¿Qué es la evolución? ¿Cómo confrontamos el discurso religioso con el legado de Darwin? ¿De dónde surgen las raíces de la creatividad? ¿Qué significa tener conciencia? ¿Qué especies tienen conciencia? Estas son algunas de las preguntas que el autor plantea y explora en su publicación póstuma.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 23.6.2018
Dos semanas antes de su muerte Oliver Sacks (1933 – 2015) proyectó los contenidos de “El río de la conciencia”, el último libro que monitorearía. El autor de publicaciones como “El hombre que confundió a su esposa con un sombrero” o “Despertares” (llevada al cine con las actuaciones de Robin Williams y Robert de Niro), cogió fama por sus iluminadoras historias basadas en casos reales con los que trabajó como neurólogo. En ellas, Sacks despliega no solo su monumental intelecto, convocando referencias de una tradición amplísima, sino que también demuestra su impresionante empatía para con esos casos que, bajo su lupa, adoptan una dimensión humana rara vez vista en estudios psiquiátricos.
Sacks, en sus entrevistas y charlas, siempre manifestó su atracción por sujetos cuyas condiciones cerebrales los llevaron a vivir en la periferia de la sociedad, de la comunicación y de la experiencia humana, pero su abordaje científico no se restringe al campo médico o neurológico: en sus detalladas descripciones vemos una fascinación que supera estos cuestionamientos. En “El río de la conciencia” (que hace eco de la tradición literaria que cultivaron James Joyce, Virginia Woolf, William Faulkner), Sacks analiza, con una mirada contemporánea, las repercusiones de numerosas investigaciones dedicadas al estudio de la evolución, la botánica, la química, la neurociencia y el arte. En cada uno de los capítulos que leemos en este magnífico último regalo, comprobamos la pasión de Sacks por todo lo que observa: con sus mentores de por medio (principalmente Charles Darwin, Sigmund Freud y William James), Sacks se embarca en la exploración de lo que significa ser humano, estar vivos, tener conciencia y compartir un planeta con otras especies.
¿Qué es la evolución? ¿Cómo confrontamos el discurso religioso con el legado de Darwin? ¿De dónde surgen las raíces de la creatividad? ¿Qué significa tener conciencia? ¿Qué especies tienen conciencia? Estas son algunas de las preguntas que Sacks plantea y explora. Y también otras: ¿Cómo evolucionan las flores? ¿Qué rol cumplen los colores en la polinización? ¿Por qué el tiempo pasa de manera relativa? Valiéndose de un sinfín de investigaciones, Sacks nos pasea por países, especies, autores, pacientes. Nos recuerda los experimentos de Pavlov, las publicaciones menos conocidas de Darwin, el legado de Charcot, crucial para Freud; nos hace tomar conciencia de nuestro lugar en el mundo que compartimos con otras especies de gran inteligencia, como los pulpos o las abejas.
En uno de los capítulos más fascinantes del volumen Sacks nos cuenta cómo recuerda pasajes de su niñez al inicio de la segunda guerra mundial y relata la forma en que las memorias que tenemos pueden ser totalmente inventadas; ahí, confiesa cómo recordó con sumo detalle, las explosiones, el impacto del terror en su familia y cómo se las arreglaron para salvarse de una situación extremadamente peligrosa, para luego confesar que el relato provenía de la lectura de la carta de un primo que había vivido estas circunstancias. En otro momento vemos la coincidencia que acontece entre una obra de teatro de Harold Pinter y una investigación de un caso hecha por Sacks, lo cual le lleva a analizar en profundidad las diferencias entre influencia e imitación; vemos el diálogo que desarrolla con Hannah Arendt y su perspectiva filosófica en torno al totalitarismo, su admiración por Isaiah Berlin; vemos su amistad con Auden y su interés por la música, el arte, las plantas.
Este río es un flujo creativo. Sacks dice: “La creatividad—ese estado en el que las ideas parecen organizarse en un rápido, compacto flujo, con un sentimiento de magnífica claridad donde el sentido emerge—me parece filosóficamente distintivo… Siento que puedo bypasear o trascender mucho de mi propia personalidad, mis neurosis. Es al mismo tiempo algo que no soy yo y la parte más íntima de mí, ciertamente la mejor parte de mí”.
Crédito de la imagen destacada: Chicago Tribune (http://www.chicagotribune.com/)