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“Apuesta maestra”, el desfile de las vanidades

Nominada a un premio de la Academia (por mejor guión adaptado) la ópera prima del también libretista norteamericano Aaron Sorkin es un filme que fundamenta sus prerrogativas artísticas y audiovisuales en la perfecta concomitancia existente entre el texto matriz y el montaje mismo del largometraje. También resaltan la estrategia fotográfica de grabar casi exclusivamente en ambientaciones cerradas, creando una atmósfera de vértigo, soledad, y de cierta frustración e infelicidad femenina, la cual se basa en el volumen biográfico de la organizadora de partidas de póker clandestinas, Molly Bloom.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 7.2.2018

“Dormir con una muchacha es solo hacer lo que a ella misma agrada; mas de esto a lograr que haga lo que queremos nosotros, suele a menudo haber mucha distancia”.
Choderlos de Laclos, en Las amistades peligrosas

La intimidad de una mujer inteligentísima, dueña de un coeficiente intelectual muy por sobre la media y de destrezas deportivas que le hacían competir en justas olímpicas, pero lamentablemente dañada emocionalmente: es el resumen argumental de la historia que relata el filme “Apuesta maestra” (“Molly’s Game”, 2017), inspirado en un caso verídico de enriquecimiento a través de la ordenación de exclusivas tiradas de póker, y que se encuentra protagonizado por la actriz Jessica Chastain (quien interpreta a Molly Bloom), y en donde pese al tono confesional del discurso cinematográfico de la obra, se prescinde de cualquier atisbo de una estética documental, para así admitir una pieza de ficción ampliamente satisfactoria y seductora en su retórica audiovisual, de principio a fin.

Aquel es el principal aporte creativo de este título: introducirse en lo oculto y velado de la realidad de una existencia femenina contemporánea, de una manera singular y llamativa, valiéndose de la fuerza literaria de su montaje y de la destreza narrativa proveída por su autor (el mismo Aaron Sorkin), obtenida gracias a su experiencia escritural en tanto guionista de títulos como “La red social” (2010), y de “Steve Jobs” (2015).

Esta esquiadora olímpica devenida en princesa del póker (Bloom) organizó durante una década las partidas de ese juego más privilegiadas y secretas de los Estados Unidos. Administró millones de dólares y se codeó con celebridades como Leonardo Di Caprio y Ben Affleck, hasta que el FBI la arrestó en la mitad de una noche de 2011, por la presunta ilegalidad de las ganancias personales que obtuvo debido a las actividades ya descritas.

La trayectoria de esa vida, con flashbacks que evocan su niñez y adolescencia, ocupan la totalidad del tiempo diegético de la ópera prima de Aaron Sorkin, y quien se inmiscuye con su cámara alimentada de constantes primeros y cerrados planos, en la gramática espiritual de una joven mujer que pese a sus atributos y ventajosas condiciones de diversa índole, soslayaba con su fuerza emprendedora la pavorosa soledad que guiaba y conducía la mayoría de sus jornadas cotidianas, y la incomprensión vital que tenía de sí misma y de sus traumas psicológicos esenciales.

Prescindiendo de un camino discursivo fácil (caer en la tentación de revestir de fórmulas documentales las confesiones de Molly Bloom), el realizador recurre a técnicas propias de una historia contada en primera persona por un narrador omnisciente, que sustenta el éxito de su opción, a causa de la calidad actoral de Jessica Chastain y por el estilo interpretativo en que ésta aborda a ese complejo personaje femenino: con notorios aire de frialdad y de superioridad, sofisticación, elegancia, estilo, represión sexual y belleza física, pero carente en la estructura psicosocial que apuntalaba sus afectos más básicos y primigenios.

En efecto, y empero el éxito de Molly en las altas esferas de esos microcosmos cerrados de la sociedad norteamericana, la organizadora de los lujosos encuentros de póker jamás tiene novios, y nunca se le aprecia con sinceros amigos que le apoyaran en sus minutos de ocio, descanso, diversión o de íntimo y de merecido sosiego, escasos por lo demás de visualizar en el filme: Bloom está siempre sola, aun cuando llega pronto a la cima (y cae de ésta).

