[Ensayo] «Aún estoy aquí»: El ruidoso aparato aéreo que surcó los cielos

El filme político y de época dirigido por el realizador brasileño Walter Salles —a partir de un guion de Murilo Hauser y de Heitor Lorega, basado a su vez en el libro homónimo de Marcelo Rubens Paiva— acaba de obtener el premio Oscar a la Mejor Película Internacional 2025, lo cual le convierte en el primer largometraje de ficción producido en su país en ganar dicho galardón.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 15.3.2025

Un fondo negro con letras blancas señala que la historia transcurre en «Rio de Janeiro en 1970» y más abajo incluye: Bajo dictadura militar. Luego, Eunice Paiva (Fernanda Torres) nada en la playa, disfrutando de manera apacible, cuando un helicóptero, con un ruido ensordecedor, interrumpe el plano y ella lo ve alejarse.

Después vemos a unos chicos jugando voleibol, otros, fútbol, otros toman sol en la playa. Un perro se inmiscuye en sus juegos, uno de los chicos lo toma y corre a una casa esquina, cruzando la calle. En la casa se encuentra el padre de este chico (y de cuatro chicas más), Rubens Paiva (Selton Mello), un ingeniero, exdiputado de la República, que trabaja en proyectos desde su hogar, para pedirle que adopten al perro.

La presentación de la familia ha ocurrido en minutos. Eunice y Rubens parecen tener una familia ideal, en un sitio ideal. Sus hijos disfrutan de este entorno y la playa es presentada como el centro de todo su mundo social. La única presencia ominosa hasta el momento es el ruidoso aparato aéreo que surcó los cielos.

El siguiente escenario que se ve en el filme, es un auto en movimiento donde van unos adolescentes. Uno de ellos es Vera, la hija mayor del matrimonio Paiva, quien va filmando con una cámara de cine casera. Capta ese momento de relajo y goce que están teniendo ella y sus amigos arriba del auto. También, capta postales de ese Rio de Janeiro de la década de 1970: mucha gente en la calle, en las esquinas, que disfruta del día.

Hasta que entran a un túnel y los detiene una patrulla militar, apostada dentro de la galería. Han secuestrado al embajador de Suiza en Brasil y todos los efectivos militares se mueven de manera rápida y brutal. Vera y sus amigos son bajados del auto y detenidos momentáneamente con el fin de revisar el vehículo y los antecedentes de sus ocupantes.

En pocos trazos, el realizador brasileño Walter Salles, director de Aun estoy aquí (Ainda estou aquí, 2024) configura lo que ocurría en aquellos años en la ciudad de las playas de maravillosas arenas blancas. El contraste es lo que marca el director en su relato.

Por un lado, la vitalidad y el amor que destila la numerosa familia Paiva en su intimidad y, por otro lado, la opresora presencia de los militares.

 

El dolor de no volver a ver a los seres queridos

La narración visualiza esa existencia relajada que tiene la familia, al disfrutar con sus amigos dentro del hogar y de la playa de Ipanema. No obstante, los adultos, encerrados en la biblioteca, se ven preocupados por la situación política imperante.

Todo cambia cuando una unidad policial, se presenta en la casa y se lleva detenido al padre. Esa injerencia en la vida idílica de la familia parte en dos el relato y desde ese momento, Eunice se convierte en el motor de las acciones.

Su fortaleza es clave para enfrentar a la policía dentro de la casa, con sus hijos que no entienden lo que ocurre o cuando es llevada a la cárcel para ser interrogada. Este es el momento más oscuro de la narración. Pese a que ella no es torturada, al estar retenida durante días en una celda, al escuchar los gritos y al ver a otros prisioneros pasar cerca de ella, la narración deja entrever la barbarie que se cometía en Brasil durante esos días.

Al quedar libre, Eunice comienza a buscar a su esposo, cuya detención es negada por los estamentos gubernamentales. En ese momento, aparece el legado más trágico de las dictaduras: el dolor de no volver a ver a los seres queridos. Ha comenzado el calvario de la familia de un detenido desaparecido.

En este tercer acto, surge la entereza de Eunice. Quien debe mantener financieramente a la familia, guardar la angustia por no tener a su pareja y luchar por encontrarlo. En pocos gestos, ella trata de no traspasar todo el sufrimiento que vive a sus hijas e hijo. Así, busca mantener una armonía perdida dentro de la familia.

La presencia constante de los represores cerca de su casa, el declive de un modo de existir y la constatación fehaciente de que su esposo no volverá, cierran el tercer acto. Todo representado en la difícil decisión de dejar su soñada casa en Río de Janeiro y luego desplazarse a Sao Paulo.

Con todo, la despedida de los amigos, así como también de la playa, punto neurálgico de la vida perfecta que llevaban hasta entonces, es la clausura de la narración central.

 

Las esquirlas emocionales de un quiebre político

Después la historia se desplaza varias décadas en el tiempo, para mostrar que la unidad familiar no se rompió, al quedar de manifiesto la resiliencia de los integrantes del clan que siguieron con su vida y lograron metas que en un primer momento no se preveían.

La historia hace hincapié en las fotos y las películas caseras como modo de preservar la memoria familiar de quien no está.

Por esto, la película en sí, se puede entender como un afán documental de conservar estos recuerdos íntimos y afectivos, dentro de una memoria social, a fin de que no se olvide la política de las desapariciones forzadas, en un modelo de horror impuesto por las dictaduras.

Asimismo, en el filme existe una glorificación del temple de los familiares que salieron adelante pese a la adversidad emocional que cargaban sobre sus espaldas.

De esta forma, Aún estoy aquí emociona por la resistencia e integridad que muestra la familia Paiva en medio del infierno que sufre. Por esto, se erige en una película portentosa dentro del álgido tema de los detenidos desaparecidos en el contexto de las dictaduras latinoamericanas.

Aunque las realizaciones cinematográficas han sido numerosas para referenciar las múltiples repercusiones del accionar militar dentro de la sociedad, la profundidad que alcanza este filme, que no recurre a detalles truculentos o fáciles sentimentalismos, pocas veces ha sido tan bien lograda.

La dimensión de la tragedia del filme de Walter Salles solo es equiparable a la tremenda, La historia oficial (1985) de Luis Puenzo, que curiosamente, también logró un Oscar a película extranjera, en esa ocasión para Argentina.

En Chile, no existe una película que alcance el nivel de Aún estoy aquí. Sin embargo, en los estertores de la dictadura, el director chileno Pablo Perelman filmó Imagen latente (1988), una historia basada en la desaparición del hermano de un fotógrafo, interpretado por Bastián Bodenhöfer.

La narración dramática de ese largometraje de ficción se basó en la historia del mismo Perelman quien vivió en carne propia la detención y desaparición de su hermano por la dictadura chilena. La película fue prohibida durante dos años por los militares y solo se pudo ver el año 1990 cuando comenzó la llamada transición democrática.

Con todas las imperfecciones técnicas del filme, la obra de Perelman ha sido uno de los trabajos más honestos y digno por retratar el drama de la desaparición forzada en nuestro país. Una tragedia que se expande en el tiempo y cuyas esquirlas todavía alcanzan a la sociedad actual.

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Aún estoy aquí (2024).