Creada por los guionistas Jack Thorne y Stephen Graham, y dirigida por el realizador inglés Philip Barantini, esta serie británica cuya primera temporada está compuesta de cuatro episodios —y la cual ha causado gran interés en las audiencias latinoamericanas—, se encuentra disponible en la cartelera de la plataforma de streaming Netflix.
Por Cristián Uribe Moreno
Publicado el 22.3.2025
Cada cierto tiempo, en las plataformas de streaming suele aparecer una serie o película, lejos del mundanal ruido de la publicidad, que conecta de forma inmediata con una gran audiencia, que la empieza a recomendar. Una realización que el boca a boca, en esta ocasión donde las redes sociales cumplen dicha función, se encarga de difundir.
No deja de ser paradójico pues la serie, que en este momento se está transformando en un fenómeno global, alerta contra los dañinos efectos que pueden provocar justamente las redes sociales en los jóvenes.
El caso de Adolescencia (Adolescence, 2025), que se puede visualizar en la plataforma de Netflix, es un buen ejemplo de que se puede alcanzar un producto audiovisual de gran calidad, con buenas actuaciones, ideas originales y un imaginativo diseño escénico.
Además, que no necesitó un gastadero de dinero en marketing para ser conocida.
La miniserie dramática Adolescencia es una maravilla demoledora. En solo cuatro capítulos se acerca al infierno que pueden significar para algunos las redes sociales y las desastrosas consecuencias que estas pueden acarrear en la vida de sus frágiles usuarios.
En la soledad de sus habitaciones
En el primer episodio, la historia se centra en Jamie Miller (Owen Cooper), un chico de trece años, que es arrestado y llevado a una central de policía, acusado de apuñalar a una compañera de escuela. Al cuartel llega junto a su padre, Eddie Miller (Stephan Graham), quien desea acompañarlo mientras lo interrogan.
Después, el segundo capítulo se desarrolla en la escuela de Jamie, donde llegan los detectives que lo detuvieron, Luke Bascombe (Asher D.) y Misha Frank (Faye Marsay) para recabar más información del hecho criminal, entre los compañeros de clase y del establecimiento educacional.
La tercera parte presenta a la sicóloga Briony Ariston (Erin Doherty). Ella arriba al centro de detención para entrevistar a Jamie, con el fin de realizar un informe sicológico, encargado por la defensa.
Y la entrega final, muestra a la familia de Jamie, tratando de pasar un día normal de celebración, por el cumpleaños de Eddie. El relato exhibe la forma en que ha calado en el hogar de los Miller y en la comunidad, la detención y acusación contra el hijo menor.
La producción británica aborda de manera seria y sin maniqueísmos, la relación de las nuevas generaciones y las extraordinarias formas de vincularse que se imponen desde lo tecnológico a través de las redes sociales.
De esta manera, llevan el impacto del ciber bullying y la toxicidad de los discursos, que abundan en el espacio virtual, hacia situaciones extremas.
¿Cuán permeados están los jóvenes a los más variados contenidos que consumen en la soledad de sus habitaciones?
¿Qué tan preparados están para comprender y discriminar dichos contenidos, en muchos casos pernicioso, que reciben a cada segundo?
Los adultos en esta historia no lo logran comprender. De hecho, los adultos presentes, el padre, el policía, la sicóloga, parecen estar a una distancia sideral de lo que ocurre con los jóvenes, encerrados en su propio mundo, en sus dinámicas digitales, absorbiendo todo tipo de cosas sin ningún filtro.
De ahí que se sienta que la brecha entre la generación nativa analógica, representada por los adultos, y la generación nativa digital, representada por los jóvenes del colegio, se perciba como insalvable.
Contingencia sin caer en la estridencia
La serie se sostiene por el sólido trabajo actoral de los involucrados. Stephen Graham da muestra de su enorme oficio como el atribulado padre. Erin Doherty exhibe una contenida actuación en la entrevista a Jamie con medidos gestos corporales y expresiones faciales que transmiten las emociones por las cuales la sicóloga transita.
Pero el verdadero descubrimiento es Owen Cooper que a sus catorce años deslumbra al presentar esa dualidad de su juvenil personaje, que se mueve entre el dolor, la incomprensión y la desprotección, debido a la acusación, con toques de sadismo y de furia descontrolada que asoman de repente.
La actuación es fundamental para el objetivo de que el espectador sienta toda la incertidumbre del momento con la cual ocurren hechos tan trágicos. Para lograr ese realismo, cada episodio ocurre en una sola toma, sin cortes, en una escena de un gran plano secuencias.
Por lo que los actores debían mantener su personaje cerca de 40 minutos, y todo fluye como si se tratara de un extracto de la vida real.
El prodigio técnico de mantener solo una cámara que grabara todo es asombroso. Hay momentos donde la imagen traspasa lo claustrofóbico del instante, como cuando la narración se traslada al cuartel de policía o a la sala de entrevista con la sicóloga.
También, hay momentos en los cuales la imagen logra exhibir todo el nervio de una larga persecución o un plano que acompaña a algún personaje, para luego seguir a otro, sin evidenciar ningún corte. La historia fluye y la puesta en escena resalta al modo de una virtud en sí misma.
El guion diseñado para la serie no teme a largos e inteligentes diálogos sin pensar en aburrir. Porque, ante todo, la producción busca traspasar esa angustia de chicos, padres, policías, profesores y profesionales, vinculados a temas sociales, cuando están ante una desgracia semejante y no es posible procesarla, sin que experimenten la sensación de que de algún modo tienen algo de culpa.
La producción inglesa fue creada en conjunto por Jack Thorne y Stephan Graham, quienes también escribieron el guion. A cargo de la dirección se encuentra Philip Barantini, actor y director inglés, con quien coincidió Graham en la miniserie Boiling Point (2023).
Se nota que, a la vista de los resultados, la dupla de realizadores está en un proceso virtuoso. Un trabajo silencioso que sin dejar de lado lo artístico, se permite abordar temas absolutamente contingentes sin caer en la estridencia, ni en la simplificación estereotipada que este tipo de relatos acostumbra a presentar.
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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.
También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.
Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).
Tráiler:

Cristián Uribe Moreno
Imagen destacada: Adolescencia (2025).