literatura ha tenido la oportunidad de charlar detenidamente con Manuel Borrás sobre el mundo de la edición y también en torno a la concepción —que debido a su experiencia profesional y larga trayectoria— guarda el valenciano acerca de los cánones cualitativos del arte narrativo, la cultura escrita y de las políticas públicas vinculadas a su ámbito de acción, en general.

«Estamos en una crisis de valores que nadie quiere reconocer», afirma Borrás, en la forma de un juicio global, en relación a la actividad comercial, técnica y periodística, que se conoce como «el mundo editorial2 en Hispanoamérica.

Asimismo, el hombre a cargo de Pre-Textos describe en esta exhaustiva conversación el enfrentamiento soterrado que existe entre el mercado y la esencia misma de una labor de reflexión y de búsqueda de la excelencia literaria, como tendría que ser, por lo menos en el papel, el de una empresa editorial.

En ese sentido, el gestor cultural español, acusa una verdadera compulsión de parte de sus colegas editores por publicar artefactos impresos que no soportan el menor juicio estético:

«Yo creo que va a haber un momento de inflexión porque esto no se soporta. Los cursis se han sacado de debajo de la manga el término de la bibliodiversidad, porque sí mucha bibliodiversidad y otras zarandajas, pero dónde está la literatura de verdad», se interroga a sí mismo Borrás.

Bajo esa misma idea crítica, el destacado editor alega en contra de la banalización y la mal entendida democratización que se ha apoderado de la industria encargada de preparar, presentar y de distribuir un libro que aspira a la calidad artística:

«Yo no soy elitista, yo sólo aspiro a que me lea el hombre común leído y culto. Me he pasado la vida editando libros que podría leer cualquiera, cualquier lector gustoso, cualquier persona que ame realmente la literatura, la buena literatura», enfatiza.

Por último, Borrás interpela al periodismo especializado y a la crítica cultural con fines de masividad profesional, incapaz de establecer jerarquías de calidad o de distinción artística en la producción indiscriminada del objeto libresco, no sólo a nivel latinoamericano, sino que también en la estructura editorial de habla inglesa:

«Apelando a determinados principios de la modernidad lo que se ha tratado de ocultar es una profunda ignorancia. Yo creo que en el mundo del libro y en el mundo de la literatura, y no hablo solo en el ámbito hispánico, hay lamentablemente muchísima falsedad, mucha impostura y, lo peor, mucha incultura. Te diría que incluso mucho intrusismo», sentencia sin filtros la mente conductora de Pre-Textos.

Una conversación no apta para susceptibles, y la cual estará lejos de dejar indiferente o tranquilo en su pasividad, a quien la lea.

 

«Si hay algo que define a la naturaleza de la literatura es su lentitud»

—Pre-Textos cumplirá en 2026 50 años de existencia. ¿Cómo cree que ha evolucionado el catálogo de la editorial desde que se fundara en 1976?

—Ha evolucionado, lógicamente, en el plano cuantitativo, porque a día de hoy tenemos más de 2 mil títulos publicados. Desde el comienzo hasta hoy ha cambiado mucho la configuración de las colecciones.

De hecho, cuando iniciamos la andadura editorial no queríamos hacer distingos entre colecciones porque seguimos pensando, además, que cada una de las disciplinas del mundo de la cultura escrita están interconectadas. Quién es el que pueda atreverse a decir que la poesía, la narrativa o incluso el pensamiento no tienen vínculos íntimos: nadie.

Cuando iniciamos nuestra andadura no hacíamos distinciones, publicábamos indistintamente poesía, ensayo, narrativa al amparo de una sola colección. ¿Qué pasó? Los comerciales, distribuidores, nos decían que teníamos que distinguir e identificar los libros por colecciones, porque eso facilitaba la labor archivista de los libreros.

