Hasta la arquitectura del edificio emplazado en el barrio Bellavista de la comuna de Providencia —a los pies del cerro San Cristóbal—, tiene un aire clandestino: por fuera no llama tanto la atención, pero una vez adentro se suceden las escaleras, los patios, los muebles e innumerables rastros de la vida de su antiguo dueño, el poeta chileno Pablo Neruda.
Por Juan Ignacio Izquierdo Hübner
Publicado el 24.2.2025
¿Por qué nadie me avisó que existía semejante refugio de historia poética? Años estudiando en la Casa Central de la Universidad Católica y nunca me enteré de que a pocas cuadras latía la azul casa de Neruda.
Tuvo que llegar un día de ocio irredimible para que me pusiera a buscar alternativas. Aunque reconozco que tan despistado no andaba: la semana anterior había visitado la casa de Isla Negra (inolvidable, como para sentirse orgulloso de ser chileno), y luego, buscando en Internet, vengo a descubrir que el poeta tenía otro reducto frente a mis narices, en las laderas del cerro San Cristóbal.
Como un ave que construye su nido, Neruda fue juntando objetos e ideas para edificar un hogar donde poder convivir con Matilde Urrutia, al principio amante, luego tercera y última esposa. El apelativo de ella se transfirió a la casa; por lo visto Matilde era algo «chascona»: solía llevar su pelo naranjo cuidadosamente rizado, dibujando una silueta arbórea y otoñal (como puede verse en un lienzo de la sala de estar).
Juntos consiguieron levantar un rincón de calma en medio de la capital: «Algunas veces subimos del salvaje y solitario océano a la nerviosa ciudad de Santiago, en la que juntos padecemos con la complicada existencia de los demás», dice el poeta en sus Memorias.
Los secretos de una vida entregada al sonido verbal
Hasta la arquitectura tiene un aire clandestino. Por fuera no llama tanto la atención, pero una vez dentro se suceden las escaleras, los patios, los muebles e innumerables rastros de la vida de nuestro poeta.
Al terminar el recorrido, que se hace con un amable teléfono-guía-aprieta-el-número-de-la-zona-y-te-explico, irrumpe la librería. Un lugar luminoso, atendido por sonrientes nerudianos que te hace sentir obligado a comprar algo. Yo me decidí por Confieso que he vivido, las memorias publicadas postmortem.
Por sus pasajes picarescos y una que otra escena en el límite de lo desagradable, sobre todo en el primer tercio de la obra, no me atrevería a recomendar estos apuntes a cualquier persona. Además, da la impresión de que el autor se deja encandilar tanto por la Creación, que queda ciego respecto del Creador.
Ahora bien, si el interlocutor imaginario que pide consejo valora la palabra poética y desea amarla más, sin duda le recomendaría Confieso que he vivido, pues con esta lectura uno aprende, goza y se sumerge en los secretos de una vida entregada al sonido verbal del más alto nivel.
Con todo, a lo largo de los capítulos se suceden las anécdotas enjundiosas. Es que, como puede advertirse en sus casas y consta también en sus Memorias, Neruda viajó por el mundo en diversas misiones diplomáticas: conoció a poetas y escritores de variados estilos, coleccionó objetos relacionados con el mar y la vida parisina, participó en las vicisitudes políticas de su época y, sobre todo, narra, describe, ¡vibra! con los principales sucesos de su época con su voz telúrica e indómita.
Además de las peripecias internacionales, solo el modo en que Neruda escribe justifica esta lectura. De todos modos, estas dos dimensiones, el fondo y la forma, están tan unidas que es imposible separarlas. Él mismo lo afirma: «La poesía debe ser orgánica en cada poeta, fluido de su sangre, pulso y palpitación de toda su persona».
Matilde Urrutia murió en 1985, hace 40 años, y al año siguiente La Chascona se transformó en Museo. Si no la has visitado, hazlo pronto. Es probable que quedes fascinado con la perspectiva de ir conociendo más a este poeta portentoso que estuvo en las primeras planas del siglo XX.
Ahora es deber nuestro preservar su memoria del olvido.
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Juan Ignacio Izquierdo Hübner es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, licenciado en teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Italia) y doctor en teología de la Universidad de Navarra (España). Es sacerdote desde el año 2023.
Además, es autor de la obra Todos los caminos conducen a Claudia, con la cual ganó el VII Concurso de Novela de la editorial Didaskalos en 2024.
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Juan Ignacio Izquierdo Hübner
Imagen destacada: Casa Museo La Chascona.