La investigadora europea -afincada hace unos años entre nosotros- es una voz autorizada al momento de debatir acerca del quehacer literario local, y en particular sobre la manera en que se enseña la disciplina a nivel país (más aún en los tiempos actuales de crisis social y política), debido tanto a su asidua labor docente en el contexto de la cátedra universitaria, como por su constante labor editorial en relación a la figura del legendario vate nacional Juan Luis Martínez.
Por Ernesto González Barnert
Publicado el 15.1.2020
La académica española Zenaida Suárez Mayor ha sido un referente a la hora de leer la tradición poética chilena, en especial por la reciente publicación de su libro Palabras ya escritas: Relecturas de La nueva novela de Juan Luis Martínez (Ril Editores, 2019), un exhaustivo y brillante ejercicio ensayístico (de praxis y de contexto) en torno al mítico volumen parido por el poeta porteño, en un análisis estético que logra sacarnos -entre otros obstáculos mentales- de muchas lecturas preconcebidas alrededor de las creaciones del desaparecido artista nacional, quien por lo demás jamás quiso ser un autor canónico y convencional -como bien lo dice Raúl Zurita en la contratapa del crédito citado-, presentado hace ya unos meses (en un país desaparecido luego del 18 de octubre), en el Espacio Estravagario de La Chascona en la ciudad de Santiago.
Suárez Mayor (Las Palmas de Gran Canaria, España, 1976) es doctora en literatura y teoría de la literatura, magíster en literatura hispanoamericana contemporánea y filóloga, y en la actualidad es docente e investigadora en la Universidad de los Andes (Chile), casa de estudios donde desarrolla un proyecto Fondecyt postdoctoral sobre los grupos literarios “Trilce”, “Tribu No” y “Café Cinema”.
Su línea de investigación académica (en lo principal) se encuentra referida a las vanguardias literarias y a sus relaciones interdiscursivas con otras manifestaciones artísticas, aunque el foco central de su trabajo ha estado puesto en la obra del mencionado Juan Luis Martínez (1942 – 1993), y concretamente en su radical título La nueva novela (1977).
Con anterioridad, Suárez Mayor, entre otras publicaciones, dio a conocer: Insularidad e imaginario intercultural Canarias-Chiloé. Ecos de un encuentro (Editorial Lar, 2013), y “La imagen intervenida. Fragmentariedades visuales en la obra de Juan Luis Martínez», un artículo especializado en la coral monografía Martínez total (Editorial Universitaria, 2016).
–¿Cómo fue tu llegada al poeta Juan Luis Martínez?
-En 2005 llegué a la Universidad Austral de Chile, desde Canarias -donde había estudiado filología hispánica- para hacer el magíster en literatura hispanoamericana contemporánea. Venía con la firme convicción de hacer mi tesis sobre María Luisa Bombal, pero en la primera clase de “Estéticas de la modernidad” dictada por Breno Onetto, escuché al profesor hablando con un compañero al que hoy considero un amigo entrañable (Gerardo Quezada Richards), sobre una obra que llamó poderosamente mi atención por los entresijos que de ella contaban. Se trataba de La nueva novela de Juan Luis Martínez y, desde ese entonces, quedé atrapada en ella (sin puertas ni ventanas de escape) e hice mis tesis, tanto de magíster como de doctorado, sobre asuntos relacionados con la obra de Martínez.
Al principio, como creo que a todos nos pasa, me obsesioné por los objetos, de ahí salió “Objetualismo en Juan Luis Martínez”, una investigación que clasifica los objetos contenidos en La nueva novela y La poesía chilena en dos categorías, dependiendo de si su esencia se vulnera al entrar a formar parte de la obra o no. Es una investigación muy sencilla que, por lo demás, no se centra en Martínez en sí. La otra, que fue la investigación con la que me doctoré, es un trabajo de teoría literaria. Después de varios años tras las pistas de La nueva novela me di cuenta de que no existía un aparato teórico de clasificación y análisis para esta obra, que escapaba a todas las clasificaciones dadas. De ahí salió: “La nueva novela, un texto polimórfico”, que en este 2019 se convirtió en el libro Palabras ya escritas. Relecturas de La nueva novela de Juan Luis Martínez que publicó RIL con el auspicio de la Universidad de los Andes.
Han pasado 15 años desde aquella clase de “Estéticas…” y hoy sigo siendo la niña ilusionada que se asomó a esa casa por primera vez.
–¿Cuál crees que fue el aporte de la poética y arte de Martínez a las letras nacionales?
-Martínez siempre aseveró que su fama tardaría en llegar. Pero se equivocó, su obra generó un impacto muy potente en el ambiente porteño y santiaguino. No olvidemos que Ignacio Valente escribió sobre La nueva novela a pocos días de su aparición y, pongámonos en situación, en ese tiempo no teníamos la información a golpe de mouse.
La obra de Martínez es importante por varias cosas, pero hay dos esenciales:
1. Su estética inusitada, la misma que genera desconcierto a la primera (h) ojeada, es la que lo vincula con las estéticas más renovadoras de la Modernidad y que parten, por así decirlo, con la instalación del ready made, haciendo de él un nudo clave en la cadena que emparenta a Duchamp, Joseph Cornell, Francis Picabia o Marx Ernst y, dentro de la América Latina, Clemente Padín o Guillermo Deisler. (El poeta y académico Felipe Cussen es un complemento ideal para completar esta idea.)
2. La obra de Martínez supone un quiebre con los axiomas de la literatura. Desde la tapa hasta la contratapa; desde el título; desde los preliminares; desde el contenido, todo está donde “no le corresponde”, todo responde a preguntas no planteadas hasta entonces, todo busca mostrar el interior, los preliminares, los mecanismos, no el resultado de una obra de arte. Pero es obra de arte y es un resultado.
