La filial chilena del grupo Planeta acaba de relanzar el premiado ensayo «Tierra de mujeres», el cual publicado originalmente en 2019, catapultó a su autora (una joven veterinaria española) al estrellato editorial de su país, debido a la calidad artística del texto y a los diversos estilos narrativos que se conjugan en esta novedosa propuesta identitaria, acerca del feminismo y a su relación con lo rural.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 14.8.2021
La irrupción de la veterinaria andaluza María Sánchez Rodríguez (1989) en el panorama de la literatura en español ha sido un verdadero hallazgo para la crítica y para miles de lectores.
En efecto, su híbrido Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019) es un volumen que ha cosechado galardones y elogios sin parar desde que fuese editado por primera vez hace dos años.
Ahí, Sánchez vierte en un tono y estilo líricos sus experiencias como una joven criada en el campo del sur ibérico, sin obviar su identidad de género, la cual alumbra por completo las páginas de un título que hizo merecer a su autora el importante Premio Princesa de Girona de las Artes y las Letras versión 2021.
Científica de formación, María Sánchez comenzó su trayectoria como escritora con la publicación del poemario Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017), y su tercer crédito corresponde a Almáciga. Un vivero de palabras de nuestro medio rural (Geoplaneta, 2020).
En su opinión, esos tres textos simbolizan un tríptico unido por tópicos estéticos y la valoración de una geografía humana (el campestre de su infancia y adolescencia), destinado irremediablemente a desaparecer.
Así, y con el respaldo del sello Seix Barral perteneciente al grupo Planeta, arriba a las estanterías nacionales Tierra de mujeres.
Bajo esa excusa, establecimos con su joven creadora un diálogo matizado por la distancia existente entre Galicia (donde reside actualmente María Sánchez, cautivada por la cultura de esa región de España) y la lejana capital de Chile.
«Había esa falta de reconocimiento, de cobijo, de sentir que tu vida puede salir en un libro»
—¿Cómo se forja una escritora desde el mundo rural y desde el cultivo de una disciplina tan alejada (en apariencia) de la literatura, según podría considerarse la medicina de los animales?
—Para contestar a esa pregunta creo que es muy importante como vemos el libro. si lo observamos desde la ciudad nos parece un ensayo reflexivo, novedoso, incluso podríamos ocupar la palabra exótico, una veterinaria que escribe, venida del pueblo.
Te digo esto, porque hace dos años, cuando salió Tierra de mujeres en España, en diversos lugares resulta curioso apreciar estos dos comentarios que se repetían: este libro lo he escrito yo y has contado mi vida.
Y es que había esa falta de reconocimiento, de cobijo, de sentir que tu vida puede salir en un libro, y que es importante, se reafirma con este texto, especialmente para los españoles nacidos en la provincia, que después, por diversas circunstancias de su vida, terminan viviendo en la ciudad.
Entonces, la valoración de la obra depende de dónde y desde qué lugar afectivo la miramos.
«La literatura siempre ha estado ahí»
—A fin de responder a una curiosa morbosidad, ¿cómo es que una veterinaria andaluza se transforma en una reconocida escritora española?
—¿Como me hago escritora? Teníamos un rebaño de ovejas, hacíamos leche y tal, y cuando empiezo el colegio en Córdoba (Andalucía), la ciudad, me comienzo a sentir muy sola.
Yo volvía a clases desde mi casa y les contaba a mis compañeros, y nada, les parecía de Marte y me sentía sola, entonces me refugio en los libros.
Mi padre me cuenta que a los ocho años me sorprende leyendo Yerma (1934) de Federico García Lorca, y me lo quita de las manos, y me dice que todavía soy muy pequeña para festejar ese libro, y que tenga paciencia y entonces me comienza a dar textos para leer.
También tuve la suerte que en el colegio me hicieron clases dos profesores de literatura, que me incentivaron todavía más en la lectura, inclusive ellos me sacaron el carnet de la biblioteca pública de Cordoba, me dejaban allí, y me recomendaban otros títulos: la literatura siempre ha estado ahí, en mi vida.
Es muy curioso pero no recuerdo en qué momento dije voy a ser escritora. Si recuerdo mis notas en los cuadernos y eso, aunque no sabría decir cuando es el comienzo.