Ya te digo, nosotros, un poco a disgusto, aceptamos, porque se hacía difícil, incluso, la propia distribución de los libros sin esa distinción inicial. Acabamos aposentando y definiendo cada una de las colecciones: de ahí nacen las de poesía, las dos de narrativa y las tres que yo creo son más singulares en nuestro catálogo: la de Poéticas, con espléndido diseño de Manuel Ramírez; el Pájaro Solitario, diseñada también por Manuel, en la que se han editado libros de poesía cuyo único protagonista es el mundo de las aves.

Nos inventamos también una colección titulada Cosmópolis, donde se habla de ciudades, de recorridos, tanto por ciudades concretas como por el campo.

Yo creo que estas tres colecciones son inéditas en el mundo de la edición, constituyen novedades en sí mismas. Y, además, han gozado del predicamento de los lectores, no han pasado desapercibidas. El problema está en darles el ritmo adecuado, porque en el momento actual hay tal expansión u oferta infinita editorial que pueden quedar fácilmente sepultadas por la avalancha de novedades.

A veces dar el ritmo al que el mercado te obliga es difícil sobre todo para editores como nosotros, primero vocacionales, después literarios. Somos de la opinión de que se está desvirtuando muchísimo la literatura por la velocidad a la que se la está sometiendo por intereses torticeros, una velocidad que no le corresponde por naturaleza.

Porque si hay algo que define a la naturaleza de la literatura es su lentitud. Lo que pasa es que está el mercado, que como sabes, es omnívoro.

Yo creo que va a haber un momento de inflexión porque esto no se soporta. Los cursis se han sacado de debajo de la manga el término de la bibliodiversidad, porque sí mucha bibliodiversidad y otras zarandajas, pero dónde está la literatura de verdad.

 

«La misión del editor verdaderamente literario, es la de llamar la atención sobre la existencia de valores que hasta ese momento han pasado desapercibidos»

— «Uno edita o bien los libros que considera que la gente debería leer, o bien los libros que piensa que la gente quiere leer. Los editores de la segunda categoría, es decir, los editores que obedecen ciegamente al gusto del público, no cuentan». ¿Está de acuerdo con las palabras de Kurt Wolff?

—Ten en cuenta que Kurt Wolff para mí ha sido una especie de referente, de faro. Fue un insigne editor a imitar. Cuando hablamos de Franz Kafka, Robert Walser, son mitos indiscutibles hoy de la literatura, pero cuando sus editores primigenios estaban apostando por ellos no eran nadie. Eran unos grandes desconocidos a los que nadie echaba de menos.

Y yo creo que la misión del editor, del editor verdaderamente literario, es precisamente esa, la de llamar la atención sobre la existencia de valores que hasta ese momento han pasado desapercibidos. Se establece una divisoria, además creo que muy falsa, entre editores independientes, literarios y, después, la gran industria.

Al menos yo, detecto más impostura, mucha más ignorancia, entre los proclamados editores literarios que entre la mal llamada industria editorial. Ellos responden a unos parámetros, a unas necesidades y servidumbres distintas a las nuestras, claro, pero eso tampoco los hace peores.

Juan Ramón [Jiménez] dijo algo importantísimo que siempre le robo, decía: ‘Yo no escribo para el público, yo escribo para lectores’. Aplícamelo a mí como editor: ‘Yo edito para lectores, no para el público’.

Manifestarse así resulta por desgracia en una sociedad como la nuestra, que todavía está evolucionando, terrible, porque por solo enunciar las cosas de este modo te cuelgan el marbete de que eres un elitista.

Yo no soy elitista, yo sólo aspiro a que me lea el hombre común leído y culto. Me he pasado la vida editando libros que podría leer cualquiera, cualquier lector gustoso, cualquier persona que ame realmente la literatura, la buena literatura.

Pre-Textos apela a la lectora o al lector de verdad, no a aquel que se mueve a golpe de las modas, de los dosieres de prensa de prestigio de la prensa internacional. Por ejemplo, yo veo que muchos de mis colegas se mueven por esos parámetros antes que por la lectura y análisis previo de lo que van a editar: The New York Times publica una reseña de un libro y automáticamente todos se lanzan a publicar el libro de marras. ¡Comprobad primero si es bueno o no!

