Resulta perentorio transparentar qué porcentaje y monto exacto de los recursos públicos recaudados por el filme de la realizadora Maite Alberdi Soto y de la productora Marcela Santibáñez Gómez, fueron destinados para el funcionamiento de la Academia de Cine de Chile, una organización de derecho privado que se encargó de promocionar en forma exhaustiva al derrotado largometraje documental (tanto en los Goya como en los Oscar), en el contexto de entrevistas y de reportajes a diversos medios de la prensa impresa, digital y televisiva.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 25.4.2021
El agente topo medía gran parte de sus posibilidades en los Oscar 2021, en la premiación de los Spirit Awards (celebrados dos días antes) donde se daban cita los principales exponentes del cine independiente norteamericano: cuatro de los cinco filmes en competencia en el género de la no ficción, sin ir más lejos, coincidían con los mismos títulos que se encontraban nominados a la codiciada estatuilla que entrega la academia estadounidense, para idéntico formato de registro.
El hecho de que la ganadora a mejor documental haya resultado Crip Camp, de ninguna manera favorita, implicaba que las posibilidades de la cinta chilena se reducían considerablemente.
El agente topo sólo lucía un par de galardones en su vitrina: un premio del público en San Sebastián y ser parte del listado de mejores películas extranjeras del National Board of Review.
Collective era la de mayores reconocimientos previos, tanto en festivales europeos como estadounidenses y la de mayor complejidad de puntos de vista.
Las otras competidoras habían obtenido reconocimiento en Sundance: Time al mejor director y Crip Camp el premio del público.
Mi maestro el pulpo era la de menor palmarés, pero correspondía a un documental clásico, con imágenes apabullantes de naturaleza y con cierto vuelo espiritual.
Los Oscar no estaban para experimentos narrativos y se reconoció a esta última película por su rigurosidad e independencia desde el punto de vista audiovisual, en cuanto el documentalista Craig Foster era profundamente respetuoso de la vida submarina.
Este año no hubo espacio para proyectos híbridos donde la ficción cumplía cierto papel y en el cual la intervención de los documentalistas era más palpable en el resultado final de lo filmado.
Una película independiente como Minari, de Lee Isaac Chung, postulaba a seis estatuillas de los Oscar y su presupuesto de US$ 2 millones se ajustaba bastante a los costos de producción de la película chilena, un documental que triplica el habitual valor financiero de las obras nacionales, en cualquier género audiovisual.
El rol de la Academia de Cine de Chile
La fuerte promoción que tuvo El agente topo se la debe en gran medida a la productora Marcela Santibáñez Gómez, que por un lado obtuvo cuantiosos aportes estatales como también recursos privados para la promoción en los numerosos festivales en los cuales participó el filme.
El fundraising congregó, además, fondos extranjeros provenientes de Alemania, España, Países Bajos y Estados Unidos.
Habría que revisar cuál es el reglamento en Chile para entregar dineros públicos a los proyectos audiovisuales. ¿Será tan lógico que un mismo filme obtenga recursos de tres entidades distintas del Estado? A saber: Corfo, Fondos de Cultura y Consejo Nacional de Televisión.
En materia de becas, por lo general sólo se puede acceder a una y también en los Fondos de Cultura se limita la periodicidad de acceso a sus concursos.
El agente topo fue postulada por la Academia de Cine de Chile, para participar tanto en los Goya como en los Oscar, dejando de lado otras propuestas nacionales que habían tenido un reconocimiento similar por parte del público y de la crítica especializada.
Su presidente, el productor Giancarlo Nasi Cañas explica que la obra de Maite Alberdi fue elegida por los sufragios de los más de 250 realizadores que integran puntualmente las filas de la organización.
¿Será tan lógico que un organismo no estatal tenga atribuciones para postular a los proyectos de la industria local que se benefician de fondos públicos, y a los cuales, además, el Fisco entrega cuantiosos recursos para su marketing y difusión, tanto en el país como en el extranjero?
Sería interesante saber qué parte de los recursos estatales recaudados por El agente topo fueron destinados a dicha Academia, la cual se encargó de promocionar en forma exhaustiva al derrotado documental, participando de entrevistas y reportajes, concedidos a diversos medios de la prensa escrita, digital y televisiva.
En palabras de Nasi Cañas, la agrupación no recibe fondos públicos en forma directa, pero sí interviene en postular a festivales a películas que obtienen dineros fiscales. Por ende, debe existir transparencia en cuanto a las asignaciones recibidas y al destino de esos valiosos estímulos monetarios.
La Academia de Cine de Chile ni siquiera cuenta con una página web oficial donde publicitar sus actividades y menos detallar su funcionamiento. En efecto, sus resoluciones y decisiones, con amplias repercusiones en la esfera pública del país, son determinadas a puertas cerradas, en forma discrecional, y de espaldas a la ciudadanía y de la sociedad civil.
Resulta impresionante que en Chile existan 250 directores con al menos un largometraje en su currículo, lo que transformaría al país no sólo en tierra de poetas sino también de cineastas: un realizador por cada 70 mil habitantes.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles de Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020) y Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021).
Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: El agente topo (2020).