El poemario de la artista visual chilena Carolina Muñoz Hinrichsen, provoca un sugestivo vuelco en las expectativas del lector, quien casi cree estar en el aprecio de una novela algo oscura, o bien bajo el esfuerzo de determinar cuáles son esos breves contratiempos existenciales, a los que se refiere la autora en las páginas de este libro, el segundo a su haber bibliográfico.
Por Walter Hoefler
Publicado el 23.12.2024
¿Qué tipo de texto usar cuando se escribe sobre una determinada experiencia? En este caso un texto de presentación de un libro. No hay un formato preestablecido, solo algunas prevenciones: quizás como no se trata de una novela de suspenso, podemos contar el final.
Pero sí podemos conjeturar en torno a qué esperamos de un libro de poemas, de eso se trata aquí: leer algo que no se ha dicho antes. Un cierto equilibrio entre significante y significado, es decir, advertir como los significantes producen sentidos.
Observar si el ritmo, la sonoridad, la métrica no solo sustentan sino que también producen sentidos. El o la poeta nos ofrece algún tipo de texto singular o quizás uno dominante. El o los textos son subjetivos, enunciativos o dialógicos. Eventualmente que se exponga una visión de mundo original.
También se pueden hacer consideraciones sobre los paratextos, si estos ofrecen alguna singularidad o ruptura. Igualmente tratar de descubrir si los textos encubren algún texto secreto, delatan o reprimen algún trauma, como el shock de la multitud desentrañado por Benjamin respecto de Baudelaire.
¿La intertextualidad se nutre o dialoga con algún texto modelo o con alguna disciplina particular? En todo caso no diré demasiado, no contaré el libro completo, solo justificar mi explicación anterior, hasta cierto punto. Me pena el haber sido profesor que ya no hace clases, y que más a menudo habla solo, como escribió López Velarde.
La enumeración caótica
Me gusta el título escogido por la autora, Carolina Muñoz Hinrichsen (Concepción, 1976): Pequeños accidentes (Ediciones Kultrún, 2024). Es escueto y sugerente.
Parece un título de película. Intriga. También la dedicatoria es escueta. Sugiere que el tema es la infancia, la familia, pero donde se explicitan dos personajes femeninos, pero que tienen nombres alegóricos, si bien comunes, resalta esa condición. Luz y Victoria. No sabemos ni sabremos si son referentes emotivos o receptores ideales, como posibles proyecciones.
Los poemas iniciales son extensos, contextualizan, pero resaltan algunas condiciones negativas del espacio, la infancia no es el paraíso. Los títulos son descriptivos, pero también algunos breves, temáticos o convencionales, como La tarde o La flor.
Interesante eso sí, que desde este espacio familiar, uno de cuyos títulos plantea a modo de hipótesis: Habitábamos la infancia, para irse perdiendo o adentrándose en otro espacio, ya no mediterráneo, sino marítimo. Pero a su vez nos damos cuenta que ese puede ser el espacio original.
Forma esto parte de un biografía convencional o de algún modo está sugiriendo algo que a todos los chilenos nos toca experimentar: movernos entre el interior y el mar, es decir un interior habitacional, pero también geográfico, eventualmente rural o pueblerino, y luego el descubrimiento del mar, algo tratado por los grandes poetas como Huidobro, Parra, Neruda hasta Mistral.
En relación a esto los poemas marítimos dialogan con la portada. Un litoral de playa con un oleaje tranquilo. Uso el adjetivo de la canción nacional, la autora no lo hace. Antes llegamos a la conclusión que los poemas desmienten lo que la portada sugiere. El mar es el morir de Jorge Manrique, pero no experimentado librescamente sino sensorialmente.
Entre la determinación del significante y los significados posibles media el paso del análisis a la interpretación. Pero hay también previamente una consideración de la estructuración o secuenciación general del texto.
Sospecho, porque vacilo entre la constatación y la verificación de la intención autorial que como construcción opera una pretensión cinematográfica y donde los títulos alternan entre señalar secuencias accionales o narrativas e imágenes descriptivas, que responden al modelo ecfrástico, es decir quieren parecer o parecen géneros pictóricos, aquí principalmente naturalezas muertas:
Así en el poema «La flor» se usan las palabras individualmente para representar objetos los que configuran una naturaleza muerta convencional:
LA FLOR
el cielo
el perro
las hojas
la mosca
el agua al golpear.
Aunque se trate de un montaje al modo de una enumeración caótica, una utilización sutil de la lista, como modelo textual.
Una intromisión inquietante
En la segunda parte remata el poema «La ballena muerta quedó en la arena» con la referencia a un modo de producción plástico como metáfora de la representación artística: Y ahora parece el dibujo incompleto / de un deseo temible (Muñoz, 2024:49), corroborando de algún modo lo que señalamos.
Con todo, es obvio, dirá alguno, si la autora es originalmente licenciada en artes visuales, pero el verso en este caso resuelve sintácticamente tanto la trasposición poética desde un género plástico, pero a la vez insinúa una experiencia inquietante, uno de esos pequeños accidentes: «un deseo temible». La lista se quiebra con una intromisión inquietante.
De las secuencias accionales, y donde el sujeto enunciante recorre o visita un lugar el verso suele ser desbordado por el uso del versículo, como insinuando el carácter dinámico de uso de una cámara:
El mercado y las calles la mugre la casa los escondites
la cocina las conversaciones prohibidas las piezas
cerradas la despensa y las figuras de porcelana
el barrio los estanques y los cisnes la ruina del
anfiteatro el reloj detenido lo alto de la torre dormir
con un revolver bajo la almohada caminar por
avenidas comprar pastillas tomar té en salones no
tener donde almorzar los funerales cruzar el río
tener miedo.
Obsérvese que las palabras están usadas en su acepción más evidente, su materialidad consignada como lista pero a modo de un collage o de un montaje, para resaltar quizás cierto uso cinético.
Por lo demás no se usa el orden sintáctico, ni métrico ni entonacional, sin uso de signos de puntuación, resaltando el uso de las palabras como representación de los objetos. Claro que esto predomina en la primera parte.
Por último agregaría que hay un despliegue muy discreto de la ironía, empezando por el título, que por lo demás remite a un poema, pero esta ironía responde antes a un understatement que en el español coloquial de Chile es como un tirarse al suelo. Me atrevería a pensar que esta es una ironía atenuada, muy femenina, pero aquí prefiero ceder la palabra.
Explico que se trata de un texto leído en la presentación y no una reseña convencional.
Por último diría que aunque no se trata de una película, sino de un libro de poemas, su lectura provoca un sugestivo vuelco en las expectativas del lector, que casi cree estar leyendo una novela algo oscura, tratando de determinar cuáles son esos pequeños accidentes.
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Walter Hoefler (Valdivia, 1944) es profesor de castellano, titulado en la Universidad Austral de Chile y doctor en filosofía con mención en filología románica, de la Johann Wolfgang Goethe Univesität de Frankfurt/M.
Poeta, traductor, académico y crítico literario. Miembro del Grupo Trilce y colaborador de la revista del mismo nombre. Autor de numerosos ensayos y artículos.
Entre sus obras destacan los libros Las cosas del oficio (Kultrún, 2007), Guiños y peajes (Fondo Editorial Municipal Stella Díaz Varín, 2015), Libro breve sobre poemas extensos. Una poética y una práctica (Kultrún,2024).
Imagen destacada: Carolina Muñoz Hinrichsen.