Quién te garantiza a ti que un reseñista, incluso un crítico, está actuando con libertad e independencia. Cuántos malentendidos ha habido en literatura, y hay, que han acabado siendo mistificados o denigrados hasta hoy precisamente por un malentendido inicial. Y cuando digo esto, no sólo me estoy refiriendo exclusivamente a nuestro ámbito hispánico.

En Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, editores que para mí han sido modélicos, veo lo que están publicando y se me caen los palos del sombrajo. ¿Cómo es posible que esto lo consideren literatura? Y encima lees que los periódicos y revistas ‘especializadas’ jalean todo esto como gran literatura.

Las empresas editoras y sus ‘críticos’ nunca han sido más esclavos de los grandes grupos editoriales. Todo esto, me temo muy mucho, nos está acercando al ojo del huracán. Nos ha llevado a que nadie crea a nadie. Estamos en una crisis de valores que nadie quiere reconocer.

 

Los cuidadores de las distintas colecciones de Pre-Textos

—En la página de créditos de los libros clásicos de Pre-Textos aparecen Andrés Trapiello y Alfonso Meléndez como encargados del diseño de la colección. ¿En qué consiste su labor?

—Andrés es muy amigo mío, es como un hermano para mí y el trabajo que ha hecho en el ámbito de la tipografía lo he admirado muchísimo.

Nosotros hemos sido siempre una editorial con vocación tipográfica y, dada la cercanía de Andrés, que ha colaborado estrechamente con Alfonso Meléndez en un tándem perfecto y maravilloso, me atreví a pedirle al primero, cuando estaba yo pergeñando la colección de Clásicos, que me la diseñase tipográficamente, a lo que accedió gustosamente y a beneficio de inventario.

Después vino la colección Narrativa Contemporánea o La Cruz del Sur, en la que participó también Manuel Ramírez, mi socio y amigo del alma, que es quien ha ido cuidando las distintas colecciones de Pre-Textos.

 

«Premios que suponen una oportunidad para dar a conocer a una buena parte de nuestra poesía»

—Una parte muy importante del catálogo de Pre-Textos es la poesía. La editorial participa en galardones literarios tan importantes como el Premio Internacional de Poesía Francisco Brines o el Premio Internacional de Poesía Arcipreste de Hita. ¿Son imprescindibles estos premios, sobre todo en poesía, para descubrir nuevos valores?

—Nosotros llevamos varios premios.

Hay dos que se distinguen especialmente por el descubrimiento de nuevos valores al ser premios a poetas menores de 30 o 35 años, uno es el Premio Poesía Joven Radio Nacional de España, que precisamente acabamos de entregar hace unos días, el acto se celebró en la Casa Encendida; otro, el primer premio que hicimos para jóvenes valores, que fue con el Centro Cultural de la Generación del 27 de Málaga (por cierto, uno de los más codiciados por los jóvenes poetas tanto de acá como de América Latina), y es el Premio Emilio Prados.

Estos en lo que a descubrimiento de jóvenes valores respecta, la deriva de otros premios, como el Premio Unicaja, el Premio Fundación Ródenas, Oliver Belmás, Juan Rejano, han contribuido de manera sustantiva a sacar a la luz muchos buenos libros de poemas.

Además, estos premios suponen una oportunidad para dar a conocer a una buena parte de nuestra poesía que está moviéndose solo en los márgenes de la edición. Desde ese punto de vista, creo yo, son muy útiles para la sociedad literaria.

 

«La gran novela comienza en el siglo XIX»

—Otra de las colecciones más significativas de la editorial es Narrativa Clásicos. Sherwood Anderson, Henry James, Joseph Conrad o Eça de Queirós forman parte de ella. ¿Qué otros clásicos tiene pensado publicar?