Bitácora de soledades amontonadas, “Apuesta maestra” se verifica en tanto el reflejo de una cara vacía del éxito público y financiero, y donde la sensibilidad de Aaron Sorkin conjetura con un montaje espeluznantemente rápido, y que echa mano a material de archivo para fortalecer sus imágenes, los rincones y los pasajes inexplorados en el “alma” familiar y personal de esta atractiva ejecutiva y administradora de un privativo juego para ricos.

Lastimada por los secretos e infidelidades de su padre, aunque con su ilusión amorosa intacta, Molly guarda la expectativa de transformarse en madre y así formar su propia descendencia y progenie, en la revelación de una carga emocional transformada por el guión y el talento literario del director, en una suerte de novela de aprendizaje e iniciación existencial, respirado en el duro submundo de las apuestas ilegales y clandestinas, siempre a un paso de estrellarse con las mafias poderosas, de tratar con los grandes financistas, deportistas, estrellas del espectáculo o de enfrentarse a los empresarios millonarios dispuestos a saciar las ansias depredadoras de su eterna y legítima ambición.

Uno de los sostenes artísticos del largometraje (además del guión, el montaje y de las opciones fotográficas de la cámara) se basa en el elenco interpretativo escogido por el realizador para la ocasión. Además de Jessica Chastain y de su pálida elegancia, se aprecian la postura nihilista e implacable de Michael Cera como el jugador X, de Idris Elba (en el papel del abogado de Molly, Charlie Jaffey), y el rol de Kevin Costner (encarnando al exigente y “doble” padre de la organizadora de apuestas, en el peculiar vínculo de amor y de odio, de pasión y de aversión, que éste mantenía con su hija).

Se dice que el personaje de Cera recrea en el filme a quien en la historia real y biográfica era ni más ni menos la figura del actor Tobey Maguire: lo que evidencia la magnitud del negocio ideado por Bloom y su impacto tanto en la costa oeste (Los Angeles) como en la capital estadounidense del Atlántico (Nueva York), urbes que salvo por un par de tomas exteriores, son capturadas en la mayoría de los casos sólo a través de secuencias extraídas del interior de lujosas habitaciones, o mediante desplazamientos nocturnos en automóviles que transitan por anónimas e irreconocibles autopistas en, tal vez, la estrategia y la opción estética por reconocer la uniformidad paisajística de un circuito exclusivo e inmensamente potentado, pero que sólo puede explayarse y por ende desarrollarse a cabalidad -en su sincera magnitud-, nada más que entre las murallas de lo oculto, y de una perentoria, asfixiante y exigente privacidad.

Confinada en el encierro de sus confortables aposentos, Molly Bloom observa con ojos algo irónicos –valiéndose de la cámara de Aaron Sorkin y de la mirada de Jessica Chastain- las costumbres de adinerados ejecutivos y celebridades, y sus relaciones e interacciones con el resto de la sociedad, en una tradición satírica anglosajona que entronca a este filme con novelas como “La feria de las vanidades” (1848), del autor inglés William Makepeace Thackeray, y más concretamente (y cercana en el tiempo) con el argumento de “La hoguera de las vanidades”, del escritor y del llamado “padre del Nuevo Periodismo” (1987), Tom Wolfe.

“Apuesta maestra”, así, se presenta en el equivalente de una mirada audiovisual en torno al nihilismo y a la naturaleza del ocio y de su vivencia por parte de un sector de la población norteamericana, que se debate peligrosamente entre la delgada línea roja del poder establecido y de la franca ilegalidad, empero manteniéndose siempre en la órbita de la abundancia y de un alto imperio adquisitivo, situada en el contexto narrativo de una confesión femenina solitaria, tortuosa, sensible, sin amor, subterráneamente romántica y dolorosamente herida, con los Estados Unidos de principios del siglo XX, como telón de fondo.

 

Los actores Michael Cera (player x) y Jessica Chastain (Molly Bloom) en un fotograma del largometraje «Apuesta maestra» (2017), que cuenta con una sola nominación para los próximos premios Oscar

 

Tráiler:

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