El montaje -que se exhibe actualmente en la microsala de Matucana 100- destaca por su elegancia, por su capacidad de mantener la atención de los espectadores en cada palabra y nota musical, y sobre todo por su sencillez, pues no trata sobre un gran argumento ni de un gran relato, ni siquiera representa una “historia” en el sentido estricto. Es una pieza sinestésica que combina drama y música, palabras y sonata, en una conjunción digna de ver.
Por Jessenia Chamorro Salas
Publicado el 2.7.2018
El Arpeggione es un instrumento musical de la familia de las cuerdas, especialmente hermano del violoncello y de la guitarra; fue inventado en 1823 por un luthier vienés llamado Johann Georg Staufer. Su nombre deriva de la idea de que sería más fácil realizar arpegios [1] en este instrumento, por su afinación de guitarra. Arpeggione es también el título de una famosa sonata del gran músico Franz Schubert, quien en 1824, estando gravemente enfermo, compuso esta pieza en La menor, para arpeggione y piano, en un diálogo instrumental marcado por la emoción, la elegancia y la perfección.
Escribir sobre la pieza teatral que actualmente es montada en la microsala de Matucana 100 mientras se escucha la pieza musical del mismo nombre, es entrar en profundo contacto con ambas obras, hacerlas dialogar íntimamente como dialoga el violoncello y el piano en la sonata, o como dialogan Rosa y Lorenzo en ese intento por lograr la conexión musical máxima que los llevará a conectarse también emocionalmente. En Arpeggione una polifonía de voces dialogan: la historia musical detrás de la sonata, los personajes y sus fantasmas, los instrumentos. Todos se entrecruzan en una sintonía que genera una armonía músico-dramática.
La obra, estructurada en tres tiempos tal como la sonata (allegro, adagio y allegretto), corresponde a la tercera parte de la trilogía “Buenaventura” [2] de Luis Alberto Heiremans [3], destacado escritor y dramaturgo de la generación del 50. Y presenta a Rosa (Claudia Cabezas) y Lorenzo (Nicolás Zárate), dos músicos que se encuentran para ensayar la sonata, y quienes comienzan un diálogo que va desde lo artístico a lo emocional, el cual se va transformando en un viaje interior que los conectará en lo más profundo mientras dure el ensayo. La palabra clave en esta obra es “buenaventura”, la cual se convierte en una metáfora de esperanza y de soledad para los protagonistas, una utopía develada y rememorada por la pieza musical que ejecutan. Para Rosa “buenaventura” es el nombre del perro que tuvo durante su infancia, le recuerda a su padre, su familia y el eco que se produce en el bosque. Mientras que para Lorenzo tal nombre hace referencia a la soledad, a la tristeza, y a ese “hacerse a sí mismo” ante el dolor y la pérdida, porque para él en el bosque no hay ecos, solo una voz que se pierde en el vacío de la naturaleza.
Rosa llega a la vida de Lorenzo por un instante que parecen ser tres días, la causa de su llegada es la posibilidad de reemplazar a su acompañante, quien tiene otros compromisos y se ha retrasado, por lo que Lorenzo se haya preocupado y requiere de un acompañante para practicar la sonata de Schubert. Landa, personaje que solo es nombrado en la obra, le recomienda a la joven e inexperta Rosa, quien no se considera una músico profesional, pero tiene en sus venas la sangre musical de su padre, prolífico músico. La soledad y el ensimismamiento de Lorenzo se encuentran de golpe con la espontaneidad y el deseo comunicativo de Rosa, quien le conversa de su familia, de su vida, y a quien le causan mucha risa ciertas palabras, como “arpeggione”, situación que la conecta con Lorenzo, al que a su vez le provoca mucha gracia esta actitud de Rosa.
De esa manera, la rigidez y la seriedad de Lorenzo va a ser suavizada por la vitalidad y el espíritu de Rosa, quien es concebida como una joven soñadora que le dará otras notas a la soledad existencial de Lorenzo.