—La colección de Clásicos de Pre-Textos nace en un momento en que se estaba dando la espalda a los clásicos. Contribuimos, de alguna forma, a que otros editores se animasen también a poner en circulación a autores clásicos.

Con todo, la filosofía que nos ha movido a nosotros creo que se ha distinguido respecto a la de la mayoría que se ha apuntado a ese rescate. Estamos contemplando cómo se está tirando de traducciones en muchos casos obsoletas por ahorrarse gastos. Pre-Textos ha hecho lo contrario, ha optado por hacer de nuevo traducciones, por ejemplo, de Lord Jim de Joseph Conrad.

Estudiamos todas las traducciones que había al alcance del público lector en el ámbito de nuestra lengua y concluimos que Lord Jim nunca se había leído bien en español. Cuando publicamos a Tolstoi, su obra Resurrección, resulta que las ediciones anteriores no estaban completas y nadie había reparado en ello por omisión.

Nosotros pusimos al alcance del lector en español una edición de Resurrección completa y en una traducción lingüísticamente actualizada. Todo esto requiere trabajo, esfuerzo, y dinero para pagar a los y las traductoras. Lo que se trata es de no defraudar a tus lectores, a los lectores.

En resumen, con esta colección teníamos dos objetivos, uno, editar libros que jamás se habían publicado en nuestra lengua, y que eran libros importantes de la tradición literaria universal, como por ejemplo, Verano tardío de Adalbert Stifter o Tar de Sherwood Anderson y, dos, verter esos libros en el español que hoy hablamos.

Pero volviendo a tu pregunta, tenemos a bastantes clásicos en cartera, pero, fíjate, a mí me gustaría mucho publicar un Galdós, no sé si dará tiempo por el cincuenta aniversario de la editorial, porque para mí Galdós es como una piedra miliar en lo que a la novela respecta.

Yo creo que Galdós, junto a Tolstoi, Queiroz o Balzac, a los que ya hemos publicado, son cuatro indiscutibles de la narrativa. Para mí la gran novela comienza en el siglo XIX, con ello no quiero en absoluto anular la narrativa del siglo XX que está también jalonada por grandes novelistas. Pero lo que es indiscutible es que la gran novela comienza, a mi juicio, en el siglo XIX.

Así pues, en este momento estamos preparamos una edición de la obra Noches rusas, de Vladímir Odoíevski. Un autor y una obra claves de la literatura rusa del XIX, pero poco conocidos en el mundo hispanohablante.

 

«Apelando a determinados principios de la modernidad lo que se ha tratado de ocultar es una profunda ignorancia»

—El 19 de septiembre de 2020 editores independientes firmaban la Declaración de Formentor. En dicha declaración señalaban su preocupación: «por la marginalidad de la información cultural y literaria en algunos medios de comunicación». ¿Cómo ve usted la crítica literaria de los medios de comunicación escritos en la actualidad?

—Para mí un crítico es aquel que es capaz de fijar jerarquías, y el ‘todo vale’ a mí no me vale. Es evidente que hay jerarquías en el ámbito de la literatura. Lo que pasa es que eso a los falsos modernos no les gusta nada. Tras la capa de la modernidad lo que hay escondida es mucha ignorancia.

Apelando a determinados principios de la modernidad lo que se ha tratado de ocultar es una profunda ignorancia. Yo creo que en el mundo del libro y en el mundo de la literatura, y no hablo solo en el ámbito hispánico, hay lamentablemente muchísima falsedad, mucha impostura y, lo peor, mucha incultura. Te diría que incluso mucho intrusismo.

Cuando oigo lo que oigo en muchos congresos a los que asisto y veo los comportamientos de muchos de mis hipotéticos colegas verdaderamente se me cae la cara de vergüenza.

Uno va a hablar allí de vida, de la cultura, de literatura y cuando compruebas que eso es de todo punto imposible concluyes en que la estafa es descomunal. Solo ves que lo esencial es el comercio y los dimes y diretes de unos y otros. Todo muy deprimente y decepcionante.

