La nueva entrega del mediático escritor italiano (Editorial Anagrama, 2020) es una novela entretenida y de fácil lectura, sobre todo para aquellos amantes de los tópicos relacionados con el crimen organizado, las muertes violentas, las traiciones y los juegos siniestros que se dan en el macabro mundo del hampa.
Por Martín Parra Olave
Publicado el 15.10.2020
El escritor Roberto Saviano (Nápoles, 1979), vive hace más de doce años bajo custodia policial, protegido de una amenaza de muerte que le valió la publicación de su libro Gomorra (2006), cuyo tema principal fue la Camorra italiana y los negocios y dominio territorial, que este grupo de mafiosos mantiene en Italia. Desde ahí en adelante, su trabajo gira en torno a este mundo lleno de violencia y de corrupción.
En su última novela rescata personajes de su trabajo anterior, La banda de los niños (2016), por aquel entonces menores de edad, que en el presente libro transforma en personas adultas, hombres que han comprendido el código por el cual deben moverse, por lo que luchan por ganarse un espacio en el siempre mortal territorio de las mafias.
La forma de ganar dinero para sobre vivir es la que tradicionalmente utiliza este tipo de organización: “Las ventas iban bien. La cocaína circulaba. La heroína de Semioperro se vendía. Las extorsiones se cobraban puntualmente cada mes. El sol iluminaba los territorios de la banda de los niños”(p. 16). Un mundo donde el lenguaje de la violencia se manifiesta de las más variadas formas, tomando las vidas de cualquiera que se interponga en el camino de la organización.
El relato de Saviano se mueve por los tradicionales caminos de la novela mafiosa, donde las organizaciones responden permanentemente a los valores de la fraternidad y la fidelidad hacia quienes se deben. No es de extrañar que en variados pasajes de este tipo de literatura nos encontremos con hechos de sangre nacidos en traiciones o sospechas de esto.
“Me he fiado siempre, siempre. Para mí era un amigo, un hermano, algo más que la sangre, pensaba Nicolás dando vueltas en su T-Max, sin rumbo fijo. Aún no le había dicho a nadie que Dragón los había traicionado, que en la banda había habido un traidor” (p. 254), el sentimiento de pena por el acto de la traición que es muy profundo, pues la familia mafiosa sabe que el único castigo aceptado en la organización es la muerte del traidor, que además sirve de ejemplo y escarnio para cualquiera que se atreva a hacer algo igual.
No está en juego solamente la perdida de un negocio o una cantidad determinada de dinero, sino que existe una raíz más profunda, que tiene que ver con el honor y con mantener la unidad dentro del grupo, unidad que es traspasada como herencia entre la misma familia a través de un beso: “…le concedieron un último momento con su familia. Dron fue a darle un beso a su hermana. Quería dárselo en la boca, el gesto con el que los capos sellan el pacto de confianza que hacen con quien se ocupará de los negocios en su ausencia. Ese beso es el beso de la muerte, un beso que condena al que lo recibe si traiciona” (p. 299), por lo tanto, lo que se entrega en ese beso no es exclusivamente el manejo de la organización ni la responsabilidad de otras vidas, lo que realmente está en juego es la propia vida.
En su último trabajo, Beso feroz (Editorial Anagrama, 2020), el escritor italiano Roberto Saviano despliega una estructura narrativa sin complejidades y siguiendo la línea que venía ejecutando en sus trabajos anteriores. Guerras y luchas por el control territorial, por el control de la droga, y sobre todo, el enfrentamiento con otros clanes, ya sean italianos o extranjeros como los chinos, albaneses y gitanos.
Una novela entretenida y de fácil lectura, sobre todo para aquellos amantes de la literatura del crimen organizado, las muertes violentas, las traiciones y los juegos siniestros que se dan en este macabro mundo del hampa.
***
Martín Parra Olave es licenciado en gobierno y gestión pública de la Universidad de Chile y magíster en letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: Roberto Saviano.