[Ensayo] «Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi»: El milagro en la trascendencia

El texto del poeta y filólogo rumano Ion Deaconescu entrelaza la realidad con la ficción para dar cuenta del mundo interior de su compatriota escultor y del proceso creativo de su arte plástico, orientado hacia una búsqueda espiritual, la cual culmina con la importancia de lo metafísico.

Por Claudio Rodríguez Fer

Publicado el 2.12.2024

El magisterio y la fascinación ejercidas por la escultura del artista rumano Constantin Brancusi (Hobița, Gorj, 1876 – París, 1957) se extendieron a lo largo del siglo XX por todo el mundo, pues este creador profundo e innovador, tras formarse en Rumanía y en París, desarrolló un inconfundible estilo propio que resultó tan fundacional para las vanguardias históricas como para las posteriores evoluciones del arte contemporáneo hacia la abstracción.

De este modo, quien había aprendido como casi todos entonces del escultor Rodin, quien había convivido con el pintor Modigliani, quien se había relacionado con los multiartistas Picasso y Duchamp, quien había conversado con el poeta Apollinaire, con el músico Satie o con el filósofo Cioran (este también rumano transterrado como él), supo conectar ejemplarmente las formas primarias del arte prehistórico y primitivo con la vanguardista simplificación arquetípica de la curva, del óvalo, del huevo y del cilindro, pues consideraba, con lúcido acierto, que la simplicidad no es más que la complejidad resuelta.

Las obras de Brancusi pueden verse en importantes museos del mundo, como el Museo Metropolitano de Nueva York, el Museo de Arte Moderno de Nueva York o el Museo de Arte de Filadelfia, pero buena parte de sus admiradores pudieron disfrutar de su producción en el propio «atelier» del artista, recreado por el arquitecto Renzo Piano en el Beaubourg de París, uno de los complejos museísticos más visitados de Francia.

Se trata de una vívida réplica del taller original de Brancusi en el Impasse Ronsin que el escultor había concebido como una orgánica obra de arte total, pues al final de su vida ordenó cientos de piezas como una unidad en la que estaba representada en escayola o en variantes no vendidas casi toda su producción, incluyendo dibujos y bocetos.

Ahora bien, es en la propia Rumanía donde se puede gozar más libremente del imponente conjunto escultural de Brancusi, concretamente en la fluvial ciudad de Târgu Jiu, compuesto por tres grandes obras realizadas en honra de los rumanos fallecidos durante la Primera Guerra Mundial defendiendo a su país de la invasión alemana: la «Mesa del silencio», la «Puerta del beso» y la «Columna sin fin». Y a ello pueden agregarse sus obras en el Museo de Arte de Craiova, capital de la región histórica de Oltenia en la que nació el escultor, y en otros lugares de Rumanía.

No es de extrañar, pues, que tan fulgurante trayectoria haya atraído la atención de numerosos escritores, pensadores y críticos de arte. Buena muestra de ello es Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi, de Ion Deaconescu, narración en prosa traducida del rumano al español por la hispanista Carmen Bulzan, quien además prologa el libro, y obra que en el presente 2024 ha inaugurado la Colección Arte-Sana del sello editorial Independently Narrative.

 

La superación de la condición humana

Ion Deaconescu (Târgu Logrești, Gorj, 1947) es un poeta, prosista, filólogo y traductor rumano de vida y obra tan extensa como intensa.

De origen campesino, tras formarse en la Universidad de Bucarest y dedicarse un tiempo a la enseñanza media, acabó estableciéndose como profesor universitario en Craiova, donde se doctoró en literatura comparada y donde desde hace muchos años viene realizando una extraordinaria labor como gestor y difusor cultural.

Además, ejerció la docencia en varias universidades de Yugoslavia (Skopje, Novi Sad y Belgrado) y es miembro de muy diversas instituciones culturales en varios países de Europa, como Rumanía, Moldavia, Austria, Italia o Francia.

Su constante interés por las relaciones poéticas internacionales lo llevó a participar en la Fundación Europea Mihai Eminescu y su filial Academia Internacional Mihai Eminescu, así como a dirigir y a organizar el ya longevo Festival Mundial de Poesía Mihai Eminescu que se viene realizando en Craiova, con asistencia de poetas procedentes de Europa, Asia, África y América, desde 2011.