Qué difícil hacer, al menos para mí, amigos en ese caldo de cultivo. Yo me he ido alejando más y más de ese ambiente, y créeme no lo echo nada de menos. Eso no quiere decir que no cuente con grandes amigos, mejor diría amigas, entre algunos de mis colegas en el ámbito internacional a quienes quiero y admiro por su ímproba labor en el campo de la cultura escrita.

 

«Los gobiernos portugueses, los franceses u otros como el ruso, disponen de ayudas para los editores que se ocupan de los autores de sus respectivas nacionalidades»

—Precisamente de Eça de Queiroz han publicado Los Maia y El primo Basilio. Libros editados con el apoyo del Instituto Portugués do Livro e das bibliotecas. ¿En qué consiste la colaboración con instituciones de otros países?

—Los gobiernos portugueses como los franceses u otros como el ruso, tan denostado hoy, disponen de unas ayudas para los editores que se ocupan de los autores de sus respectivas nacionalidades. Hay unas convocatorias para ese menester. Se trata de estar informado y de presentarte a ellas.

Por ejemplo, proHelvetia es una sociedad suiza, muy bien organizada y que aplica un criterio de excelencia muy riguroso. Puedes presentarles un proyecto de traducción, si les parece que es buena, que la colección en la que va a inscribirse es seria y tiene buena reputación, entonces te conceden la ayuda.

 

«A un lector lo que le gusta es poderse meter en la cama con un clásico»

—Pre-Textos retractila sus libros. Es una buena forma de conservar los libros como recién impresos. ¿Cree que esta práctica se debería generalizar en las editoriales?

—Nosotros retractilamos los libros porque usamos materiales, no quiero decir nobles, pero sí materiales que si se manosean demasiado se pueden deteriorar. Cuidar la presencia física y la integridad y belleza de los libros es nuestro reconocimiento a autores y lectores. Y por supuesto no sólo a ellos, sino al propio libro como el objeto precioso que es para nosotros en Pre-Textos.

Es una práctica bastante generalizada en el mundo editorial. Hay gente que te dice que es una pena porque tú ves un libro retractilado en una librería y te da miedo abrirlo. No, tienes que abrirlo. Por ejemplo, en Alemania o en Austria, en el ámbito de la edición, está todo retractilado. Los presentan retractilados en la librería. Es una manera de preservarlos.

Nosotros no creemos que los libros sean de usar y tirar. Hemos cuidado, como indicaba antes, mucho tanto su presencia física como su estética.

Por ejemplo, de la colección de Clásicos, si tú coges el libro de Tar verás que es ligero, porque Manuel Ramírez estuvo pesando los materiales, el gramaje de los papeles, para darle ligereza. ¿Por qué? Porque a un lector lo que le gusta es poderse meter en la cama con un clásico, y como estos suelen ser libros voluminosos, lo que se procura es que sean livianos y agradables al tacto.

 

«Estamos en una sociedad de mercado, dependemos de la oferta y la demanda»

—Las editoriales independientes, Pre-Textos es una de ellas, suelen descubrir a escritores de gran calidad y cuando éstos son reconocidos, en ocasiones, los grandes grupos terminan publicando su obra. Ocurrió con Jon Fosse. ¿Ve alguna solución a este problema? ¿Es culpa de los propios autores, de sus agentes?

—Eso es verdad, y da idea del horizonte ético en el que se mueve nuestro medio. Estamos en una sociedad de mercado, dependemos de la oferta y la demanda, pero yo cuando me han ofrecido a un autor de la índole que sea que ha publicado otra editorial, llamo antes a mi colega y le digo: ‘Mira me han ofrecido tal cosa de un autor que tú llevas publicando muchos años antes que yo, ¿tienes intención de editarlo o no?’.

