Inspirada en la novela homónima del periodista y escritor franco-argentino Joseph Kessel, el director español Luis Buñuel filmó una de las mejores y más lacerantes películas de su etapa francesa, y la cual recibió el León de Oro de ese mismo año en el Festival de Venecia.
Por Luis Miguel Iruela
Publicado el 20.3.2025
«Belle de nuit» es una locución francesa hipócritamente irónica para designar discretamente a una prostituta. «Belle de jour» significaría, por tanto, algo así como «prostituta de día».
Con todo, y basada en la novela homónima del periodista y escritor franco-argentino Joseph Kessel, realizó en 1967 Luis Buñuel una de las mejores y más lacerantes películas de su etapa francesa, que recibió el León de Oro de ese mismo año en el Festival de Venecia.
Aunque sigue, en líneas generales, la trama argumental del relato literario, el guion y el montaje del director aragonés revolucionan maliciosamente la historia.
De este modo, pueden apreciarse en la película tres características esenciales del cine de Buñuel: el surrealismo y su simbología onírica junto con las ensoñaciones y fantasías de la protagonista, la crítica de la burguesía acomodada, y unas gotas de sulfúrica angostura anticlerical en la imagen de un sacerdote católico como cliente de un lupanar.
Por otro lado, se ve también uno de los finales típicos del realizador: abierto, ambiguo, irónico, difidente y circular. Baste señalar a tal respecto los terribles planos últimos de filmes como El o El ángel exterminador.
El visionado de la cinta despierta una serie de interrogantes al espectador. A saber: ¿ha fantaseado Severine toda la historia?; ¿vuelve a fantasear ahora que su marido Pierre está parapléjico tras el accidente? Y por tanto impotente.
Aunque poco antes le ha asegurado a él que ya no sueña desde el suceso. En cualquier caso, la película termina regresando al comienzo con el ensueño del carricoche y el viaje a la montaña.
«Los placeres más intensos son hijos de repugnancias vencidas»
Para Buñuel, la burguesía, representada aquí por Severine, Pierre, Husson, etcétera, está encerrada en un mundo estéril, limitado, del que no puede salir ni llegar a parte alguna. Es la idea que se refleja en El ángel exterminador o El discreto encanto de la burguesía, donde un grupo de personas establecidas camina constantemente por una carretera hacia ninguna meta.
El ataque a la clase pudiente viene dado por el tema central de la película y su tratamiento: el mito de la esposa ingenua, niña, pura, que sin embargo, experimenta subterráneamente un deseo de degradación voluntaria por medio de la prostitución.
Y que a su vez contrasta con la frigidez que muestra con el marido, quien refuerza, por su parte, el papel de niña sensible.
La idea de un instinto sexual tumultuoso que socava e invade la plácida vida ordenada pero insatisfecha de la protagonista está en la novela de Kessel, así como la explicación freudiana de que todo ello procede de un asalto sexual sufrido en la niñez a manos de un individuo sucio, rudo y tosco. El rechazo a la comunión de la Severine infantil tiene relación con este episodio y además sugiere el hecho atroz de una felación obligada.
El masoquismo como fantasía de humillación y degradación, cuando se contempla fríamente su puesta en escena, resulta grotesco y ridículo. Solo obtiene placer el protagonista de la representación mientras que los testigos del acto experimentan asco o aburrimiento.
Sir ir más lejos, el masoquismo es un placer solitario que necesita de otros actores si se quiere realizar; es un placer solitario excepto que el partenaire sea un sádico. Como en el caso de Husson, cuya refinada tortura consiste en humillar a Severine sin que ella adquiera placer sexual, sino exclusivamente sufrimiento.
A Husson le importa más doblegar el orgullo de la víctima que poseerla. Su gran disfrute es la debelación, la derrota total. Y la fantasía con Severine debajo de la mesa con la botella rota lo que pone de manifiesto es la atracción hacia el sádico: una mezcla de asco y rendición.
Todo esto sugiere un apunte: ¿hay relación entre masoquismo y orgullo? Severine posee una soberbia de clase. ¿Es el masoquismo una especie de reverso de la altivez? ¿Un deseo secreto inconfesable de quebrar esta última? Una atracción del abismo, un paladeo de la sumisión. Sade decía: «los placeres más intensos son hijos de repugnancias vencidas».
Otro aspecto importante de la película es la presencia del Divino Marqués. Toda la secuencia del incesto y la necrofilia es un episodio modificado de Los 120 días de Sodoma: el pasaje del duque y la puta Thérèse.
Las referencias al escritor libertino son continuas. Sade fue reivindicado en el siglo XX por Apollinaire, André Breton y los surrealistas y lo que pretende Buñuel (revolucionario surreal a la postre) con su incorporación a la película es darle un mayor empuje provocador y explosivo.
A tal fin, conviene recordar ciertas palabras de Octavio Paz: «El hombre es sus instintos». Y de un modo más incisivo, recordando al Sol Negro (como lo llamaba Bataille): «Basta que un hombre encadenado cierre sus ojos para que pueda hacer estallar el mundo».
Quizá esta diatriba del cazurro Buñuel contra la burguesía no consiguió reventar el mundo, pero sí que logró llevarse el León de Oro en una edición del Festival de Venecia llena de buenas películas.
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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.
En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.
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Luis Miguel Iruela
Imagen destacada: Rodaje de Belle de jour (1967).