Correlativamente, en su larga y variada trayectoria poética, avalada por críticos y vates diversos (entre los que se encuentran Alberti, Guillevic o Ginsberg), abundan las traducciones de sus obras a otros idiomas, a las que ahora se suma Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi.

El título de esta obra alude por supuesto a la serie El pájaro del espacio, sin duda la que llevó más allá en el arte experimental a Brancusi, pues en ella quiso esculpir, en mármol y en bronce, más que un pájaro que vuela, la esencial idea del propio vuelo despojado de alas y demás referencias físicas concretas.

Parece que en Rumanía no se conserva ninguna de las numerosas variantes que realizó, pero en su nación originaria perdura en cambio el vuelo de los pájaros que el artista quiso ya desentrañar en su infancia por simbolizar, a través de la ascensión, la superación de la condición humana, o, como diría el escritor y filósofo rumano Mircea Eliade, la transcendencia.

No en vano, según demuestra este gran historiador de las religiones y de las mitologías en su excelente artículo sobre Brancusi y el deseo del vuelo, el escultor partió del motivo folclórico rumano de la Măiastra (Pasărea măiastră, que significa en rumano pájaro maravilloso), fabulosa ave femenina que en la literatura fantástica tradicional se convierte en hada, igual que el arte se convierte en vida.

En el libro Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi se entrelaza la realidad con la ficción para dar cuenta del mundo interior del escultor y del proceso creativo de su escultura, orientado hacia una búsqueda espiritual que culmina en la trascendencia.

Ion Deaconescu parte del descubrimiento de la personalidad del artista (paisano suyo, pues ambos proceden del distrito olteno de Gorj), tanto a través de la contemplación y del estudio de su obra como de las confesiones que personas que lo trataron al escultor hicieron al propio escritor.

Para ello, este se vale de un lenguaje poético que trasmuta lo más material, como la piedra o el mármol, en lo más espiritual, como en efecto lograba Brancusi con su escultura. Se produce, pues, una fusión anímica y alquímica entre el escritor entusiasta y el escultor admirado equivalente a la que se produce entre la materia profana y el arte sagrado o entre la materia sagrada y el arte profano.

Mediante una identificación absoluta del narrador con el creador, este se manifiesta en primera persona del singular y hace comparecer a través de sus supuestas palabras impresiones, sensaciones y recuerdos personales, tanto en lo referente a su formación como a su evolución e incluso tanto en lo relativo a sus admiradores (caso de Marcel Duchamp) como a sus detractores (caso de Jean Cocteau).

En su recreación del París de Brancusi, muestra a la artista Mary Reynolds (a la sazón amante estadounidense de Duchamp) convocando en torno al maestro a los dadaístas (Man Ray y, por supuesto, el rumano Tristan Tzara) y a los surrealistas (Breton, Eluard), pero también lo confronta con el genio reconocido de Picasso y lo conforta con la amistad probada de Ezra Pound.

Ion Deaconescu representa en el arte y en la mujer los elementos que alimentan la energía creativa de Brancusi, por lo que estos son también los que ocupan un lugar más significativo en Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi, aparte, claro está, del simbolismo del pájaro.

Y, al final de la obra, el vuelo y el revuelo de los pájaros serán los que provoquen el milagro de la identificación en la trascendencia, donde el pájaro y el creador ya son lo mismo.

 

*Si desea obtener una copia del libro Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi, puede acceder al siguiente link.

 

 

 

 

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Claudio Rodríguez Fer, nacido en Lugo en 1956, es un destacado poeta, narrador, ensayista y autor teatral que escribe en gallego y castellano. Ha reunido su obra lírica en Amores e clamores y su narrativa en Contos e descontos, obteniendo reconocimientos como el Premio Nacional de la Crítica por Tigres de ternura.

Traductor de Emily Dickinson al gallego y traducido a numerosos idiomas, dirige la Cátedra Valente de Poesía y Estética en la Universidad de Santiago de Compostela y ha sido profesor en prestigiosas universidades internacionales.

Su obra ensayística abarca estudios sobre autores como Borges, Valente, Machado y Dostoievski, entre otros, destacando sus ediciones críticas y compilaciones como Valente infinito y Poetas concatenados. Es también un referente en la divulgación de la cultura gallega.

 

«Pájaro soy yo o el vuelo de Brancusi», de Ion Deaconescu (Colección Arte-Sana del sello editorial Independently Narrative, 2024)

 

 

 

Claudia Rodríguez Fer

 

 

Imagen destacada: Independently Narrative.