Si me dicen que están esperando a ver, yo soy el primero en retirarme. Eso lo hacemos, y me incluyo, editores que se cuentan con los dedos de una mano. Por ejemplo, la editorial Siruela, al mando de mi querida amiga Ofelia Grande, es también en ese aspecto de una rectitud absoluta.

 

«Los bárbaros están sentados ya a nuestras mesas»

—Ana Blandiana, autora de Pre-Textos, ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias. ¿Qué nos puede contar de la poeta rumana?

—A mí me parece una de las poetas indiscutibles en el ámbito europeo y te diría que también en el ámbito mundial. Ana es un premio Nobel in pectore, está en las últimas ternas, creo que muy merecidamente.

Luego, a Fosse no lo conocíamos casi nadie, me incluyo yo, y piensas este será un nórdico más, pero luego lo lees y te das cuenta de que es un autor muy valioso.

Ana Blandiana es una poeta primordial. Estoy muy contento de haber sido, hasta donde sé, los primeros que publicamos su poesía en nuestra lengua, y llamamos con ello la atención sobre su existencia.

Creo que hemos editado parte de sus mejores libros. Ha publicado en otras casas editoriales de prestigio, cosa que también me alegra. Pero yo me pregunto dónde estaba esa gente tan ávida hoy de publicarla antes de que entrase en los listados de posibles ganadoras del Premio Nobel de Literatura. ¿Dónde?

¿Dónde estaban los ahora editores de Giorgio Agamben?

Cuando Pre-Textos empezó a publicarlo, solo había un antecedente, Idea de la prosa, que lo sacó, si no recuerdo mal, Península. ¿Dónde estaban cuando Pre-Textos publicaba Estancias y vendíamos solo doscientos ejemplares de sus libros? Cuando empezamos, en cambio, a venderlo todos se interesaron por la obra de Giorgio Agamben.

Este se ha convertido en un mundo de piratas, en el que ya muy pocos aplican criterios rigurosos de excelencia basados en una experiencia de lectura personal, aun a riesgo de equivocarse.

Yo doy algunas clases extraordinarias, como las llaman, que de extraordinarias no tienen nada, en cursos de edición, porque creo que editar es una de las formas posibles de hacer pedagogía, y cuando me dirijo a mis estudiantes les hablo de deontología profesional, algo de lo que nadie les habla.

Cuando lo hago, los alumnos se quedan alucinados y me tildan por ello de humanista. Se les habla de cuentas, de resultados, de cómo se hace un libro físicamente, cuál es la escala áurea, de todas las excelencias para hacer un libro, pero no se les habla de la ética profesional, y no ha habido vez que no me lo hayan agradecido.

Están faltos de que se les hable de cómo enfrentarse a los retos éticos que comporta todo trabajo, y más del espíritu. Después nos quejamos de que los bárbaros están ahí, a nuestras puertas, y no, los bárbaros están sentados ya a nuestras mesas y lo peor es que nosotros hemos ya asumido sus modos y maneras, casi sin darnos cuenta.

 

 

 

 

 

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Eduardo Suárez Fernández-Miranda nació en Gijón (España). Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, está realizando sus estudios de doctorado dentro del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la misma Casa de Estudios.

Colabora como crítico literario en las revistas españolas El Ciervo, Serra d’Or, Llegir.cat, Gràffica y Quimera, donde lleva a cabo una serie de entrevistas a escritores, editores y traductores, nacionales y extranjeros.

Asimismo, escribe para las publicaciones americanas Cine y Literatura (Chile), La Tempestad (México), Continuidad de los Libros (Argentina) y Latin American Literature Today (University of Oklahoma). También, colabora de forma ocasional en los diarios asturianos El Comercio y La Nueva España.

 

«Tar. Una infancia en el medio oeste», de Sherwood Anderson (Editorial Pre-Textos, 2023)

 

 

 

Eduardo Suárez Fernández-Miranda

 

 

Imagen destacada: Manuel Borrás (por Lucía Boned).