Esta novela es una metáfora del Chile actual en que la mayoría del territorio geográfico se encuentra privatizado por el Estado en beneficio de grupos nacionales e internacionales que de cualquier forma esquilman los recursos naturales del país, generando una erosión difícilmente reversible tanto a nivel material como humano, ya que la persecución de los bienes puramente económicos, termina irremediablemente en la absoluta carestía de valor.
Por Ramiro Villarroel Cifuentes
Publicado el 11.1.2020
Matar a los viejos, novela póstuma de Carlos Droguett, comienza con Pinochet desprovisto de todo poder y degradado completamente en el interior de una jaula que se exhibe en público. Es en este mismo linaje literario, la ficción histórica, que se inserta esta novela de Fernando Sáez que tiene como premisa una pregunta: ¿Qué habría pasado si Pinochet hubiese muerto en el atentado de 1986? Esa es la interrogante que el autor trata de responder en este libro de una ficción llena de sentido, en extremo parecida a la realidad, donde aparecen con sus mismos nombres generales, políticos, empresarios, lacayos y agentes de la dictadura, amén que la viuda de este criminal que fuera presidente de Chile, gracias al poder de las armas y de la muerte.
En esta novela se nos muestra a un dictador desconfiado y temeroso de posibles conspiraciones al interior de sus mismas filas; la complicidad de un sector de la Iglesia enterada de los acontecimientos y la temperatura interna del Ejército, así como el fanatismo religioso de la familia del dictador, en especial de Lucía Hiriart; los preparativos y realización del atentado que culmina en este caso con éxito y la muerte del dictador como hito decisivo de la novela. Después de eso, se relatan los primeros movimientos tácticos para suceder el poder y las negociaciones con la familia para que sea el ejército el que se quede con el cuerpo del dictador, que pretenden embalsamar, todo esto con fines simbólicos dentro de las costumbres militares; se conforma un triunvirato de militares que aseguren la continuidad de “la obra” del dictador, el que administrará y distribuirá el poder, asegurándose de eliminar a todo aquel que sea visto como una amenaza para los mismos, entre los cuales se encuentra Onofre Jarpa o el mismísimo Mamo Contreras, el primero apresado y el otro abatido en una operación dirigida por el triunvirato encarnado en las figuras del fiscal del ejército general Juan Fernando Torres Silva, Sergio Arellano Stark y Odlanier Mena, gobierno en el que también se hacen protagonistas el ministro Francisco Javier Cuadra y Mónica Madariaga como mentores de la continuidad, todo esto mientras el holding SeaScope & Minerals fija sus ojos en el país para hacer una delirante propuesta económica a las autoridades de turno, las que también dejan ver su ansiedad por mejorar la situación financiera del país, llevando adelante las prácticas pinochetistas: tráfico de armas, drogas y privatización a ultranza de las empresas del Estado, en definitivas cuentas, vender la patria.
Esta novela es una metáfora del Chile actual en que la mayoría del territorio geográfico se encuentra privatizado por el Estado en beneficio de grupos nacionales e internacionales que de cualquier forma esquilman los recursos naturales del país, generando una erosión difícilmente reversible tanto a nivel material como humano, ya que la persecución de los bienes puramente económicos, termina irremediablemente en la absoluta carestía de valor.
Así, en un perpetuo toque de queda: “Faltaba la comida y muy pocos se atrevían a pasar de una casa a otra para siquiera cruzar un par de palabras. Los hospitales estaban atestados de heridos y las noticias eran inexistentes en las radios y la televisión. Los más pequeños detalles se convertían en problemas enormes, insolubles. En las casas y en las calles el hedor de la basura acumulada era intolerable. La gente había ido dejando fuera de las puertas de entrada las bolsas negras de las sobras, empujándolas cerca de las veredas. Los perros vagabundos, en tropel, las mordisqueaban en la búsqueda desesperada de algo para calmar la hambruna. Quedaban así los rastros putrefactos expuestos para ser pisoteados por pájaros, ratas y guarenes que deambulaban como dueños de la situación, y las moscas proliferaban. Al segundo día ya la gente en su desesperación se asomaba para echar a los bultos parafina, alcohol, cualquier elemento que asegurara el efecto acelerante para un fósforo encendido. Densas nubes pestilentes se levantaron por toda la ciudad. Muchos habitantes fueron abatidos en estos intentos, sobre todo en las poblaciones peligrosas que tenían vigilancia permanente de piquetes de soldados armados hasta los dientes” (p. 94).
Cito parte de un párrafo de esta novela sólo para ilustrar la tremenda coincidencia con la realidad que se muestra en comparación con el texto, que parece descabellada al leerla, pero que tiene todos los factores de lo que hemos vivido como país durante por lo menos ya casi cincuenta años: el miedo, el terror, la violencia, la indignidad y el sometimiento. Más adelante, el presidente del holding SeaScope & Minerals, Arnold Schnitzler, le ofrece al triunvirato: “la compra de este territorio” (p. 159), ante lo cual el trío de militares se muestra en primera instancia ofendido, para dar paso a la aceptación, como ratas, que son, de cantidades ingentes de dinero a cambio del país que a poco andar se transforma en una empresa de dimensiones bíblicas, estelares, todo esto con el apoyo de políticos y de la Iglesia, cómo no.
Atentado final (2019), como una metáfora política de la condición en la que nos encontramos, pareciera un espejo en que nos reflejamos para ver, en nuestro rostro, el estigma de un fin, de un término radicalmente similar a lo que vivimos como país en estos momentos. Una novela tremendamente actual, pletórica de imágenes limítrofes en que la pérdida absoluta de la decencia por parte de nuestras autoridades pareciera no tener fin.
También puedes leer:
–Adelanto de Atentado final, de Fernando Sáez: Un golpe a la Dictadura.
–Atentado final, de Fernando Sáez: Una opereta tragicómica llamada «Chile».
Ramiro Villarroel Cifuentes (Temuco, 1974). Escritor, poeta, ensayista y crítico literario, también se desempeña en la producción ejecutiva de actividades culturales en distintos formatos y géneros principalmente en Temuco y la Araucanía.
Crédito de la imagen destacada: Memoria Chilena.