Arpeggione es también una pieza dramática del desamor, o del amor inconcluso, pues Lorenzo no es capaz de percibir los sentimientos que florecen en Rosa, y prefiere volver a contactar a su antiguo acompañante pese a haber logrado una conexión artístico-emocional profunda con ella. Los ensayos lograron que ambos entraran en un diálogo sincronizado, sin embargo, Lorenzo decide dejarla partir sin haber siquiera percibido el amor que empezaba a nacer tras la sonata.
Finalmente, y al igual que las otras obras que componen la trilogía Buenaventura, los personajes vuelven a su estado inicial, pese a haber vivido una experiencia venturosa, Lorenzo, a su soledad musical, y Rosa a su melancolía soñadora. La “buenaventura” que tuvieron fue precisamente el haber coincidido y haber ensayado la sonata Arpeggione que los hizo reír, recordar, soñar, y conectarse con otro.
El montaje Arpeggione destaca por su elegancia, por su capacidad de mantener la atención de espectadores en cada palabra y nota musical, y sobre todo por su sencillez, pues no trata sobre un gran argumento ni una gran historia, ni siquiera representa una “historia” en el sentido estricto. Es una pieza sinestésica que combina drama y música, palabras y sonata, en una conjunción digna de ver. Tal sencillez se observa también en la escenografía utilizada: dos sillas, dos micrófonos, y dos atriles; dos actores vestidos de manera austera, y dos paneles con ampolletas para iluminar. Un equilibrio delicado y sencillo, que no requiere de grandilocuentes elementos escenográficos, y que está hecho a la medida de la composición dramática, en donde los cuerpos y las voces son otros instrumentos más que van ejecutando cada nota de la sonata en cuestión.
[1] Conjunto de tres o más sonidos musicales combinados armónicamente y tocados uno tras otro de manera más o menos rápida.
[2] Buenaventura es una trilogía de obras en un acto. Fue estrenada en Alemania el 21 de octubre de 1962. Heiremans escribió las dos primeras piezas mientras estaba en París; la tercera fue compuesta posteriormente. El hilo conductor de la obra es la palabra-concepto ‘buenaventura’, donde radica lo inalcanzable, el anhelo de felicidad de los personajes, quienes están en busca de un cambio radical en sus vidas. Las piezas son: “El año repetido”, “El mar en la muralla” y “Arpeggione”. Buenaventura se publicó en Chile póstumamente, en 1965. (Fuente: Memoria Chilena)
[3] Su dramaturgia se considera como una de las bases fundamentales para la modernización de la dramaturgia chilena de la segunda mitad del siglo XX, período que se caracteriza por la exploración de nuevos lenguajes teatrales y la cristalización de una disciplina profesional y autónoma, que comienza a esbozar una identidad propia (…) Entre sus obras destacan la trilogía integrada por “Versos de ciego”, “El abanderado” y “El tony chico”, y la trilogía “Buenaventura”. Su obra narrativa incluye tres volúmenes de cuentos, entre los que se hallan relatos singularmente profundos como «Sangre azul», «La pampa florecida», «El secreto de Pedro Idel» y «Teresa». (Fuente: Memoria Chilena)
Ficha artística
Dirección: Jesús Urqueta
Elenco: Claudia Cabezas, Nicolás Zárate
Diseño escénico: Tamara Figueroa
Producción: Matucana 100
Sala: Microsala de Matucana 100
Funciones: Desde el jueves 28 de junio hasta el domingo 29 de julio. Jueves a sábado a las 20:00 horas, domingo a las 19:00 horas
Valor de las entradas: $5.000 general, y $3.000 estudiantes, tercera edad y jueves popular
Público: Para todo espectador
Dirección: Avenida Matucana N° 100, comuna de Estación Central, Santiago
Tráiler:
Crédito de las fotografías utilizadas: Centro Cultural Matucana 100