[Ensayo] «Diario»: Un homenaje de silencio

El pensador inglés John Stuart Mill redactó un sucinto texto de bitácora privada en una época de gran conmoción emocional para su intimidad —determinada por la grave enfermedad de su esposa—, en un registro que comprende desde el 8 de enero hasta el 15 de abril de 1854.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 25.1.2025

John Stuart Mill (1806 – 1873) es probablemente el filósofo británico más influyente y creativo del siglo XIX. Su actividad intelectual se ocupó de múltiples aspectos del pensamiento como la lógica, la ética, la política y la economía por citar solo algunos de ellos.

El utilitarismo o ética consecuencialista le debe un poderoso empuje para su desarrollo, así como sus aportaciones a la defensa de la libertad individual y del liberalismo. Y en el orden social, su decidida actitud contra la esclavitud (reflejada en su toma de postura en la Guerra de Secesión norteamericana) y contra la discriminación de la mujer junto con su esposa Harrriet Taylor, expresada en el libro El sometimiento de las mujeres.

A Stuart Mill, en la actualidad, se le considera uno de los primeros hombres feministas, pues adoptó una posición activa por el voto sufragista.

Con todo, en el campo científico destacó su apoyo y difusión del emergentismo o la aparición de propiedades nuevas en una estructura creada a partir de elementos constitutivos más simples que carecen de dichas características. No hay que destacar demasiado la relevancia que tiene esta idea en el ámbito de la química o de la biología. Asimismo, abrazó con entusiasmo el positivismo de Auguste Comte (1798-1857) y su influencia en la ciencia y en la sociología.

Pues bien, John Stuart Mill redactó un sucinto diario en una época de gran conmoción emocional, determinada por la grave enfermedad de su esposa. Comprende desde el 8 de enero al 15 de abril de 1854.

 

Todo el verano por delante para morir

En la primera entrada, descubre su propósito: «Este librito es un experimento […] servirá para ejemplificar […] qué efecto se produce en la mente cuando uno se obliga a tener por lo menos un pensamiento cada día, que merezca ponerse por escrito. […] Tiene que estar referido a la vida, al sentimiento o a la alta especulación metafísica».

A título de muestra, revisaremos algunas entradas del texto en las que este hombre cardinalmente ético y, en estas circunstancias, doliente zahonda en la melancólica naturaleza del ser humano.

La primera de ellas corresponde al día 9 de enero de 1854. Dice así: «¡Qué sentido de protección nos es dado cuando se tiene conciencia de que se nos ama, y qué sentido adicional además y por encima de este, cuando estamos cerca del ser por el que más desearíamos ser amados! […] Siento como si ninguna enfermedad peligrosa pudiera afectarme mientras la tenga a ella para que me cuide […] y al apartarme de su lado siento como si estuviera más expuesto a los ataques del enemigo».

Después, la segunda es una terrible y dolorosa meditación sobre la muerte de un ser querido. Se lee en el día 31 de marzo: «Aparte del dolor corporal y del sufrimiento de ver sufrir a aquellos que nos aman, lo más desagradable del morir es el tedio intolerable de todo ello. No debería haber muertes lentas».

La tercera se encuentra en la fecha del 3 de abril: «El efecto suavizador que tienen los aspectos soleados de la naturaleza nunca se hace notar más que cuando la salud está declinando. Considero que es de excelente suerte el que uno tenga todo el verano por delante para morir».

Esta última anotación inspiró un brevísimo poema de mi libro A flor de agua (Caligrama, Sevilla, 2020) que trataba de retener el eco de estas palabras. Su título «El verano para morir». Y habla de esta manera:

Parva muerte
Diaria,
Cálida negligencia
De agonía suave,
Apenas perceptible
Para el tiempo.
Lento universo
Soleándose
En disolución.

Podría aumentarse la muestra de anotaciones del diario con otros temas de interés, pero ¿podrían los comentarios superar en lirismo, acierto expresivo y calidad humana la propia escritura del Diario? Dadas esas condiciones, el mejor ensayo crítico es un homenaje de silencio.

 

 

 

 

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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras poéticas se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

«Diario» (Alianza Editorial, 1999)

 

 

 

Luis Miguel Iruela

 

 

Imagen destacada: John Stuart Mill.