El lector no encontrará aquí mayores detalles del argumento de esta obra audiovisual por dos simples razones: primero, porque el espectador interesado en el largometraje ha visto la anterior y sabe la misión de los «vengadores», y segundo, acaso el más leve esbozo de la trama puede ser motivo de escándalo y con justa razón: todos merecen experimentar el filme sin alteraciones de ningún orden, pues así lo demanda la fábrica de sueños que es Hollywood.
Por Felipe Stark Bittencourt
Publicado el 26.4.2019
Avengers: Endgame marca el fin de un ciclo que inició once años atrás con el estreno de Iron Man (2008), cinta que ya perfilaba el ambicioso proyecto de unir a los superhéroes de Marvel en un solo universo cinematográfico. Las expectativas con esta nueva entrega han sido, pues, gigantescas y Marvel Studios lo tuvo claro desde el principio.
El secretismo que los productores pusieron en su realización y promoción dan cuenta de ello y les ha servido para cultivar y, finalmente cosechar, el mito que han montado desde hace años y que tiene algo de sacro: cada espectador debe llegar virgen a la sala de cine, sentarse y contemplar, por fin, el cierre de veintiún películas entrelazadas por un mismo arco argumental. Todas ellas equivaliendo, de algún modo, a un único y grueso primer volumen de una larga lista de títulos que se avecinan en el futuro. Es el cierre de una primera saga hecha ritual gracias a la potestad de la gran pantalla.
El lector no encontrará aquí mayores detalles del argumento por dos simples razones: primero, porque el espectador interesado en la película ha visto la anterior y sabe la misión de los Vengadores; y segundo, porque acaso el más leve esbozo del argumento puede ser motivo de escándalo y con justa razón: todos merecen experimentar el largometraje sin alteraciones de ningún orden, porque así lo demanda la pantalla sagrada de aquella fábrica de sueños que es Hollywood.
Lo que sabemos ya estaba escrito en ese final que dejó Infinity War (y que luego los avances cinematográficos utilizaron para atraer a sus seguidores). Thanos ha barrido con la mitad del universo y ha eliminado a amigos, familiares y conocidos de todos los seres vivientes, especialmente de nuestros héroes. Los pocos restantes que se enfrentarán al Titán Loco se jugarán todas sus cartas para volver atrás sus acciones cueste lo que cueste.
Anthony y Joseph Russo, los directores responsables del largometraje, han realizado el más minucioso de los trabajos para satisfacer a los fanáticos; la dirección contiene una variedad de registros esperable en las cintas de Marvel Studios, pues hay un espacio para la risa, otro para la conmoción y otro para lo magno.
Pero esto puede hacer que la espera para el momento definitivo se haga algo lenta, y, por lo mismo, hacer perder ese tono sacro que la rodeaba desde un principio. El espectador verá que hay coherencia argumental, pero no una cohesión que sostenga de manera uniforme al conjunto. No debe temer, sin embargo. Se trata de un problema menor que pasará desapercibido si ha esperado con ansias este filme, porque no cabe duda de que la cámara de los hermanos Russo es espectacular y sabe cómo encantar a sus espectadores, sean o no sean seguidores de las películas de Marvel; el ritmo de las batallas es ágil, el montaje es preciso y cautivante. Los Russo conocen profundamente el mundo de los cómics, las referencias que transitan entre sus lectores y la potestad casi divina de sus personajes, de modo que la apuesta es segura y nadie quedará indiferente al abandonar la sala de cine.
Avengers: Endgame probablemente no sea la mejor película de superhéroes de los últimos años, pero tampoco parece interesarle. Está hecha con dedicación y cariño, como una carta de despedida a sus seguidores más queridos, como si se tratara de un diálogo íntimo. Es, también, un filme que conoce la naturaleza ritual presente en cualquier proyección cinematográfica; su influencia escapa de la pantalla grande y permea otros espacios sociales donde será laureada y recordada, pero también objeto de vejación, porque sí, es poderosa, conmovedora y atractiva; pero también ampulosa y algo coja, aunque no sea consciente de ello.
Pero cuando entramos a la sala de cine, a ese templo donde presenciamos la batalla definitiva de héroes y semidioses contra el Thanos, entendemos que esos detalles no importan; la cinta entretiene y cautiva, nos compromete y arrastra, haciendo medianamente imperceptibles sus tres horas de duración.
De otra manera, estaríamos siendo cínicos y sosteniendo que el buen cine es solo aquel de festivales y de academia, ese de nicho que solo unos pocos disfrutan, pero no el común de los espectadores. No. El cine es de todos y en la sala donde se proyecta aquella magia visual, la audiencia se transforma en solo una, aunque existan variedad de opiniones. Avengers: Endgame lo logra con justa razón, pese a sus nimios deslices.
Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción.
Tráiler:
Imagen destacada: La actriz Scarlett Johansson en Avengers: Endgame (2019), de los realizadores estadounidenses Anthony Russo y Joe Russo.