–Cómo académica y lectora de poesía, ¿qué crees que sería importante para incentivar el estudio o enseñanza de los poetas?
-Lo primero, más pasión; lo segundo, menos lectura obligatoria; lo tercero, más interacción.
Los profesores de literatura a veces no sienten amor por la literatura, creo que eso es una tragedia. Cuando se lee un poema como se lee una receta, algo está mal, esa alma no puede transmitir lo que la literatura trata de hacer aflorar.
Por otro lado, como cada ser es un mundo, cada ser encuentra el placer en diferentes parcelas del mundo. Cerrar los planes de estudio y condenar a los chicos a leer lo que otros decidieron que es bueno, es limitar la posibilidad de exploración que necesitan los jóvenes para descubrir y descubrirse en la poesía.
Por último, y sobre todo en Chile, donde los poetas están dispuestos a la acción y a la interacción, que no se vincule a los alumnos con los seres de carne y hueso que escriben lo que a ellos los va a remover, me parece pura desidia; una desidia, por lo demás, típica en el ámbito académico-cultural de Chile.
–¿De qué otros poetas o escritores te gustaría hacer una investigación?
-De Zurita ya la estoy haciendo; de Mistral, también, pero hay tres cumbres que siempre me han tenido en la cuerda floja: Cortázar, Borges y Federico García Lorca. (Como ves, vanguardia y amor, siempre eso)
–¿Qué libros te marcaron a fuego en tu amor por las letras?
-En narrativa, sin duda, el primer libro que me obsesionó fue Demian de Hermann Hesse; nunca olvidaré las noches de duermevela leyéndolo (creo que no fueron más de tres) y las relecturas posteriores. Diatriba de amor contra un hombre sentado de García Márquez, Rayuela (por supuesto) y (también, por supuesto) Cien años de soledad.
En poesía, han sido claves en mi vida y trayectoria la lectura de Sor Juana Inés de la Cruz, Ángel González, Gabriela Mistral, Federico García Lorca y Vicente Huidobro; pero el despertar poético nació con la trilogía de amor de Salinas: La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento.
–¿Qué te interesa de Pablo Neruda?
-Todo Neruda me interesa. Me interesa el poeta, me interesa el diplomático, me interesa el hombre… porque todos los Neruda contribuyeron en la formación de su obra sólida y de evolución unívoca. Pero hay un libro que es siempre una recurrencia: Los versos del capitán, con su historia de pseudónimos y su fuerte estela erótico-amorosa.
Sin embargo, nunca podré dejar de estremecerme con las «Residencias» y jamás podré dejar de esperanzarme con en Canto general. Neruda era un artesano de la palabra y eso nadie lo puede negar.
–¿Cómo ves a la poesía actual chilena que conoces bastante bien?
-¡Con esperanza! En el último tiempo he visto publicarse tremendos libros de poesía, tremendas novelas, tremendos híbridos, ensayos y antologías. Sobre todo, no podemos negar la vitalidad y vigencia que mantiene la literatura chilena. Desde los autores consolidados hasta los que están empezando, la nómina literaria es variada y todos parecen querer aportar algo, eso lo considero importante. Se me vienen a la mente obras como Buenas noches luciérnagas de Héctor Hernández Montecinos (RIL Editores), que el pasado año revolucionó las letras, los géneros y la escena literaria, y de cuya segunda parte Los nombres propios (RIL Editores), aún no decimos tanto, pero que nos arranca el corazón de cuajo; o el recientemente premiado libro de Daniela Catrileo, Guerra florida. Rayülechi Malon (Del Aire Editores).
–¿Cinco libros que recomiendes leer?
-Todos los que nombré a lo largo de la entrevista (La nueva novela; todo Zurita; todo Lorca; todo Herman Hesse; toda Mistral; Rayuela, Último Round y La vuelta al día en 80 mundos de Cortázar; Ficciones de Borges; Diatriba de amor contra un hombre sentado y Cien años de soledad de Gabriel García Márquez; El espejo de agua y Altazor de Huidobro; todo Salinas y todo Ángel González. Además de Papeles de Harek Ayun de Omar Lara; Las tentaciones de Eva de Roxana Miranda Rupailaf; Debajo de la lengua (trilogía) de Héctor Hernández Montecinos; Corazón tan blanco de Javier Marías; Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite, y todos los clásicos antiguos y modernos, pero sobre todo dos: el Ulises de Joyce y La tierra baldía de Eliot.
¡Ah, eran sólo 5!
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–Cántico de la noche y otros poemas: Un rescate literario de lo diferente.
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Ernesto González Barnert (nació el 30 de agosto de 1978, en Temuco, Chile). Ha obtenido por su obra poética el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven 2018, el Premio Consejo Nacional del Libro a Mejor Obra Inédita 2014, el Premio Nacional Eduardo Anguita 2009, entre otros, además de varias menciones y becas.
Entre sus últimos libros está Equipaje ligero (HD, Argentina, 2017), la reedición de Trabajos de luz sobre el agua (HD, Argentina, 2017), Éramos estrellas, éramos música, éramos tiempo (Mago, Chile, 2018), la reedición de Playlist en EE.UU. (Floricanto Press, 2019) y en Chile (Plazadeletras, bilingüe, 2019), además de la antología Ningún hombre es una isla (BuenosAiresPoetry, Argentina, 2019). Es cineasta y productor cultural del Espacio Estravagario de la Fundación Pablo Neruda. Actualmente reside en Santiago.
Crédito de la imagen destacada: Universidad de los Andes.