[Crónica] Día Internacional del Libro: Una jornada fuera de lo común

Ser juez, y por hoy escritor, me ha enseñado que nadie está libre de verse enfrentado al sistema procesal penal. Está allí, a la vuelta de la esquina, basta un accidente automovilístico con unas copas de alcohol de más para terminar frente a la potestad de un tribunal.

Por Jorge Parragué López

Publicado el 24.4.2025

El miércoles 23 de abril fue un día fuera de lo común.

No lo digo porque en esa jornada esté de onomástico San Jorge, sino porque durante esa fecha se conmemora en todo el mundo el Día Internacional del Libro.

Y si bien su origen tiene algo de dramatismo, ya que se vincula con la muerte, pues durante un 23 de abril, pero de 1616, fallecieron tres grandes escritores de la literatura universal: Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega.

Con el paso del tiempo se ha transformado en una ocasión para rememorar la vida a través de los libros, una oportunidad para echar abajo los muros de la ignorancia y acercarse al poder liberador de las ideas e historias que se materializan en esos árboles cuyas raíces tocan el corazón y cuyas hojas se mecen en el ajetreo de nuestra vista: los libros.

Así es, la lectura puede liberar, la lectura tiene el poder de transportarnos a mundos y lugares desconocidos, de los cuales podemos salir invictos o vencidos, depende de lo que leamos, pero en ambos casos, con más conocimiento sobre el devenir del camino.

Y por eso no es al azar que hayamos escogido el día 23 de abril para presentar y entregar a la biblioteca del Centro de Detención Preventiva de Peumo (Cachapoal, en la Región de O’Higgins), algunos ejemplares del libro En cana: lenguaje claro, escrito junto con mis apreciados colegas y peregrinos de ruta Constanza Acuña Sauterel y Víctor Ilich, todos jueces, todos con el mismo sentir: buscar una justicia que restaure.

En cana: lenguaje claro es un libro que surge en pandemia, en cuarentenas interminables, cual arrestos domiciliarios totales, a la sombra de un damasco inmenso que florece entre mi casa y la de Víctor Ilich, y luego de haber comprado un libro jurídico sobre penas sustitutivas que estaba escrito en un lenguaje técnico que hasta a un abogado se le hacía difícil de asimilar.

Nació la inquietud, en otras palabras, surgió la necesidad de comunicar con sencillez lo complejo y de hacer diáfana la opacidad.

 

A fin de derribar prejuicios

Permítanme una digresión: siendo juez del Juzgado de Letras, Garantía y Familia de Peumo, entre los años 2017 y 2020, en visitas semanales a esta cárcel, advertí la tremenda necesidad de las personas privadas de libertad de entender de mejor manera las etapas, términos y alcances del proceso penal del cual eran parte. Constanza y Víctor advirtieron lo mismo.

En otras palabras, no estaba solo en aquella percepción. No sería ni justo, ni honesto, en todo caso, atribuirme la idea de un libro, porque su ideación así como su materialización fueron fruto del trabajo conjunto y mancomunado de todos.

Fue así como, gracias a Dios, en vez de contagiarnos de Covid-19, nos contagiamos con la idea de poner nuestros conocimientos y experiencia de años en un estrado al servicio de quienes son los olvidados del sistema, los que se encuentran privados de libertad.

En ese contexto entendimos la necesidad de hacer llegar esa experiencia y ese conocimiento de manera clara y entretenida, sin lenguajes alambicados, sin circunloquios, las distintas etapas del proceso penal, desde su inicio hasta su culminación, y lo que debes y no debes hacer al caer «en cana», así como la forma para hacer conducta y pasar «piola», y si ya no hay más remedio, cómo vivir «la cana».

Con todo, el desafío era lograr el equilibrio: no caer en lo vulgar, pero tampoco quedarnos en los tecnicismos de los típicos libros jurídicos; en resumen, educar. Y en ese camino aprendimos a ayudarnos, a corregirnos, a escuchar activamente nuestras necesidades y dejarnos guiar cuando fue necesario. Ese logro trasciende al ejercicio de escribir.