En la universidad, cuando entro a estudiar veterinaria, padezco esa maldita separación entre ciencias y letras, y mientras yo estudiaba, con mis apuntes de anatomía, estaban siempre mis libros, de narrativa o de poesía.
Cuando muere mi abuelo veterinario, con quien me sentía muy conectada, me refugio en su despacho, lleno de libros, y me encuentro con uno de bioquímica, del año 1942, donde cada capítulo comienza con una cita de literatura.
Y la primera cita es una cita de La tempestad de Shakespeare, y ahí fue cuando dije: ‘por supuesto que puedo ser veterinaria, y escritora, y combinar las dos cosas, y que entre las dos labores no hay una separación’.
—¿Todavía ejerces como veterinaria?
—Mi sueldo, lo que yo como es de mi trabajo de veterinaria, con asociaciones de raza de ganado que están en peligro de extinción, las que están en el campo, las que son más rústicas, y eso me permite ser autónoma, cosa que en el otro trabajo no tenía, y tengo más tiempo para dar charlas en colegios, en universidades, y así puedo combinar esas cosas, un encargo de una columna, como estoy puedo organizarme mucho mejor.
—Antes publicaste el poemario «Cuadernos de campo», literatura de aprendizaje o de iniciación pero en un entorno rural, casi romántico.
—Yo empiezo con Cuadernos de campo, que es poesía, y una carta de presentación a lo que después sería Tierra de mujeres: la relación con los animales, las tradiciones, la memoria.
En ese libro todo lo que va intuyéndose, se visibiliza por completo en Tierra de mujeres, y el último texto que saqué en España es Almáciga, que tiene que ver con el semillero de palabras en el mundo rural, y al cual ya lo adelanto en el anterior.
Para mí, estos son tres libros armados, que se entienden por completo entre sí, y que son familia, y los cuales son un tríptico.
Ahora empezaré con otra cosa, pero para mí el campo es fundamental, yo lo llamo mi narrativa invisible, donde sucede todo, en la escritura y en mi universo.
Este nuevo libro tendrá otro punto de vista, u otra escritura desde otro ángulo, pero para mí está claro que son libros de la misma galaxia y de la misma órbita.
La coincidencia con Gabriela Mistral
—»Almáciga» comparte título con un libro de Gabriela Mistral, bautizado «Almácigo».
—Lo descubrí luego de publicar el poemario, y fue muy bonito, y me emocionó y el encuentro me pareció precioso. Digo, qué vínculo tan chulo, aunque lo descubrí hace poco, me hubiese encantado haberlo sabido antes.
Aunque en el total he leído muy poquito de Mistral.
«Es bueno preguntarse, construir y revisarse»
—La pertenencia e identidad femenina cruzan de principio a fin las páginas de «Tierra de mujeres».
—Para mí Tierra de mujeres no pretendía ser un ensayo al uso. Lo digo porque soy solo una simple veterinaria de campo, y me gusta esa mezcla, ese mosaico que puede ser prosa poética, un manifiesto, una reivindicación, y para mí no es un ensayo.
Yo nunca lo vi como un ensayo puro y duro, al revés, creo que mi escritura bebe de todo, un poco también como suceden las cosas en el campo, donde está todo conectado y los distintos elementos se nutren unos de los otros.
Y nunca tuve en la cabeza hacer un ensayo al uso. Primero porque como yo creo que tiene que ser un ensayo, eso necesita muchos años de estudio y de dedicación, y de conocimientos y lo que yo pongo son mis experiencias y mis reflexiones de lo que yo veo y vivo y de donde vengo y de lo que trabajo.
Cuando nació el libro, mi abuela ya no podía caminar, ya no podía bajar al hurto, y yo no había reconocido ese abandono de todo lo que dejaba, de un mundo que se acaba, lo cual pasa también con las palabras.
Así, me gusta ocupar una posición cuando escribo, me gusta ser cercana, no imponer, que el lector reflexione, lanzar preguntas y no responderlas. Todos estamos en ese proceso. Es bueno preguntarse, construir y revisarse.
Entonces me gusta hacer esas preguntas a los lectores, no seguir ahondando en la brecha entre campo y ciudad: es una manera de acercarnos, porque nos necesitamos los unos a los otros.
Y ahora con la pandemia esto se ha visto de una manera alucinante.
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Imagen destacada: María Sánchez Rodríguez.