En este sentido, servir a los demás desde nuestras posiciones de autoridad también pasa por darnos a entender con un lenguaje claro, educar sobre los alcances de la ley y nuestras facultades, a fin de derribar prejuicios y ajustar las expectativas de quienes intervienen en el proceso penal a la realidad jurídica y judicial.

 

«El hombre está aquí para cumplir una sentencia, no para imponerla»

En definitiva, este texto es una suerte de «anticódigo procesal penal», como me gusta llamarlo, con datos buenos, bonitos y baratos, y con algunos tips judiciales que creímos necesario hacer evidentes y manifiestos.

En cana: lenguaje claro pretende hacer carne el imperativo ético e institucional del Poder Judicial de acercar la justicia a las personas, a todas las personas, sean víctimas, imputados o condenados.

Ser juez, y por hoy escritor, me ha enseñado que nadie está libre de verse enfrentado al sistema procesal penal. Está allí, a la vuelta de la esquina, basta un accidente automovilístico con unas copas de alcohol de más para terminar frente a la potestad de un tribunal. De allí la importancia de acercar la justicia y sus alcances a las personas, a todas las personas, sin discriminación ni consideraciones arbitrarias.

Finalmente, permítanme la licencia de dirigirme directamente a los internos que hoy nos acompañan, y que son los destinatarios fundamentales de este libro.

Esperamos que este texto, que hoy ponemos a su disposición en la biblioteca del Centro de Detención Preventiva de Peumo, les sea útil, que les permita comprender de mejor forma el proceso penal que los trajo aquí, para que al final del camino uno de los propósitos indirectos de la pena se logre reflexionar y recapacitar.

Ya que el fin de esto último es siempre hacernos responsables por las acciones, omisiones o negligencias cometidas, reconocer el dolor causado, procurar reparar y, solo de ser posible, restaurar las relaciones dañadas.

León Felipe, el poeta español, dijo que: «El hombre está aquí para cumplir una sentencia, no para imponerla». Todos compartimos una realidad inevitable a considerar: hacernos responsables de nuestras acciones u omisiones, sean cuales sean.

Lo anterior, con miras a una reparación y restauración del mal causado, y es allí, entonces, donde este libro pretende aportar al proceso de una justicia restaurativa, en la cual sus autores creemos firmemente.

 

Claudio Aspe Letelier (Defensor Penal Público Regional de O’Higgins), Héctor Labrín Labrín (Director Regional de Gendarmería), Jorge Parragué López, Constanza Acuña Sauterel y Víctor Ilich (de izquierda a derecha)

 

*NdlR.: Este texto fue expuesto en el Centro de Detención Preventiva de Peumo, frente a autoridades e internos de la cárcel aludida. El contexto fue la donación de varios ejemplares del volumen  En cana… a la biblioteca de dicha unidad penal en el Día Internacional del Libro.

La actividad fue el 23 de abril recién pasado. Quien expuso fue Jorge Parragué López, juez presidente del juzgado de garantía de San Vicente de Tagua Tagua, y dentro de las autoridades estuvo presente el Director Regional de Gendarmería de Chile, Héctor Labrin Labrin y el Defensor Penal Público Regional de O´Higgins, Claudio Aspe Letelier.

 

 

 

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Jorge Parragué López (1977), estudió toda su enseñanza básica y media en el Instituto de Humanidades Luis Campino.

Luego se tituló de cientista político en la Pontificia Universidad Católica de Chile, para después egresar de la carrera de derecho en la Universidad de Artes y Ciencias de la Comunicación (UNIACC), titulándose de abogado en 2012.

En la actualidad ejerce como Juez del Juzgado de Garantía de San Vicente de Tagua-Tagua.

 

«En cana. Lenguaje claro», de Constanza Acuña, Víctor Ilich y Jorge Parragué (2023)

 

 

 

Jorge Parragué López

 

 

Imagen destacada: Jorge Parragué López, Constanza Acuña Sauterel y Víctor Ilich.